/ por Sandra Ferrer Alarcón /
Actualmente ha tomado popularidad la palabra micromachismos para referirse a aquellas violencias de género que son tan comunes y sutiles que pasan desapercibidas en el día a día; sin embargo, tal como señalan Claudia de la Garza y Eréndira Derbez en su publicación “No son micro. Machismos cotidianos”:
“[…] el problema de este término es que se piensa que, por ser micro, prefijo que significa pequeño, se trata de conductas pequeñitas, poco importantes o que son “poca cosa”. Es inevitable la asociación. Sin embargo, aquí el tamaño no es la cuestión, sino su cotidianidad y su persistencia. A diferencia de los actos evidentes de violencia contra las mujeres, estas acciones han sido normalizadas y naturalizadas al grado de que no las vemos, muchas veces incluso son justificadas y legitimadas por la sociedad.”
En otras palabras, utilizar el término micromachismos minimiza las violencias, lo que genera que sigan siendo reproducidas y por ende aceptadas. Entre las conductas que se encuentran ubicadas en estos mal llamados micromachismos se han comenzado a utilizar diversos términos provenientes del idioma inglés como dos que son poco conocidos pero que suceden constantemente en el mundo laboral. El primer término es el hepeating, que es una contracción del pronombre he (él) y la palabra repeating, que significa repitiendo. Básicamente, se podría definir como la acción de un hombre, que repite una idea de una mujer, la cual por la misma violencia de género fue descartada o ignorada, pero cuando la dice un hombre es tomada en cuenta y premiada, por lo cual el hombre asume la autoría de esta idea.
El segundo término, también definido como micromachismo, es el bropriating o bropropriating, que también es una conjunción de la palabra brother (hermano) y appropriating que significa apropiación, esta acción se representa cuando un hombre se aprovecha de toda la estructura patriarcal que les favorece para apropiarse del trabajo de una mujer y hacerlo pasar como suyo. Esta es una práctica más común de lo que se cree y nada nueva, de hecho, existen ejemplos bastantes significativos, en donde incluso hombres han obtenido Premios Nobel, por el trabajo realizado por una mujer y no sólo hablamos de una ocasión.
Sucedió con la física austriaca, Lise Meitner, quien, en 1938, descubrió la fisión nuclear y compartió su descubrimiento con el químico Otto Hahn, quien recibió el premio nobel de química en 1944 y
1 De la Garza, Claudia y Derbez, Eréndira. No son micro. Machismos cotidianos. Editorial Grijalbo, 2020, México, página 12 -13.
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Lise Meitner no y sólo suele atribuirse una contribución a dicho trabajo minimizando su autoría real. Así sucedió igualmente con la microbióloga Esther Zimmer Lederberg, quien en 1951 descubrió la capacidad de transmisión de genes y realizó varias investigaciones que eran firmadas por su esposo Joshua Lederberg, dado que ante el sistema patriarcal las investigaciones de las mujeres tenían nula relevancia y fue así como en 1958 fue galardonado con el premio nobel de fisiología y medicina que fue compartido con otros hombres George W. Beadle y Edward Lawrie Tatum, pero no la microbióloga. E incluso se ha señalado que Albert Einstein, se atribuyó varias ideas de Mileva Maric, su esposa, especialmente las relacionadas a su investigación del efecto fotoeléctrico que le otorgaron a Einstein el premio nobel en física en 1905.
Tal vez uno de los episodios más conocidos en la historia sobre robo intelectual en este ámbito es de la Foto 51, que tomó la química Rosalind Franklin que fue esencial para decifrar la estructura del ADN, descubrimiento con el que se otorgó el premio nobel de medicina en 1962 a James Watson, Francis Crick y Maurice Wilkins. En este caso, Wilkins que tenía una clara antipatía contra Franklin por su gran inteligencia, le mostró a Watson la fotografía que ella había tomado con la técnica de cristalografía en rayos X sin el consentimiento de ella. Esta técnica era muy complicada para la época y había muy pocas personas como ella que tuvieran el conocimiento necesario para poder realizarla. En el mundo científico se ha señalado que sin esa foto los científicos no hubieran logrado el descubrimiento que les otorgó el premio nobel, siendo que ella no sólo no obtuvo el reconocimiento merecido por su trabajo, si no que además derivó en su muerte a causa de la radiación en 1958.
Y así como ha sucedido con el galardón con mayor reconocimiento a nivel internacional, sucede día a día con varias mujeres en el mundo laboral, en donde hombres conscientes de los beneficios y protección de un sistema basado en la violencia hacía el otro género se aprovechan de varias formas para apropiarse del trabajo de las mujeres. Para explicar esta idea, vamos a partir primero de cifras muy contundentes como las señaladas en el informe “Women in business 2022” por la firma Gran Thornton, en donde ubican solo el 33% de las mujeres en un cargo directivo, contra el 67% de los hombres que ocupan estos puestos.
