Un consejero de Donald Trump reprendió este martes al papa Francisco por haber criticado la política migratoria del presidente de Estados Unidos, amigo de encomendarse a Dios y a la religión siempre que no le lleven la contraria.
En una carta a los arzobispos estadounidenses, el jesuita argentino, de 88 años, pidió “no ceder ante las narrativas que discriminan y hacen sufrir innecesariamente a nuestros hermanos migrantes y refugiados”.
Porque, según él, las expulsiones de migrantes en situación irregular constituyen una “importante crisis” que “lastima la dignidad” de las personas.
Unas declaraciones que escuecen en Estados Unidos, un país donde la política y la religión van de la mano.
Tom Homan, nombrado zar fronterizo por el propio Trump, reaccionó rápidamente. “Quiero que se centre en la iglesia católica y arregle eso y nos deje a nosotros la vigilancia fronteriza”, dijo a periodistas en la Casa Blanca.
“¿Quiere atacarnos porque garantizamos la seguridad de nuestras fronteras? Hay un muro alrededor del Vaticano ¿verdad? No podemos tener un muro alrededor de Estados Unidos”, soltó, molesto.
En realidad el sumo pontífice reconoce “el derecho de una nación a defenderse y mantener a sus comunidades a salvo de aquellos que han cometido crímenes violentos o graves mientras están en el país o antes de llegar”.
El doble discurso de Trump.
Con la creencia de que “Dios le salvó” la vida cuando un hombre disparó contra él durante un mitin en Pensilvania (noreste) en plena campaña electoral, el magnate elegido como Presidente de EUA ha emprendido una serie de medidas para blindar la fe religiosa.
En EUA por decreto abrió una Oficina de la fe en la Casa Blanca, dirigida por la televangelista Paula White, su asesora espiritual.
“Cambió algo en mí”, confesó el republicano durante un desayuno de oración en el Capitolio la semana pasada. “Creía en Dios, pero ahora lo siento con mucha más fuerza”, declaró.
Antes había urgido una disculpa de la obispa Mariann Budde, a quien agredió llamándola pseudo obispa a la líder de la Iglesia episcopal que en las ceremonias de su investidura, en un sermón frente a la nación, le suplicó piedad para las y los trabajadores migrantes y grupos vulnerables, a los que sistemáticamente ataca Donald Trump.
Según Trump acabará con lo que él describe como la “persecución” de los cristianos en Estados Unidos.