Hay que ser periodistas.

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/ Jorge Ramos /

Columbia, Missouri.- Acabo de ver la noticia de mi muerte. Apareció en TikTok. Dice que me dio un derrame cerebral, que me desplomé en un estudio de televisión y lo anuncia un reportero a quien le copiaron su imagen y su voz.

Todo es fake news. La información de mi aparente muerte no cuadraba; hace casi un año que dejé de trabajar en la televisión -ahora soy tiktokero, youtuber y podcaster- y no me he vuelto a acercar a un estudio de grabación. Por eso, al principio, no le hice caso a la difusión de la mentira. Pero, de pronto, me empezaron a llegar textos en la madrugada. “Amigo, ¿todo bien?”. Mi cuñada me envió un mensaje personal para no alarmar al resto de la familia. “Sentí feo”, me escribió, “eso debería ser cárcel”.

Lo peor fue que uno de mis hermanos lo vio en las redes, me llamó por teléfono y no le pude contestar porque estaba haciendo una entrevista. Fueron, supongo, minutos de angustia hasta que se comunicó con mi hija. Ahí fue cuando decidí avisarles a todos. Afortunadamente localicé a mi hijo antes de subirse a un avión. “Gracias, papá”, me dijo, “imagínate si lo hubiera leído en pleno vuelo”.

Para crédito de TikTok, el bulo original ya no está en su plataforma y el sistema de inteligencia artificial (IA) de Google dice que “han aparecido publicaciones en redes sociales que afirman falsamente su muerte”. No exagero al decir que vivimos inundados de desinformación. Por eso todos debemos convertirnos en periodistas.
Los reporteros estamos entrenados a dudar de todas las noticias. Buscamos verificarlas antes de publicarlas. Y lo hacemos como testigos o hablando con fuentes confiables. Aun así, hay veces en que nos equivocamos. Cuando eso ocurre, reconocemos el error y corregimos inmediatamente. Al final, se convierte en una forma de vida. Vamos rescatando la verdad de un montón de mentiras, cuentos y prejuicios.

Ante un universo digital donde las grandes plataformas se han dado por vencidas en su obligación de fact-checking, no tenemos más remedio que ser nuestros propios editores.

Acabo de pasar tres días con estudiantes de la escuela de periodismo de la Universidad de Missouri. Es, sin duda, una de las mejores del mundo. Están cargados de premios Pulitzer y de un envidiable sistema de enseñanza. Le llaman el “Método Missouri”. Consiste en que los estudiantes aprenden periodismo haciéndolo, en la práctica. Así me tocó ver a estudiantes de primer año presentando noticias en el canal local de televisión, escribiendo reportajes para el periódico de la ciudad o reportando para la estación de radio de la universidad. Por eso las más prestigiosas corporaciones de medios de comunicación de Estados Unidos los buscan tanto luego de graduarse.

Para no ser engañados en una pantalla del celular o la computadora, hay que parecerse a estos meticulosos y esforzados estudiantes de “Mizzou” (como le llaman a la universidad) que desde los 17 y 18 años se han convertido en expertos en separar datos y hechos de falsedades e invenciones. No, no hay otros datos, ni otra realidad.

Una muy breve búsqueda, y un ligerísimo fact-checking universitario, hubiera permitido decir, como lo hizo Mark Twain en 1897, que “las noticias sobre mi muerte son exageradas”. Y me alejo del tema de la muerte porque quiero seguir viviendo con intensidad. Pero reconozco que leer sobre mi propio fallecimiento fue desequilibrante. Mientras tanto, como dice la canción de Coldplay, que “viva la vida”.

Posdata Nobel. “¿Tú estarías de acuerdo con una operación militar de Estados Unidos en Venezuela?”, le pregunté por Zoom hace unas semanas a María Corina Machado, quien acaba de ganar el Premio Nobel de la Paz. “No es necesaria”, me respondió, “y se lo hemos dicho claramente a la administración (Trump). El régimen ha ido perdiendo todos los pilares de apoyo. Una vez contaba con la gente y con el control de la gente; lo ha perdido totalmente… Y sí creo que lo que está ocurriendo internacionalmente configura una situación inédita para Maduro y su entorno”. María Corina se merece el Nobel de la Paz y mucho más. Es una mujer valiente, congruente y que ha sacrificado su vida por la democracia en Venezuela. Todas las dictaduras caen y la de Maduro también lo hará, gracias a mujeres como María Corina.