Carlos Ferreyra Carrasco.
El manto sagrado…
La fotografía es aterrorizante. Sin desearle mal a nadie el descuido con que se tratan ellos, en las alturas, anuncia la no lejana posibilidad de una tragedia en el gabinete presidencial.
Dios no cumple antojos ni endereza jorobados, afirma el refranero popular, pero la Iglesia sabe, lo trata de demostrar en la Biblia, que A Dios rogando y con el mazo (no Del Mazo) dando.
Ayúdate que yo te ayudaré, señala en otra parte en la que relata el episodio del muerto al que Jesús ordenó: levántate y anda. Efectivamente el ex cadáver “se levantó y andó” al decir de un testigo presencial del milagro.
Otro, celoso gramático como mis queridos Pedro Camacho Marín y Edgar González, le corrigió: anduvo, pendejo, anduvo.
Conciliatorio, el primero admitió que el revivido efectivamente “anduvo pendejo, pero sólo un rato; luego se compuso”.
No sabemos cuál sea el comportamiento celestial en este caso, si estampitas y rechazos del pastor Obrador sean suficientes y amparen a los presentes en sus ritos diarios.
Digamos si el Manto Sagrado tiene el kilometraje suficiente para evitar el contagio entre los compañeritos del primer coro en las cercanías del Primer mandatario dé la Nación.
Sabemos, estamos conscientes de que el gran gurú de la epidemia, un tal Gatell, ya dictaminó como antes lo hizo el propio interesado, que el virus no lo afecta porque su contagio “es moral”.
Por ahora evidente que es un bicho, la moral, que no se propaga. Acudamos a los clásicos: en esta oportunidad al Alazán tostao, Gonzalo Santos, que aseguraba que la moral es un árbol que produce moras.
Me mata la curiosidad por saber cuánto tiempo necesitan los bien llamados floreros, para infectarse. Y causar un desquiciamiento en los órganos de gobierno, que seguramente no notaremos sino hasta conocer los anuncios oficiales.
De una bestial crueldad, la presencia de Porfirio Muñoz Ledo, que a su edad debería estar confinado y emitiendo sabios juicios contra el desgobierno pejista. Quizá sea la intención, deshacerse del legislador, convertido en sagaz crítico de la presente administración. Aunque hay quien duda que se trate del polémico personaje.
En estos actos y otros más, nos sorprende la aparición de equis o zeta funcionario. En el gobierno de un hombre solo, no hacen falta y ni siquiera conocemos el cumplimiento de sus responsabilidades.
Salvo cuando son amontonados en el marco espectacular creado para el Gran Tlatoani y les permiten practicar la sabida obediencia: ¿qué horas son? Las que usted diga, señor presidente.
La distancia conveniente para prevenir contagios, no funciona bajo, repetimos, el Manto Sagrado de Pejehová. Pero igual es de temerse que un catarrito colectivo a estas personas que tiempo ha, abandonaron la dulce juventud, los saque de circulación.
Lo más grave cuando uno se ausenta de su trabajo, es que se den cuenta que con uno o sin uno, todo marcha. Y marcha mejor… cuiden el hueso qué hay muchos pretendientes.