*
/ Adela Ramírez /
Una sociedad se mide por cómo protege a sus más vulnerables. En México, en apenas una semana, tres pequeñitos fueron abandonados a su suerte: una bebé hallada en los baños del metro UAM-I en Ciudad de México, un menor rescatado en Tacubaya y otra menor, ya sin vida, encontrada en un camión de basura en Nuevo León. Tres historias que muestran la fragilidad de la vida y la cruda indiferencia que a veces reina en nuestra sociedad.
Tacubaya: el llanto que salvó una vida
En Tacubaya, un llanto en la madrugada fue lo único que separó a un bebé de la muerte. Policías acudieron al lugar y, en un gesto de humanidad, uno de ellos lo tomó en brazos, lo cubrió con su chamarra y lo mantuvo caliente hasta la llegada de los paramédicos. Incluso corrió a comprarle cobijas, ropa y leche. La escena, captada en video, se volvió viral: la ternura frente al horror, la dignidad frente a la deshumanización.
Posteriormente, María Isabel N. y Francisco N., padres del menor, fueron detenidos y más tarde liberados por el delito de robo; sin embargo, minutos después de quedar en libertad fueron reaprehendidos.
Se giró una nueva orden en su contra, pero ahora por el delito de intento de homicidio en agravio del bebé, que fue abandonado en plena vía pública envuelto en una manta, solo vistiendo un pañal.
En la audiencia donde se calificó su legal detención, se reclasificó el delito, el cual pasó de intento de homicidio a abandono de persona que no puede valerse por sí misma. Por lo que en lugar de obtener una pena de hasta 10 años en prisión, ahora podrían obtener únicamente 4 años. Se inició el proceso penal en su contra y se les dictó prisión preventiva.
Por otra parte, se dio a conocer que el bebé ya presenta una mejoría en su salud, por lo que en breve podría ser dado de alta. Sin embargo, ningún familiar acudió a la clínica para hacerse responsable.
Esta aprehensión subraya una verdad dolorosa: la fragilidad de la infancia choca con la impunidad y la burocracia, mientras la sociedad observa con incredulidad cómo la vida de un ser indefenso puede depender de la rapidez y la humanidad de unos pocos que sí actuaron.
Metro UAM-I: la tragedia de una vida truncada
En la colonia Barrio San Miguel, alcaldía Iztapalapa, policías de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC) fueron alertados por el llanto de una bebé abandonada en los baños públicos de la estación UAM-I.
La recién nacida estaba envuelta en una cobija sobre el piso, por lo que la resguardaron y trasladaron en patrulla al Hospital Pediátrico de Legaria, su estado de salud era grave: hidrocefalia, hemorragias y daño cerebral severo, lo cual no le permitió sobrevivir. Murió el 28 de agosto, con apenas tres días de vida.
Nuevo León: depositada como desecho
En Nuevo León, dentro de un camión recolector de basura, apareció el cuerpo de una bebé prematura. Más tarde, la autopsia reveló que respiró al nacer, pero no tuvo oportunidad alguna: murió por complicaciones y fue depositada como desecho.
Los recolectores de basura narraron que mientras compactaban los desechos, vieron las extremidades de la menor entre las bolsas de basura, por lo que alertaron a los elementos de seguridad, quienes se movilizaron hasta el punto donde fue localizado el cuerpo de la recién nacida, todavía con el cordón umbilical.
La investigación apunta a delitos menores relacionados con la inhumación ilegal, pero la crudeza del hallazgo es innegable.
La prevención que no existe
Tres casos distintos, unidos por una misma tragedia: vidas tocadas por la negligencia, la desesperación y la ignorancia. La raíz de este drama no puede reducirse al juicio penal de unos padres. Lo que estos hechos exponen es la ausencia de una educación sexual efectiva, afectiva, integral y temprana, que forme en responsabilidad, acompañamiento y acceso a anticoncepción segura.
La realidad: seguimos escondiendo el tema bajo moralismos y tabúes, mientras los resultados se arrojan en bolsas, baños y camiones de basura, sin piedad alguna.
Indignación colectiva
Es fácil condenar el acto, y sí, debe condenarse. Pero la verdadera indignación debe ir más allá: hacia la falta de políticas públicas eficaces, hacia un país que no garantiza información y redes de apoyo, hacia una sociedad que juzga más que acompaña.
En medio de la oscuridad, queda el consuelo de pequeños gestos: un policía que compra leche a un recién nacido abandonado, manos que protegen lo que otros desecharon. Pero no basta con la buena voluntad individual. Lo que necesitamos es una estructura social que asegure que ningún bebé tenga que ser rescatado de un baño o de la basura, y que ninguna mujer llegue al extremo de abandonar a su hijo por miedo, desinformación, soledad o falta de recursos económicos.
Un país que permite que sus bebés mueran en baños y su última morada sea un camión de basura ha perdido la brújula de la humanidad. Y lo peor: parece no escuchar su propio llanto.
X: delyramrez