/ Por Inocencio Yáñez Vicencio. /
Don Jesús Reyes Heroles, reiteraba una y otra vez, valga la tautología, que la técnica debía subordinarse a la política. Aunque técnica y ciencia no sea lo mismo, cada rama científica tiene un instrumental científico y es este del que se echa cuando se niega la política. Mucha administración y poca política decían los autoproclamados científicos porfiristas.
Para los marxistas el fin de las clases sociales debe dar lugar a la administración de las cosas en lugar de la administración de los hombres. Dado que para ellos sólo se presenta la política ahí donde la sociedad está dividida en clases sociales y tiene lugar la lucha de clases, la política no puede existir donde únicamente hay una sola clase social. Esta concepción provoca que el consentimiento no lo genere el voto sino la aclamación. Justifican la dictadura a partir de que la disputa por el poder, para ellos, es un asunto de lucha de clases y al no haber más que la clase trabajadora y no tener ésta rival enfrente, las elecciones y votaciones salen sobrando. A su vanguardia y a su partido les es suficiente el aplauso o la aclamación para su arribo o mantenimiento en el poder.
Los grupos providencialistas no aceptan debatir porque consideran que su catálogo de ideas está compuesto de revelaciones y que ellos son los elegidos de ese mapa para llevar a su rebaño a la tierra prometida. Sus discursos son profecías que nadie debe rebatir y quien consuma ese sacrilegio es un infiel que debe ser expulsado de la aldea. El asambleísmo lo ilustra muy claramente. En el 68, para triunfar, no había que rebatir, había que ser radical, aunque después ésos radicales, resultaron ser traidores como Marcelino Pereyó o Sócrates Amado Campos Lemus, pero se ganaron el liderazgo apareciendo como los más puros y que encarnaban a la masa. Eran monólogos. Por eso cuando se estacionan esos líderes en las epopeyas estudiantes expresan únicamente capacidad para el monólogo pero no para el dialogo, al contrario, vemos como Claudia Sheinbaum, de ser protagonista del CEU contra el rector Carpizo, hoy rehúye la confrontación de ideas, porque se siente portadora de verdades y elegida del Mesías, que lo único que necesita es el baño del pueblo.
Lo verdaderamente peligroso es que la banda de Morena, crea que la política pueda adoptar una verdad como bandera, porque la política no puede tener como estandarte una verdad, sino encauzar todas las verdades, porque si adopta una verdad, entonces va a perseguir a las otras verdades. Sólo la filosofía, la religión pueden hacerlo. La tarea de la ciencia es poner al descubierto las verdades de manera empírica, pero la política no es una ciencia, debe apoyarse en ella. Si la política fuera una ciencia nunca tendría errores.
No debe confundirse. La política es una práctica, la política es acción. Es el estudio de la acción y los comportamientos políticos los que estudia la ciencia política. Repito: la política es una actividad encaminada a resolver los promesas que nos son comunes mediante la deliberación, el debate, el consenso y el acuerdo y la concertación de voluntades. Es está práctica la que se puede estudiar con un método científico.
Max Weber hace un deslinde muy claro. Para ejercer la política se necesita olfato político, pulso político, sensibilidad política, visión política; cualidades que se tienen o no se tienen, se nacen con ellas o no se nacen con ellas. Es categórico al decir que estas cualidades no se aprenden en ninguna universidad.
Para Arendt, para Finley, la política nació en la Grecia Clásica de los siglos VI y IV antes de Cristo, en la discusión, en el debate, en la confrontación responsable de ideas. Tan responsable que quién falseara era castigado hasta con el destierro u ostracismo. Eso es lo que no saben los partidarios del asambleísmo de hoy. Que el hablar debe ser con reglas y responsabilidad. Eso no lo enseña ni el monólogo ni el radicalismo. Ellos saben de imponer verdades providenciales y de autoritarismos. Por eso son un peligro, por ese Claudia Sheinbaum es un peligro.