Futurofobia.

** Mensaje Directo .

/Fabiola Guarneros Saavedra/

Aplicar la ley, respetar a las instituciones y garantizar las libertades y derechos es robustecer el Estado de derecho, y todo ello forma el antídoto a la futurofobia.

“Futurofobia es pensar que nada de lo que puedas hacer cambiará las cosas. ¿Para qué pelear si todas las luchas están condenadas al fracaso?”, escribe Héctor García Barnés en su libro Futurofobia. Una generación atrapada entre la nostalgia y el apocalipsis.

El periodista madrileño escudriña sobre los millennials, la generación que se ha hecho adulta sustituyendo la ilusión por el pesimismo, que siguió las tramas de Los Juegos del Hambre o Game of Thrones, habla de zombis y que piensa en el futuro como un distrito oprimido, sin comida, o un invierno frio con caminantes blancos al acecho.

Futurofobia –dice el autor– es esa sensación que nos hace imaginar que todo lo que está por venir va a ser peor de lo que ya tenemos.

Y eso me obliga a pensar en México, en nuestra realidad, en las pérdidas de la pandemia, las muertes, las ausencias, en las vacunas caducas, en los hospitales sin médicos ni medicinas; en la crisis económica, en la inflación, en la carestía, en la tasa de interés de dos dígitos; en la inseguridad, en la violencia al extremo, feminicidios, desapariciones, fosas clandestinas; en la polarización social, en el encono…

Pienso en la marcha del domingo pasado, en el clamor ciudadano y en las respuestas de Palacio Nacional: descalificación, menosprecio por el que piensa diferente y la contra marcha del 27 de noviembre, para demostrar que tiene el poder y los recursos para movilizar conciencias y clientelas.

No soy millennial, soy de la generación X con hijos centennials, pero hay días en los que me invade la futurofobia y no es un miedo infundado.

García Barnés –un millenial nacido en Madrid y que estudió Comunicación Audiovisual en la Universidad Complutense— considera que la futurofobia es una profecía autocumplida: “Si nuestro único horizonte es el fin del mundo, ése será nuestro presente”. Y el relato de nuestros días es apocalíptico: amenazas climáticas, tecnológicas, bélicas, pandémicas, nucleares, económicas, migratorias y líderes totalitarios.

Tener miedo por el futuro es no tener ilusiones, es estar agotado, sustituir el deseo por el miedo, es pensar que todo tiempo pasado fue mejor.

En nuestro presente se exacerba el discurso del miedo, del odio, de la confrontación. Se habla de buenos y malos, de ricos y pobres, de mentirosos y corruptos. Pero, ¿quiénes construyen ese discurso polarizador? ¿Quiénes provocan las marchas y las manifestaciones?

Los ciudadanos caminamos solos, hastiados o resignados, porque los gobernantes y los partidos políticos ya no nos representan, no nos ofrecen una opción o un escenario alternativo para salir de esta crisis, para imaginar un futuro esperanzador. Y no han entendido nada, creen que abanderan nuestras causas pero no es así.

Los ciudadanos mandan, las mujeres mandan, los niños con cáncer mandan, las familias de las víctimas de la violencia mandan, los marginados mandan, los desplazados por el crimen organizado y la pobreza mandan, las comunidades indígenas mandan, las personas con discapacidad mandan. Entiéndanlo.

Las minorías también se escuchan. La confrontación de ideas es oxígeno para las democracias. Aplicar la ley, respetar a las instituciones y garantizar las libertades y derechos es robustecer el Estado de derecho, y todo ello forma el antídoto a la futurofobia.

Futurofobia es tener miedo por la incapacidad de pensar futuros mejores al presente que tenemos, explica Héctor García Barnés en su libro. El antídoto, creo yo, es imaginar el México que deseas y actuar en consecuencia. ¿Cómo lo vislumbra? ¿Qué tipo de país y de gobierno quiere?

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