Guerra Total .

** Año Cero .

/ Antonio Navalón /

Desde los orígenes de El arte de la guerra de Sun Tzu hasta nuestros días, siempre se ha sabido que las guerras se libran entre personas y las personas –con independencia de cuál sea nuestro origen étnico, religioso, social o de cualquier otro orden– tenemos un repertorio de acciones y reacciones derivado de nuestros sentimientos y estados de ánimo. Dicho de otra forma, los seres humanos muchas veces nos dejamos llevar más por lo que sentimos que por la lógica y la razón. Por poner algunos ejemplos, la ira, la envidia, el resentimiento y el odio son sentimientos que han iniciado y desencadenado un sinfín de guerras y batallas a lo largo de nuestra historia.

Todo aquel que es un buen guerrero sabe que la guerra sólo puede ser total y que una cosa es usar tambores de guerra para asustar a la gente y otra cosa es que una vez que la guerra empieza, no hay espacio para dudas y todo se resume en dos posibilidades: vencer o ser vencido. O bien se utilizan todos los medios para conseguir la victoria o, de lo contrario, el enemigo se aprovechará de la tibieza mostrada y no pensará dos veces para alzarse con el triunfo. Dicho esto, es necesario e indispensable cambiar la perspectiva sobre lo que está pasando en nuestro país y dejar de argumentar o tratar de interpretar el panorama actual o hacia dónde se dirigen las cosas.

Estamos en medio de una guerra total donde el primer mandato es anular el triunfo, las ganas y cualquier posibilidad de victoria en el enemigo. Y, en segundo lugar, hay que hacer tierra quemada y dejar claro que no habrá perdón, olvido, piedad ni conmiseración para los que estén o formen parte del bando opositor. Las guerras en el México de la época previa a la llegada de Hernán Cortés eran salvajes y brutales; sírvase como ejemplo las batallas libradas entre aztecas, toltecas, tlaxcaltecas y los enfrentamientos entre las distintas tribus y civilizaciones prehispánicas y precoloniales. No fue hasta que la potencia colonizadora e invasora, la España de los reyes católicos y de Hernán Cortés, pisó por primera vez suelo mexicano y cambió el rumbo de la historia. La llegada de los españoles a México es un tema que hasta la fecha sigue siendo debatible en Europa en el sentido de que aún no queda claro qué país actuó de manera más cruel, España o Turquía.

Son tantos los libros escritos sobre la Guerra Civil española y los rastros que dejó con el paso del tiempo, que no es complicado entender por qué había no solamente que ganar –que eso es obvio–, sino por qué había que eliminar toda posibilidad de contestación por parte de los que estaban siendo derrotados. No bastaba con matarlos, además era necesario colgarlos de los postes del telégrafo y exponerlos en la vía pública para que todo el mundo pudiera ser testigo cuál era el destino de todo aquel que no formara parte del bando victorioso.

Las puertas del infierno
Nos hemos olvidado de juzgar el ecocidio continuado que hemos perpetrado en contra del que es nuestro hogar y sin el que no podríamos vivir.
Que nadie se equivoque, desde hoy hasta el 2 de junio de 2024 la guerra es total y sin cuartel. No habrá ley ni instrumento del Estado ni nada que sea capaz de protegernos ante las necesidades e intereses del poder. No tenemos más posibilidad y esperanza que la de que se multipliquen tanto los problemas y las necesidades operativas de los que quieren ganar a costa, o haciendo uso de los recursos del Estado, que no les dé tiempo ni capacidad de realizar todo lo planeado. Por eso, no me extraña que los principales líderes de los partidos políticos que conforman al Frente Amplio por México tengan una enorme tentación. ¿Ganar la Presidencia? Lo dudo. ¿Evitar que Morena consiga la mayoría en el Congreso? Si pueden evitarlo, lo harán sin pensarlo. Y es que al final la gran tentación es seguir ocupando sus escaños en el Senado y en la Cámara de Diputados, que –tal y como actualmente están las cosas– parece que eso depende más de quien está a cargo del rumbo del país que de la voluntad del pueblo mexicano.

No hay que caer en engaños, ya que todo lo que suceda en el devenir político de nuestro país se verá acompañado por cubrir el más amplio espectro, de alcanzar, si no es posible los 30 millones de votos –que resulta prácticamente imposible conseguirlo y que además es algo que no perdonaría ni permitiría el presidente López Obrador–, sí es indispensable lograr una victoria contundente e indiscutible. Para poder consumirse la transición deseada por el líder de Morena y no dejar duda de su mandato y legado, Claudia Sheinbaum tiene la responsabilidad y encomienda de ganar de tal manera que no queden dudas, dejando sin posibilidades a la oposición.

