Hay algo en mi que muere todos los días.

**DE REALIDADES Y PERCEPCIONES.

*Quizás no nos damos cuenta, pero en México morimos 100 veces al día. En el aire respiramos los restos del último aliento arrebatado. Las muertes apiladas una sobre otra. Traspapeladas entre la cotidianidad de los quehaceres.

José Ignacio Rasso*

Quizás no nos damos cuenta porque tenemos que vivir nuestras vidas. Porque no despiertas llorando la muerte de otros. Porque no sufres la sentencia migrante que se hereda en el camino. Porque no entregas la estafeta envenenada que se pasa de mujer a mujer con una violación segura.

Quizás no nos damos cuenta porque hay que salir temprano a trabajar. Porque hay que ver el lado bueno de la vida. Porque no hay que sumergirse en malos pensamientos. Porque crees que no depende de ti. Porque son mecanismos de defensa.

Quizás hay cientos de razones para sobrevivir las 3,000 muertes violentas al mes que pasan al otro lado de la calle. Que caen en los barrancos. Que se esconden en bolsas de basura. Que se entierran en fosas clandestinas. Que se olvidan entre el fuego cruzado del narcotráfico, el gobierno, el crimen organizado y el desorganizado.

Quizás soy injusto en hacerte sentir mal. Porque todo esto ya se sabe. Es el México que nos tocó vivir. Son las muertes empujadas al rincón, barridas debajo del tapete de la impunidad. Son sólo los hombres malos los que asesinan a 10 mujeres al día. Nada tienen que ver mis bromas misóginas, mi machismo, mi complicidad ni mi silencio.

Quizás hay algo en nosotros que muere todos los días cuando normalizamos la violencia. Cuando miramos de reojo la realidad que viven los vecinos. Cuando no visualizamos la desesperación de las madres buscando a sus desaparecidos. Cuando pasamos por el lugar de los hechos sin encontrar más huella que un hilo de sangre. Cuando ignoramos las balaceras que suceden en otro estado, lejos en la serranía.

Quizás morimos cuando festejamos linchamientos públicos. Cuando compartimos memes que denigran. Cuando avalamos discursos polarizadores. Cuando nos sentimos el macho alfa sobre la tumba de nuestras conquistas. Cuando organizamos el grito homofóbico. Cuando hacemos del color de piel, de la clase social, de la ideología o de la religión un atributo para condenar al otro.

Son cientos de miles de muertes violentas que se nos han dosificado por años en nuestras vidas. Son millones de partículas de resentimiento que quedan impregnadas en la ropa. Es la tristeza que queda enquistada en la mirada de las niñas.

Es la muerte que queda en nosotros al dar por hecho lo que pasa y al normalizar las violencias.

@JoseiRasso

*Columnista. Empresario. Chilango. Amante de las letras. Colaborador en Punto y Contrapunto. Futbolista, trovador, arquitecto o actor de Broadway en mi siguiente vida.