Frida, Diego y Hitler .

/ Guadalupe Loaeza /

En mi archivo personal de México durante la Segunda Guerra Mundial, encontré, por azar, una nota de periódico de diciembre de 1942 que me llamó la atención. Se trata de un atentado de los nazis contra Frida Kahlo después de no poder eliminar a su esposo, Diego Rivera, a quien consideraban un enemigo del régimen de Adolfo Hitler.

Fue la periodista estadounidense Betty Ross quien pidió a Diego que le contara al respecto.

-Cuénteme, por favor, cuál fue la causa de este desesperado intento de los nazis.

En lugar de una truculenta explicación, Rivera sólo dijo:

-Fue una de mis pinturas.

-¿Qué había en esa pintura?

-En realidad fue la última parte del fresco de la nueva escuela de trabajadores de Nueva York. Esto ocurrió poco después de que Hitler había enviado al primer embajador nazi a México. Hasta el régimen de Hitler, Frida era considerada como súbdita alemana, por la nacionalidad de su padre. Todas las mañanas, el embajador nazi caminaba muy erguido por la calle, enfundado en su levita y calado en sombrero alto. Pero, a causa de la pintura de Hitler, no creo que me apreciara mucho -dijo Diego ahogando una sonrisa.

-Nunca me ha hablado usted de esto.

-La pintura muestra al Führer hablando y en torno de él una escena en que se ve la quema de libros, la decapitación de reos políticos, mujeres azotadas, emasculación por medio de rayos X, torturas infligidas a una mujer alemana, todo esto en calle. Suspendido del cuello de la mujer, estaba un letrero que decía: “entregué a judío”. También en la pintura aparece la imagen de Einstein, quien señala dramáticamente estas atrocidades. Esta pintura fue reproducida e impresa en postales que se hicieron circular por conductos ocultos en Alemania.

Poco tiempo después se exhibió una gran reproducción de la pintura en una galería en la Ciudad de México. Dos nazis entraron al lugar y amenazaron al propietario: “Retiren el cuadro o aténganse a las consecuencias”. No solo no se retiró el cuadro sino que el amenazado dijo que si se atrevían a volver los entregaría a la policía. Días después, sucedió la tentativa para matar a Frida, quien vivía en el estudio de su marido y solía sentarse a escribir a máquina frente a la ventana del último piso. Entonces Frida trabajaba para una agrupación que ayudaba a víctimas del régimen nazi. Un día sucedió que su hermana Cristina estaba sentada en el mismo lugar donde se sentaba Frida, repentinamente, dos balas pasaron silbando junto a su cabeza. Se inclinó y tomó su pistola, Cristina era campeona de tiro al blanco. Disparó contra un hombre y lo hirió en una pierna. No suficiente con eso, bajó corriendo por la escalera, saltó a su coche, y finalmente alcanzó al otro asaltante. Este levantó las manos y ella lo obligó a subir al coche y lo llevó a la Comisaría.

Ni la prensa ni la policía pudieron dar luz en el asunto. Pocas semanas después, fueron hallados cerca de Acapulco los cadáveres de dos alemanes, cuyas señas correspondían a las de los pistoleros nazis.

-Pero ¿quién los mató? -preguntó perpleja la reportera.

-Recuerde que le dije que cuando Ford pagó los murales de la galería de Arte de Detroit, utilicé el dinero para repatriar una colonia de trabajadores mexicanos. Tal vez podría formarse la hipótesis de que “alguien” se impuso la tarea de tomar venganza contra los presuntos asesinos.

Nunca se supo quién fue ese “alguien”. En esa época el entonces secretario de Gobernación dijo a Diego: “Esta es una situación muy delicada”. Esperaba una protesta de la embajada alemana. A la mañana siguiente, el embajador alemán visitó la Secretaría, pero en vez de pedir explicaciones, propuso que se echara tierra al asunto.

-Probablemente -comentó Diego-, los alemanes vieron que necesitaban emplear, contra los intelectuales mexicanos, otra táctica distinta de la que habían usado contra otros, habían disparado sobre la casa de Einstein hasta que lo obligaron a salir de Europa.

Incidentalmente agregó Diego.

-Los alemanes son malos pistoleros y los peores espías. Los servicios de información de los japoneses, ingleses y rusos los aventajan. Y el de EU, también.

Vaya historia. Esto es nada más parte de las poco conocidas, al menos para mí, aventuras de Frida y Diego, durante la Segunda Guerra Mundial.

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