Desde hace muchos años hay un asunto pendiente en la democracia mexicana que es el tema relacionado con los migrantes. He sido testigo de las tragedias que sufren los mexicanos que emigran del país, especialmente de aquellos que buscan nuevas oportunidades en Estados Unidos. Pero más allá de la importancia que por sí mismo tiene este tema, lo más relevante de frente a los comicios del próximo año es la capacidad, libertad, pero, sobre todo, la preferencia al momento de votar de los mexicanos que no residen en nuestro territorio.

Desde la creación del IFE ha habido un constante debate sobre el censo de población mexicana y sobre las capacidades y derechos de los mexicanos que viven en el exterior. En estas circunstancias y siendo conscientes de que Sheinbaum tendrá que obtener una victoria total, será indispensable que todos los consulados de México en el extranjero funjan como oficinas electorales del INE y que se catalogue al pasaporte como documento válido para votar. Y es que con tantos millones de mexicanos viviendo específicamente en Estados Unidos, este es y será un factor clave para inclinar la balanza para cualquier lado. Para lograrlo, es indispensable crear una narración que sea capaz de dar un sentido de identidad y pertenencia a quienes viven fuera con la realidad y quien termine ganando la elección.

Dicho lo anterior, algo que a muchos pudo sorprender, pero que yo vi como lógico, fue la aparición del eslogan #EsClaudia en las pantallas de Times Square, el pasado martes 26 de septiembre. Seguramente se trató de una simulación o de una prueba, pero lo que definitivamente no es una prueba es su deseo de monopolizar el deseo y voto de los migrantes. Mientras eso sucede en la Gran Manzana, aquí sigue latente la discusión sobre si los del Frente Amplio por México realmente quieren vencer a los pronósticos y ganar la contienda electoral. La elección presidencial, que hasta el momento ha sido dirigida desde Palacio Nacional y encargada por Claudia Sheinbaum, no pierde ni un segundo en consolidar lo que es el dominio territorial, económico y político sobre el cuerpo electoral.

Dada la importancia que han adquirido las remesas, dado lo que significa el gran fracaso del tema migratorio tanto para México como Estados Unidos, no me sorprende para nada que haya toda una estrategia y plan de acción para obtener todos los votos del extranjero. Pero, sobre todo, haciéndoles creer que no sólo se fue culpable de forzarlos a buscar más y mejores oportunidades pasando las fronteras, sino que se pretende acompañarlos en esta pseudorrevolución migratoria que se ha puesto en marcha hace años.

Para lograr la acometida, la primera parte del plan consiste en conseguir dominar el proceso electoral, y para eso es importante, primero, la comprensión del INE. Después, la multiplicación de todos los elementos de desarrollo e infraestructura haciendo uso de los consulados ubicados principalmente en Estados Unidos. Y, por último, es necesario crear un mecanismo de colaboración entre el gobierno mexicano y el estadounidense para darle una buena salida al futuro migratorio. Morena y, principalmente Sheinbaum como defensora de la cuarta transformación, buscan que los migrantes sean un factor decisivo que permita dar continuidad y consolidar el movimiento iniciado por López Obrador.

No me sorprende ni me extraña que la campaña haya empezado en las superpantallas de Times Square, y es que realmente de lo que se trata es que ninguna ley, ninguna condición previa ni ninguna situación sean capaces de hacer dudar de que la victoria tendrá que ser inapelable. Por eso, #EsClaudia.

En cualquier caso, es necesario comprender que esta campaña es una campaña en la que no solamente se están rompiendo todos los antecedentes. Se trata de una campaña inédita que inició en el año 2018 –o incluso desde antes– y que aún sigue en curso. Y es que de lo que difícilmente habrá dudas es sobre el hecho de que, mañanera tras mañanera, realmente esta administración fue más de palabras y exposiciones que de hechos y resultados. Viene Claudia Sheinbaum y lo hace, primero, tratando de estar a la altura de su predecesor. A pesar de ser consciente de la dificultad de alcanzar los más de 30 millones de votos conseguidos por López Obrador, tiene la ilusión y la esperanza de lograr la acometida. La doctora Sheinbaum también es consciente de que, para realmente lograr sus planes y objetivos, el próximo año tendrá que conseguir una victoria rotunda que no sólo no deje dudas, sino que además le permita gobernar libremente. Sheinbaum no logrará conseguir el histórico apoyo obtenido por López Obrador; no obstante, sabe que tiene que aprovechar la oportunidad que representa el voto de los migrantes en Estados Unidos y hará todo lo posible por contar con ellos. Se trata de millones de votos que serán imposibles comprobar su validez o su precedencia. Pero no sólo eso, sino que lo que también hace interesantes y especiales las próximas elecciones es, por una parte, el ajuste del nuevo INE y, por la otra, la coincidencia con el proceso electoral estadounidense.

Inicia la guerra, ¿quién y cómo la ganará?

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