* Las personas adultas mayores son un segmento poblacional en extremo vulnerable a los desastres naturales.
15.10.2025. Poza Rica, Veracruz.- La noche se volvió río. En la colonia Morelos, donde las calles suelen oler a café y a tierra húmeda, el agua llegó sin pedir permiso. El Cazones, ese cauce que acompaña la ciudad desde siempre, se desbordó con furia. No fue lluvia: fue invasión.
Hilario Reynosa Varela, pescador jubilado, y Elodia Reyes, su compañera de vida, dormían cuando el agua rompió la puerta. No hubo tiempo para recoger nada. La corriente entró como ladrón, como bestia. Hilario, apodado “El Gancho al Hígado” por su carácter firme y su historia de luchador, cargó a Elodia sobre la espalda. “Agárrate de mi pescuezo”, le dijo. Y ella, con su frágil figura, se aferró.
La casa se volvió trampa. La puerta no cedía. Hilario, con el agua al pecho, derribó parte de una pared de la precaria vivienda. Salieron, pero no escaparon. Afuera, la corriente era más cruel. Se abrazaron a los restos de concreto, a la vida. Así les amaneció: mojados, temblando, sin poder moverse, fundidos en un abrazo que no terminaba.
En algún momento, Elodia se soltó. El agua la arrastró. Hilario se lanzó tras ella, guiado por el instinto, por el amor. “No sé nadar”, dijo ella después. “Pero fui pescador”, respondió él. La alcanzó. La rescató. La sostuvo para ya no soltarla, luego de que buceara y no la encontrara.
Y entonces, entre el caos, apareció el compresor. No como herramienta, sino como salvavidas. Se aferraron a él mientras el agua lo cubría todo. Ese objeto, inerte y pesado, se volvió ancla. Se volvió isla. Se volvió símbolo.
La imagen que los muestra abrazados entre el agua se volvió viral. No por el drama, sino por la ternura. Por la resistencia. Por el gesto humano en medio del desastre. En redes sociales, los llamaron “los abuelitos de Poza Rica”. Pero aquí, en su barrio, son Hilario y Elodia. Son los que sobrevivieron.
Cuando el agua bajó, su casa era escombro. “Perdimos todo”, dijo Hilario. “No tenemos nada.” Pero una mujer de una comunidad vecina los auxilió. Les dio comida, cobijo, consuelo. “Gente así te recuerda que no todo se perdió”, dijo Elodia.
“Lo bueno que estamos vivos” expresan el matrimonio en diversas entrevistas con medios electrónicos, donde se han dado a la tarea de gestionar ayuda para el matrimonio que estremeció aquella terrible madrugada.
La vulnerabilidad que no se ve desde las instituciones.
La historia de Hilario Reynosa Balderas y Elodia Reyes Azuara no es una excepción. En Veracruz, tras el desbordamiento del río Cazones, al menos 30 personas perdieron la vida. Muchos eran adultos mayores. La mayoría murió en la oscuridad, sin aviso, atrapados en viviendas precarias o sin fuerza para escapar. Otros perdieron su precario patrimonio “se lo llevó el río, señalan con la voz entrecortada mientras se refugian debajo de palmas para descansar de quitar el lodo en su casa derrumbada.
Según el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático, México es uno de los países más vulnerables del mundo ante los efectos del cambio climático. Y dentro de esa vulnerabilidad, las personas mayores enfrentan riesgos agravados: movilidad reducida, dependencia física, aislamiento, y falta de acceso a información o redes de apoyo.
Un estudio reciente publicado por la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo señala que los adultos mayores son los menos considerados en los protocolos de emergencia, y que las políticas públicas aún no incorporan mecanismos específicos para su protección. En eventos como el de Poza Rica, esto se traduce en muertes evitables.
La UNAM, en su análisis sobre desastres y asentamientos humanos, advierte que los fenómenos naturales no son los únicos responsables: los desastres se amplifican por las condiciones sociales, económicas y urbanas que los rodean. En colonias como Morelos, donde viven Hilario y Elodia, la infraestructura es débil, la respuesta institucional lenta, y la memoria del abandono larga.