Por su parte, la Organización Internacional de Trabajo (OIT) en su informe “Las mujeres en la gestión empresarial. Argumentos para un cambio” del 2019, indica que después de una serie de encuestas a diversas empresas de los cinco continentes se identificaba que en el 78% de las empresas encuestadas los puestos directivos eran ocupados por hombres y que además se identificaba que generalmente los puestos directivos o de liderazgos ocupados por mujeres estaban relacionados con áreas como administración y contabilidad, mientras que las áreas más estratégicas seguían siendo ocupadas por hombres. En este mismo informe, la OIT señala alguna de las razones expuestas por las empresas para esta esta situación, en donde evidentemente se encuentran también involucrados los estereotipos y roles de género, entre ellos el creer que para trabajar en una empresa de alto nivel o ser considerada una persona más productiva se necesita estar disponible en todo momento y viviendo aún en una sociedad en donde las mujeres asumen los roles de cuidado de la familia y las labores del hogar, esto les impide ser consideradas para estos puestos. Aunque la OIT termina con una serie de propuestas para combatir esta disparidad en materia de género como son el trabajo a distancia, horarios flexibles y en general la idea de desmantelar la cultura de la disponibilidad permanente, así como centrarse en los beneficios de tener más diversidad.2
Pero la importancia de estas cifras y de las conclusiones del informe de la OIT, tiene que ver con el hecho que muchos de estos puestos directivos no son obtenidos porque necesariamente estos hombres tengan los conocimientos necesarios para ejercer este tipo de puestos, si no por el hecho de la
2 Para más información sobre esta investigación, ver: https://www.ilo.org/infostories/es-ES/Stories/Employment/beyond-the-glass-ceiling#conclusion
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existencia de estos estereotipos de género y el miedo a la diversidad, así como la misoginia existente no sólo en el ámbito empresarial si no en todo el ámbito laboral, en donde se cree que los hombres no pueden estar por debajo jerárquicamente de las mujeres y por ende no pueden recibir instrucciones de ellas. Es así, que al encontrarnos en un mundo en donde los tomadores de decisiones son en la gran mayoría hombres, sin importar necesariamente su trayectoria académica y/o profesional, es que hace que se recurran a las prácticas mencionadas anteriormente como el hepeating y el bropriating, o bien, se delega el trabajo a mujeres que se “vuelven las manos derechas”, pero nunca las personas a cargo y quien se lleva el mérito y reconocimiento es el hombre que no sólo ocupa el puesto directivo, sino que además recibe un mayor salario.
Los términos para este tipo de violencias de género son lo de menos, lo importante de fondo es la invisibilización del trabajo de las mujeres, así como sucedió con las científicas Lise Meitner, Esther Zimmer Lederberg y Mileva Maric. Pero la violencia de género lamentablemente siempre puede ir más allá del robo intelectual, pues si añadimos a la ecuación una relación de pareja como la de Esther Zimmer Lederberg y Mileva Maric tuvieron con los hombres que se apropiaron de sus ideas, podemos hablar incluso de manipulación, violencia psicológica e incluso física. Un ejemplo perfecto de esto es el caso de Margaret Doris Hawkins, que incluso inspiró la película Big Eyes, que relata la situación de violencia que vivió a manos de Walter Keane, su esposo, quien se robó la autoría de las pinturas de Margaret a quien convenció de aceptar pintar sin descanso y que él recibiera el crédito. Después de salir de ese ciclo de violencia, Margaret se negó a que él se siguiera atribuyendo su trabajo, quien al final decidió retarlo a pintar en público y luego lo demandó por difamación, llegando con un juez que les pidió que hicieran en una sala judicial uno de los retratos que se atribuía Keane, quien se negó alegando que tenía un problema en el hombro, con lo cual pudo comprobarse la autoría real.
Y así como estos casos, el mundo laboral mexicano no es la excepción, además de las prácticas mencionadas anteriormente y la delegación de tareas que suelen hacer los hombres en puestos directivos para al final apropiarse del trabajo de las mujeres, si agregamos a la ecuación la falta de oportunidades laborales, la cultura machista y misógina que aún tiene mucha fuerza en el país, el acoso y hostigamiento sexual, la falta de condiciones laborales apropiadas para las madres que trabajan, las jornadas extenuantes de más de 8 horas, la discriminación y especialmente la falta de acceso a la justicia para erradicar estas prácticas. Tenemos como resultado sólo algunas de las razones, por las que las mujeres preferimos callar aunque sabemos que estas prácticas están mal y que para nada se trata de micromachismos, sino de un robo intelectual y de una invisibilización de nuestro trabajo.
