Hay una gran deuda social con las personas mayores cuidadoras .

*Se encargan del cincuenta y cinco por ciento de los niños mientras su madre o tutor trabaja: Inegi; la actividad de apoyo representó un valor económico de 1.63 billones de pesos.

/ Rafael Paz / Hugo Maguey /

Para Verónica Montes de Oca Zavala, investigadora del Instituto de Investigaciones Sociales (IIS) de la UNAM, necesitamos impulsar por toda América Latina que el trabajo de cuidado realizado por las personas mayores sea remunerado.

“Es darle valor y permite, principalmente, que las mujeres o quienes cuidan tengan un ingreso y que se visibilice esa labor, la cual representaría entre el 19 y 26 % del Producto Interno Bruto.

“Hay una gran deuda social hacia cualquier persona que realice trabajos de cuidados y, especialmente, no remunerados”, subrayó.

De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo Nueva Edición, divulgada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) –https://www.inegi.org.mx/contenidos/saladeprensa/aproposito/2022/EAP_ADULMAY2022.pdf–, en México residen 17,958,707 personas adultas mayores (de 60 años y más), lo que representa el 14 % de la población total del país.

Además, la encuesta estima que 12,110,210 personas de 60 años y más son parte de la Población No Económicamente Activa (PNEA) y que de ésta, la mitad (el 51 %) se dedica a los quehaceres domésticos, mientras que el 31 % está pensionada y jubilada y el 2 % está incapacitada permanentemente para trabajar. En relación con el sexo, el porcentaje de mujeres que realizan quehaceres domésticos es mayor al de los hombres (70 % frente a 14 %).

El porcentaje se invierte en las personas pensionadas y jubiladas: en estos casos, 58 % son hombres y 17 % mujeres. La tendencia observada para cada sexo se repite por grupos de edad. Destaca un mayor peso relativo en los hombres jubilados de 80 años y más (45 %) y en las mujeres.

Por su parte, en 2017 la Encuesta Nacional de Empleo y Seguridad Social del Inegi reveló que el 55 % de las niñas y los niños son cuidados por sus abuelas y/o abuelos mientras su madre o tutor trabaja. Según la Cuenta Satélite del Trabajo No Remunerado de los Hogares de México, la actividad de cuidado y apoyo (incluyendo el cuidado de las infancias) tuvo un valor económico de 1.63 billones de pesos.

Montes de Oca Zavala apuntó al respecto que “se trata de visibilizar la situación anterior e integrarla en las políticas públicas para que también fomente y permita un mayor desarrollo en el país. Porque es un trabajo y, por lo tanto, su pago permitirá consumo, producción, ingreso y, sobre todo, que las personas puedan hacer uso de esos recursos para su propio desarrollo. Es un ganar-ganar por todos lados, con justicia y equidad. Además, del respeto a los derechos de todas las personas en una actividad que a mí me parece fundamental”.

“Cada vez somos más conscientes de que estas áreas representan las más nebulosas de nuestro sistema social y económico; por lo tanto, también son unas de las que más injusticia reflejan”, añadió la especialista universitaria.

Es un trabajo y, por lo tanto, su pago permitirá consumo, producción, ingreso y, sobre todo, que las personas puedan hacer uso de esos recursos para su propio desarrollo. Es un ganar-ganar por todos lados, con justicia y equidad”

Es un llamado que ha compartido la Organización de las Naciones Unidas por medio de ONU Mujeres, ya que alrededor del mundo las cosas no son muy distintas a nuestro país. De acuerdo con el organismo internacional, las mujeres realizan al menos 2.5 veces más trabajo doméstico y de cuidado no remunerado que los hombres. “En consecuencia, tienen menos tiempo para dedicar al trabajo remunerado o laboran más horas, combinando empleos remunerados con otros que no lo son. El trabajo no remunerado de las mujeres sufraga el costo en cuidados que sustenta a las familias, apoya a las economías y a menudo suple las carencias en materia de servicios sociales”, argumenta.

Para Montes de Oca Zavala, la situación “no es un abuso por parte de los familiares en estricto sentido, sino por parte del mercado de trabajo y de un Estado que ha sido negligente ante el derecho al cuidado que tiene cualquier persona ante la población infantil”.

Recalcó que se trata de una red de apoyo invaluable que se ha desarrollado a lo largo de los años en México, la cual ha permitido a las infancias tener un crecimiento sano dentro del lecho familiar:

“Ese trabajo no remunerado es fundamental para la economía. Las cifras muestran el tamaño de la omisión del Estado. Las personas mayores están incrementándose en nuestra sociedad y esto es un gran indicador de nuestro desarrollo. Pero no podemos cargarles la mano”, finalizó.

“Tenemos que hacer una división de lo que son cambios esperados por el envejecimiento y lo que es enfermedad”, destacó José de Jesús Rivera Sánchez, académico del Departamento de Farmacología de la Facultad de Medicina y jefe de Servicio de Geriatría del Hospital General de México, al ser cuestionado sobre las afecciones más comunes que sufren las personas de la tercera edad.

Las modificaciones relacionadas con el envejecimiento, explicó el especialista, se encuentran vinculadas, principalmente, con la reparación de tejidos y el declive funcional armónico, el que se da cada año a partir de los 45 años.

“Como parte del proceso de envejecimiento, hemos determinado que es una disminución de la eficiencia multiorgánica con el objetivo de mantener la homeostasis energética, la capacidad de mantener la obtención y utilización de energía.

“La salida más económica para el organismo es irse haciendo pequeño”, subrayó el investigador, y continuó: “Todos los órganos van disminuyendo en su tamaño y la capacidad de reparación es uno de los elementos con el que está relacionado. En las lesiones, se dan en las diferentes estructuras orgánicas por las enfermedades crónicas. Por eso, tenemos que separar lo que son los cambios esperados con la vejez de las enfermedades”.

Respecto a esas últimas, subrayó, que las que son “más prevalentes en nuestra nación, las crónicas, son exactamente las mismas que en los jóvenes: diabetes, hipertensión arterial sistémica, cáncer, a las que sumaría algunas no diagnosticadas frecuentemente como el deterioro cognitivo”.

Una de las razones por las que la demencia, aunque es conocida, resulta poco diagnosticada tiene que ver con que muchos médicos de primer contacto carecen del entrenamiento indispensable para identificarla.

Y advirtió: “También están los padecimientos sociales, como el viejismo, el abandono, el maltrato, que son otra gran epidemia para el envejecimiento. No se les toma en cuenta y el médico debería poder diagnosticarlos, abordarlos, reportarlos y tratarlos”. Gaceta UNAM