Hombres a favor de las mujeres.

Sin tacto.

Por Sergio González Levet.

Creo entender por qué las mujeres decidieron salir solas a marchar el domingo y me resulta más clara aún la razón de que el lunes pasado se invisibilizaran como una forma de hacer patente su importante papel en la sociedad.
Tenían que marcar su territorio, hacer su propia y exclusiva protesta por una violencia que les afecta solamente a ellas, que las victimiza de la peor manera.
Si hubieran participado hombres en las marchas, el efecto habría sido diferente. Cierto, ahora estaríamos hablando de una cantidad mucho mayor de participantes, más del doble seguro, y no tendrían nada que decir los que se quejan de que la convocatoria no fue suficiente, que fueron pocas las desfilantes y pudieron haber sido más.
Eso de “pocas” tal vez tiene que ver con los números de las policías de gobiernos morenistas que, en su intento por minimizar mediáticamente las protestas, vieron en la Ciudad de México primero 30 mil y después 80 mil asistentes, cuando fue evidente que había fácil más de 100 mil participantes, y en Xalapa solamente contaron 3 mil, cuando la larga fila de mujeres bajo la lluvia fácilmente rebasaba una decena de miles.
Fueron en verdad marchas tan inéditas como tumultuosas, y a ellas habría que agregar el número de los simpatizantes varones que permanecieron en sus hogares, invisibilizados ellos un día antes del ejercicio femenino del desvanecimiento provocador.
Fueron dos días exclusivos de las mujeres, agredidas secularmente en su feminidad, en su dignidad, en su integridad, y ahora agredidas además en su vida; desaparecidas, torturadas.
Pero también fueron dos días para los hombres verdaderamente democráticos, que entienden que la equidad para ambos sexos es una necesidad perentoria en el nuevo orden de cosas, ahora que se han impulsado leyes y reglamentos para traer la justicia y la equidad a todos y sobre todo a todas.
Muchos varones no estuvieron físicamente en las protestas, pero igualmente tienen la convicción de que la lucha de las mujeres es legítima y necesaria, y participan activamente para pagar la deuda histórica que tenemos con tantas madres abnegadas, con tantas jóvenes vilipendiadas, con tantas profesionistas hechas menos, con tantas trabajadoras que reciben un salario menor por hacer lo mismo (y hacerlo mejor generalmente).
La lucha de las mujeres es también la de miles y miles de hombres que recuerdan que le deben la vida y los primeros cuidados a su madre, que tienen hermanas y amigas a las que quieren con profundo afecto, que son padres de hijas a las que deben cuidar y proteger con regocijada ternura.
El lunes 9 fue un día sin las mujeres. A partir de ahora, la lucha deberá ser de ellas y sus aliados del otro sexo, que también son legión.
¿Verdad, don Andrés?

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