Es claro que enfrentarnos contra esta estructura patriarcal en el ambiente laboral no es fácil, habiendo otro tipo de violencias más visibles como los feminicidios que aunque es una de las violencias más repudiadas, al menos en lo público, tampoco tienen las cifras más alentadoras en acceso a la justicia, pues tan sólo el estudio de la asociación civil Impunidad Cero, titulado Impunidad en homicidio doloso y feminicidio 2022, señala que sólo el 8.6 de casos de feminicidio, llegan a una sentencia.
Aunado a ello cabe citar a Moira Pérez quien señala que “la noción de violencia epistémica se refiere a las distintas maneras en que la violencia es ejercida en relación con la producción, circulación y reconocimiento del conocimiento: la negación de la agencia epistémica de ciertos sujetos, la explotación no reconocida de sus recursos epistémicos, su objetificación, entre muchas otras”. Una manifestación de este tipo de violencia es el extractivismo epistémico, puesto que de acuerdo con Moira Pérez “en los procesos de extractivismo epistémico, entonces, existe una idea del valor de aquellos conocimientos, pero no del valor, los derechos o la dignidad de quienes los produjeron”3.
3 Pérez Moira, “Violencia Epistémica: Reflexiones entre lo Invisible y lo Ignorable”, Revista de Estudios y Políticas de Género, no. 1, abril 2019, pp. 82.
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¿Dónde está la participación del estado?
La falta de un autoanálisis en la aplicación y efectividad de sus políticas públicas para erradicar la violencia de género, garantizar la igualdad y equidad para que las mujeres tengan mayor acceso a puestos de liderazgo impide trabajar verdaderamente por dicho objetivo; es necesario que el estado ponga el ejemplo de una manera ejemplar, empezando desde su propia estructura, redoblando esfuerzos para concientizar e informar sobre los términos hepeating y bropriating con todo su personal; la sociedad será capaz de entender que nuestros tiempos han cambiado cuando haya un reconocimiento y visibilización de que las mujeres que pueden ocupar cualquier tipo de cargo, para ello, bastará con mencionar un claro escenario, ¿México, cuando tendrá a su primera presidenta?
Es necesario que el estado implemente políticas que incentiven al sector privado a sumar esfuerzos en visibilizar y crear espacios donde las mujeres sean reconocidas por el trabajo y las aportaciones que brindan, que se les de el acceso a ser líderes de empresas quitando los tabús y las ideas que tan arraigada tiene nuestra sociedad sobre los roles y estereotipos de género.
¿Pero qué hacer ante una realidad tan desalentadora? La primera sugerencia, sería dejar de nombrar a las prácticas hepeating y el bropriating, así como el mansplaining (macho explicación) o manterrupting (macho interrupción), entre otras, como micromachismos y si es posible dejar de utilizar el término “micro” para ejemplificar cualquier tipo de violencia de género que pueda estar socialmente aceptada o que sea tolerada. Es importante, comenzar a identificarlos como parte de esta violencia de un sistema patriarcal que nos afecta diariamente
. Después, al identificar estar prácticas habría que dejar de reproducirlas y señalarlas cada que suceden para lograr visibilizarlas y en un futuro erradicarlas. Como hombres, podrían asumir que por el simple hecho de haber nacido con un sexo que ha predominado todas las estructuras desde hace siglos, tienen privilegios que sin duda afectan a las mujeres. Si se quiere ir más allá y se tiene un puesto de tomas de decisiones o de liderazgo, buscar que las ideas y trabajos de las mujeres de nuestros equipos sean reconocidas, pero sobre todo que estén en los puestos que deben ocupar y con los salarios que sean acordes a las actividades que realizan. Y si se quiere ir aún más allá, apostar por espacios más diversos con más mujeres, con más personas de diversidades sexogenéricas, personas de comunidades y pueblos indígenas, personas de las periferias, personas con discapacidad y también apostar a otras formas de realizar el trabajo, con trabajo a distancia, reducir jornadas laborales, brindar espacios de autocuidado, con enfoque de accesibilidad y que favorezcan la salud mental.
En resumen, brindar un trato digno en los espacios laborales, en donde las mujeres nos podamos sentir seguras en todo sentido, pero sobre todo que en algún momento estas prácticas de robo intelectual no sean más toleradas ni reproducidas.
Sandra Ferrer Alarcón
Colectiva de abogadas Mexkált “Tejiendo dignidad a través de la justicia”
* Se señala que las consideraciones contenidas en la presente intervención son fruto exclusivo del pensamiento del autor y no tienen en algún modo carácter vinculante para la administración de pertenencia.
Fuente cielolaboral