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/ Por Laura Coronado Contreras*/
Aproximadamente, hace 30 años, la película Ghost se estrenaba como un éxito en taquilla. Sumada a una ola de películas románticas, narraba la historia de una pareja separada por la muerte, pero cuya despedida no podía concretarse hasta que él dijera “te amo”, aunque fuera desde “otro plano”, ya que “en vida” sólo contestaba “igualmente” o “ídem”, sin ser el primero en mencionar la frase.
Con una banda sonora inconfundible, las actuaciones de sus protagonistas y repeticiones de la película en televisión abierta durante años, la trama fue ampliamente conocida y el mensaje transmitido, de manera, muy contundente: no puedes cerrar un ciclo si no lo haces apropiadamente.
Décadas después, nos encontramos hablando ahora de una práctica totalmente opuesta y conocida como ghosting, que consiste en que una persona, sin ningún indicio previo, deja de escribir o responder digitalmente a su pareja. Una nueva forma, más sutil y silenciosa de ejercer violencia digital e irse sin la despedida correspondiente.
Más allá de que se trivialice como una mera descortesía o una exageración, sus efectos son mucho más profundos que una falta de comunicación. En la Unión Europea, cuatro de cada 10 mujeres han sido víctimas de violencia psicológica. En México, de acuerdo con datos del Inegi, este tipo de violencia es aún mayor (51.6%) que la sexual (49.7%) o la violencia física (34.7 por ciento).
Normalizar un cruel hábito de abandono, incluso referirse humorísticamente con el típico “se fue por cigarros”, durante años ha lastimado a miles de mujeres —y niñas y niños— alrededor del mundo. En la era digital, estas conductas, por desgracia, no dejan de ser comunes. Ya sea en el contexto de conversaciones casuales a través de aplicaciones de citas o tras encuentros en persona se ha generalizado la práctica del ghosting, pero en donde tiene implicaciones psicológicas, lógicamente, es en aquellas relaciones mucho más duraderas.
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Una de las frases más recordadas de la película es que “el amor es como el viento, no puedes verlo, pero puedes sentirlo”. Y lo mismo sucede con la violencia: desaparecer sin ofrecer una explicación crea emociones en quien no recibe respuestas, aunque “no estemos haciendo nada”. Más allá de la indiferencia o falta de interés por continuar con una relación, el “fantasmeo” implica no sólo poca empatía, sino además una irresponsabilidad afectiva: una tendencia a evitar dificultades, un individualismo exacerbado, un maltrato sin necesidad ni miramientos.
Es por eso que se ha reconocido que el ghosting puede causar, en un primer momento, confusión, tristeza, frustración y rechazo, pero además, a mediano plazo, ansiedad, temor, inseguridad, desvalorización y efectos en la capacidad de establecer relaciones sanas en el futuro. Vivir cualquier tipo de duelo puede ser complicado, pero si a ello le añadimos no tener una explicación lógica, entender lo que puede cambiarse para futuras relaciones o simplemente, recibir un mensaje claro puede ser sumamente doloroso.
El actor Robin Williams decía que “solía pensar que la peor cosa en la vida era terminar solo. No lo es. Lo peor de la vida es terminar con alguien que te hace sentir solo”. Todos tenemos derecho a romper con una relación, pero eso no es una prerrogativa para dañar a la otra persona. El famoso “dejar en visto”, archivar chats o, incluso, bloquear contactos puede resultarnos fácil para “esfumarnos”, pero también es negligente. ¿Y si usamos la tecnología para comunicarnos de verdad?
*Catedrática de la Facultad de Estudios Globales de la Universidad Anáhuac México
X: @soylaucoronado