Hágame el ca…fa…

Guadalupe Loaeza.

Se lo suplicamos, señor Presidente, no sea usted necio. Por favor. Ya bájele a su actitud tan irresponsable. Póngase, de una vez por todas, el pinche cubrebocas. ¿Qué no aprendió ahora que estuvo enfermo con el Covid-19? ¿No se asustó ni tantito? Es usted hipertenso, ya sufrió un infarto y, con una chingada, tiene usted 67 años. ¡¡¡Son muchos!!! ¿Quién fue el pendejo que le hizo creer que va usted a ser inmune a la enfermedad de aquí en adelante? ¿Qué no se da cuenta a la cantidad de gente que le llegan sus dichos? Llevamos hasta ahora más de 166 mil muertos y casi dos millones de contagiados y usted diciendo sandeces como las que sostuvo con el reportero Carlos Tomasini que le preguntó si ahora ya va a usar cubrebocas:

-¿Usted va a usar cubrebocas?, le insistieron.

“No, no, este ahora ya, además, de acuerdo a lo que plantean los médicos ya no contagio”, respondió.

-El Doctor Gatell ha reiterado que incluso las personas vacunadas tendrían que usar el cubrebocas, ¿aun así no lo va usar?

“No, no, y respeto mucho al Doctor Gatell y es un muy buen médico y ha ayudado mucho para conducir este proceso”.

¿Cómo que ya no va a contagiar? Ha de saber, señor Presidente, que si sigue con la misma actitud tan irresponsable de no usar cubrebocas y estar en contacto con mucha gente, no solamente se puede volver a enfermar, y por lo tanto contagiar a otros. Esta enfermedad no garantiza nada y todavía falta mucho por descubrir. Créame, señor Presidente, que ya no puedo más con todas sus contradicciones. Su forma de explicar las cosas me exaspera, resulta tan surrealista y sin ninguna pizca de sentido común. Cuando una lo escucha es como si escuchara al Mostachón explicándole al Wash and Wear, de los Polivoces, por qué está tan jodido.

En la misma mañanera de ayer el Presidente se refirió a los mandatarios de otros países que ya se habían vacunado. Dijo: “Una autoridad tiene que dar el ejemplo, no es posible que por ser Presidente o tener el cargo más importante de la República, se actúe en una circunstancia como esta con influyentismo, dando mal ejemplo, de que como soy el Presidente a mí me tienen que vacunar primero, no”.

Háganme el cabrón favor, qué tiene que ver el “influyentismo” con el hecho de que los mandatarios se pongan una vacuna contra el Covid-19, en estos momentos, precisamente porque ellos están en contacto con mucha gente y dada la corriente que hay anti-vacuna, deben que poner el ejemplo. Obama, Bush y Clinton ofrecen vacunarse a principios de diciembre 2020 como lanzamiento de una campaña de concientización que sirviera para aumentar la confianza de los ciudadanos en la seguridad de las vacunas. AMLO ha de creer que los tres expresidentes, junto con Biden y Harris, le hablaron al Dr. Fauci, para colarse en la fila. Así lo dio a entender cuando explicó por qué se había enfermado: “Primero porque no me vacuné, no abusé, pude haberme vacunado, hay jefes de Estado, presidentes que se han vacunado, han sido de los primeros, nada más que eso no lo dice la prensa conservadora, la prensa fifí, al contrario, hasta aplauden. Y dos, ¿por qué me contagié? (…) guardé mi sana distancia, pero me tocó…”. ¿Cómo que le “tocó”? No contagiarse es evitar algunas situaciones, como por ejemplo evitar aglomeraciones y cumplir reglas, como usar mascarilla. Le sugiero que escriba dos planas en un cuaderno: “evitar aglomeraciones, usar mascarilla”, etcétera, etcétera.

Algo que me llama la atención y me jode sobre manera es la obsesión del Presidente contra Reforma, como escribió en su crónica Antonio Baranda, reportero de nuestro periódico: “Desde que inició la pandemia estamos padeciendo a todos estos medios de comunicación que están al servicio de grupos de intereses creados. Estamos padeciendo al Reforma”, dijo. Señor Presidente, que le quede claro, lo que en realidad estamos padeciendo desde que empezó la pandemia es a usted. Lo padecemos, lo estamos sufriendo; con usted las estamos pasando negras, estamos sudando sangre, en otras palabras, ya estamos hasta la madre.

Créame, señor Presidente, que nunca en mi vida había utilizado tantos improperios y menos hacia un jefe de Estado, pero con sus declaraciones no lo puedo evitar. No nada más las digo, sino que las grito cuando estoy solita, y la verdad es que me hace mucho bien. Como usted dice: “lo más importante es la libertad”. Ahora las digo sin culpa y sin un ápice de vergüenza, me ayudan a expresar lo que realmente siento.

Así como están las cosas, no me queda más que agregar, ¡¡¡háganme el cabrón favor!!!