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/Alejandra Carvajal/
Las elecciones de este domingo en Venezuela fueron una demostración clara y contundente de que el pueblo no quiere más la dictadura y que hará lo necesario para que esta termine. Acabo de ver en redes sociales y en la televisión cómo varios militares se unen a los marchantes en algunos municipios venezolanos, así como también en otros casos los militares permiten el paso de varias personas que protestan.
Las estatuas de Hugo Chávez empiezan a ser derribadas a lo largo y ancho de Venezuela, y las imágenes de Maduro son retiradas por miembros de la oposición en las calles. El oficialismo está perdido, el fin de la dictadura no tiene marcha atrás.
Maduro está tan preocupado, que empieza a desvariar. Su paranoia lo ha llevado a concluir que la culpa de sus malos resultados electorales la tiene Elon Musk, a quien ha declarado su archienemigo. Incluso ha dicho que Musk llegará con sus cohetes y su ejército e invadirá Venezuela. La invasión de X a Venezuela.
Frente a esto, Musk lo llamó burro, para luego arrepentirse públicamente, pues no es justo que a los burros se les denigre de ese modo. Entretanto, y a pesar de que buena parte de los gobiernos latinoamericanos han roto relaciones con la dictadura venezolana, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, se solidariza con él con su silencio casi sepulcral.
Pero acaso ¿qué podíamos esperar del mejor amigo de Maduro y presidente del club de fans de Chávez en la región? Gustavo Petro, declarado castrochavista, jamás será detractor de su principal aliado, a quien respaldará hasta el final. Y si acaso en alguna declaración conjunta, como la que se rumora publicará con los presidentes de México y Brasil, ripostara sobre los resultados en el vecino país, está claro que esto será fruto de presiones de la comunidad internacional, pero no de sus más íntimos sentimientos, que acompañan a Maduro en silencio.
Si alguien se ha beneficiado de la llamada paz total ha sido el régimen de Nicolás Maduro. Recordemos un incidente reciente que así lo prueba. Hace apenas una semana, una caravana conformada con siete camionetas de la Unidad Nacional de Protección, en las que iban 34 personas, entre ellas varios cabecillas del Estado Mayor Central, fue detenida por el Ejército en Antioquia. En ella se encontraron 60 millones de pesos en efectivo y armas.
Varias versiones apuntan a que esta caravana vendría de Venezuela. ¿Cuántas caravanas similares sin interceptar han traído armas y municiones desde el vecino país? ¿Cuánta droga pudo transportarse en camionetas del Estado colombiano a Venezuela? Las concesiones dadas a los grupos armados al margen de la ley que se han sentado a dialogar con el obierno les han permitido burlarse del Estado, al punto de utilizar vehículos que todos los colombianos pagamos con nuestros impuestos para transportar asesinos de soldados humildes y niños, que no están en Gaza, sino en Colombia, así para el presidente no existan, pues sólo le interesan las guerras ajenas mientras auspicia la propia.
No me extrañaría que las guerrillas, así como apoyaron el mal llamado estallido social en Colombia, en las actuales circunstancias, al igual que los colectivos chavistas respalden a Maduro, quien ha sido su aliado y protector.
Pero, colombianos, no nos descuidemos, porque mientras en Venezuela llueve, en Colombia no escampa. Ayer el Ministerio de Hacienda, dirigido por Ricardo Bonilla, a quien la Fiscalía General de la Nación acaba de señalar como miembro de una organización criminal, presentó el presupuesto para 2025 por un monto total de 523 millones de pesos, 12 de los cuales serán recaudados en una segunda reforma tributaria que pretende asfixiar a todo el pueblo colombiano, para que así el Gobierno Petro pueda dar subsidios a diestra y siniestra, al mejor estilo de Maduro en Venezuela, y de esa manera tener –entre otros propósitos– con qué pagar un sueldo a las primeras líneas, que no son nada distinto de la versión criolla de los colectivos chavistas, esos mismos que están disparando contra sus compatriotas de la oposición en Venezuela. O acaso ¿qué otra cosa es el programa gubernamental de ‘Pagar por no matar’?
Colombia no es Venezuela. Eso es un hecho. Aquí Petro va a unas velocidades muy superiores a las de Maduro. Su proyecto de asamblea nacional constituyente, así como el fast track que propone, no son nada distinto que la materialización de sus sueños de emperador.
A propósito de esto último, medios de comunicación y redes sociales registraron fotos de nuestro Luis XV criollo de gira gastronómica, pavoneándose por los mejores restaurantes de la capital francesa, mientras aquí en Colombia –de acuerdo con cifras dadas por la Defensoría del Pueblo– las muertes por desnutrición infantil aumentaron en el Gobierno Petro de manera significativa (233 niños menores de cinco años), siendo lo más alarmante que el 87 % de esas muertes corresponde a menores de estrato 1, los más pobres, a los que Petro prometió dar una vida digna.
Y así como los sueños monárquicos de Petro tienen que esfumarse por su bien y el de la patria, Maduro debe irse, la dictadura tiene que terminar. Gloria al bravo pueblo de Venezuela, a la nobleza y paciencia de sus gentes que ya no merecen sufrir más. Adelante, María Corina y Edmundo, en su gesta por la democracia en ese hermano país.