* Retrovisor .
/ Ivonne Melgar /
Pertenezco a una generación universitaria que se formó leyendo cotidianamente al maestro Miguel Ángel Granados Chapa, a quien esta semana se le rindió homenaje en la Unidad Cuajimalpa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), en ocasión del 11 aniversario de su muerte.
Fue una oportunidad espléndida para honrar su legado y revalorar una obra que, entre otras tantas aportaciones, está hecha de las columnas que escribió durante 34 años.
Gracias a la convocatoria de la División de Ciencias de la Comunicación y Diseño de la UAM Cuajimalpa y de la Cátedra Miguel Ángel Granados Chapa, que preside nuestro colega Fernando del Collado, tuvimos el privilegio de participar en este ejercicio de reflexión sobre un periodista indispensable en el registro e impulso de la transición democrática mexicana.
Resulta gratificante releer ahora textos que en su momento enfrentaron al autoritarismo, en el entendido de que este oficio, entre otras tareas, escudriña al poder y a los actores e instituciones que lo ejercen.
Disfrutar de nueva cuenta las columnas de Granados Chapa resulta obligado para sacudirnos la estridencia política que hoy contamina el quehacer periodístico y que inhibe la deliberación y el diálogo, aislándonos en cámaras de eco contrarias a la pluralidad.
Al inicio de estas jornadas, Carmen Aristegui compartió la pregunta que ella, según contó, recurrentemente se hace ante circunstancias complejas en la actualidad: ¿Qué habría dicho Miguel Ángel, por ejemplo, sobre la militarización o los afanes de destruir al árbitro electoral que con tanto esfuerzo construimos como sociedad en las últimas décadas?
Imposible pretender una respuesta. Pero ateniéndonos a lo que fueron sus columnas, tenemos que decir que el maestro sabía del valor de la democracia constitucional que él contribuyó a edificar como periodista y como consejero. Fue un cronista de los procesos electorales en estricto sentido: de lo que pasaba en el entonces IFE y de los litigios que sucedían en el Tribunal Electoral, dando cuenta de los juicios que los actores políticos interponían, del peso y de las consecuencias de las resoluciones que los magistrados formulaban.
Ese registro de la justicia electoral, tan relevante en el equilibrio de poderes y para dirimir los conflictos entre partidos, preservando los derechos políticos, fue tarea de Granados Chapa, quien se hacía cargo de la relevancia de la democracia constitucional que es ese conjunto de leyes, reglamentos, reglas e instituciones que nos hemos dado a través del estira y afloja entre las fuerzas políticas, la sociedad civil organizada y los poderes de facto.
Ajeno a la caricaturización y a las ofensas, sus retratos de la política y de sus ejecutores confirman que el periodismo también es la preservación de la memoria. Y, por lo tanto, contrario a la propaganda y la posverdad.
Sus textos escritos dos décadas atrás continúan vigentes cuando se trata de la defensa del financiamiento exterior como práctica común en las organizaciones de la sociedad civil, aclarando que no supone “la imposición de criterios y conductas a causa de tales aportaciones económicas”.
Frente a la violencia, la política, escribía Granados Chapa, quien reconocía el valor acumulativo de cambios concretados en nuevos acuerdos entre los actores políticos, como lo fue la reforma política de 1977.
En el año 2007, cuando su Plaza pública cumplió su 30 aniversario, ponderó la relevancia de “la práctica simultánea de las libertades de prensa y de empresa”. Lo hizo en referencia al periódico Reforma, donde publicó esta columna durante 17 años, un apunte que debemos valorar ahora que se pretende proscribir a los medios cuando también son un negocio.
En el prólogo de la primera alternancia, el 30 de noviembre del año 2000, hace casi 22 años, Granados Chapa escribió: “Peor que la corrupción en sí misma ha sido la protección cobrada en oro a la delincuencia organizada, no sólo la del narcotráfico (…) Para mantenerse en el poder, el PRI consentía todo a quien contribuyera a su dominio”.
Reconocía el valor del servicio público y lo distinguía de aquel derivado de las postulaciones partidistas y el respaldo en las urnas. ¿Qué diría de la premisa sexenal de que basta con un diez por ciento de experiencia, si hay 90 por ciento de lealtad?
En sus últimas columnas, 11 años atrás, Granados Chapa escribió un reclamo que lamentablemente hoy suscribimos: “tenemos derecho a vivir sin miedo”.
Al subrayar la singularidad de la obra de Granados Chapa, la gran Cristina Pacheco alguna vez la celebró así: “Usaba las palabras con la justicia del hombre que quiere la justicia para todos; con la ecuanimidad y el respeto de quien comprende que la palabra es su mejor y más limpia herramienta”.
Así que no sólo las consideraciones políticas del recordado columnista resultan pertinentes ahora. También su aspiración a la justicia, la que como ciudadanos y periodistas estamos llamados a construir.