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/ Por Javier Hernández Alpízar/MedioLibres/
Las giras europeas del Escuadrón 421 y ahora la Extemporánea están marcando hitos históricos. Desde 1994, después del alto al fuego forzado por la movilización social, los zapatistas mayas quisieron dialogar más con la sociedad que con el gobierno. Muchas convocatorias e iniciativas civiles dan cuenta de ello.
El contacto con las organizaciones de muchos países ha sido constante. Es un diálogo con luchas y pensamientos otros, pero que convergen en la defensa de la vida frente a un sistema, el capitalista, que más que un modo de producción es ya un modo de destrucción, como dijera Jean Robert en uno de esos encuentros del pensamiento y la palabra auspiciados por el EZLN.
Las consecuencias prácticas de estos encuentros se aprecian ahora en la cantidad y la calidad de los colectivos y organizaciones que están recibiendo a las delegaciones zapatistas. Y Europa es solo el comienzo de su visita a todos los continentes.
Pero esta capacidad de moverse hacia esos países y de contagiar la rebeldía y compartir el pensamiento y la palabra es posible por el crecimiento del movimiento zapatista en su territorio autónomo.
No es solamente su autogobierno y autonomía, lo que atrae la mirada de organizaciones de todo el mundo, es también la continuidad generacional de su formación como sujeto colectivo, como sujeto político e histórico.
A diferencia de la izquierda de abajo en México, que tiene muy escaso recambio generacional, las niñas, niños, adolescentes, jóvenes y jóvenas (como ellos las llaman) zapatistas retoman la estafeta en todos los terrenos: en el EZLN, como guerreros y guerreras, pero también en la vida civil, los proyectos económicos autónomos y en las delegaciones políticas que salen a escuchar y a llevar la palabra.
Son jóvenes y niñ@s que ya participan en la vida política comunitaria. En las asambleas zapatistas, un menor o una menor que ya aguanta el sueño, no se duerme en la reunión y pone atención, tiene derecho a participar, no tiene que esperar hasta cumplir los 18 años.
Al menos dos de los más recientes comunicados que pueden leerse en su blog, Enlace Zapatista, se refieren a la situación de los y las jóvenes (Después de los 17. La sección miliciana Ixchel-Ramona), y de las niñas y los niños (Comando Palomitas).
La relación con la situación de las niñas, niños, adolescentes y jóvenes en el resto del país, e incluso en el resto de Chiapas, no podría ser más contrastante.
Las y los zapatistas han mejorado su vida, su autonomía les ha dado libertad, sentido histórico, mejor alimentación, salud, educación y participación cívica.
En el resto de México, la situación de las niñas, niños, adolescentes y jóvenes es lamentable. Han sido invisibilizados y sus derechos han sido violentados por este y los anteriores gobiernos: la cantidad de infanticidios, juvenicidios, feminicidios de niñas, adolescentes y jóvenes, desapariciones, victimización por la pornografía infantil, la violación y todo tipo de violencias, la trata de personas, los suicidios (Laura Castellanos reportó la incidencia de suicidios en comunidades indígenas chiapanecas no zapatistas, por ejemplo: chamulas, que reciben programas de gobierno desde los tiempos del PRIAN), las orfandades por feminicidios, por muertes por covid, por la violencia organizada y la pandemia de obesidad y otros males, la deserción escolar, el trabajo infantil, es decir, explotación infantil, y la invisibilización de este sector del pueblo mexicano, por ejemplo, el gobierno federal no les quiere vacunar y a regañadientes dijeron que lo harán sólo a quienes son vulnerables por comorbilidad.
Se nota claramente que en los territorios autónomos zapatistas el objetivo es proteger y mejorar la vida de las personas, que quienes toman las decisiones políticas y económicas son las comunidades, las familias, las madres y padres de los niños, niñas, adolescentes y jóvenes zapatistas. Por eso buscan su mejoría en vida, salud, alimentación, educación y horizonte de futuro, y de presente: la libertad de las mujeres, por ejemplo.
En cambio, en el resto de México no se les ve porque no votan: la atención está puesta en los pilares de apoyo político electoral del régimen: adultos mayores que fueron el apoyo del priismo en su tiempo (con su actividad o pasividad) y lo son hoy del bonapartismo, sectores de la sociedad maiceados con programas sociales. Las niñas, los niños, los adolescentes y jóvenes no cuentan ahí.
Bueno, sí cuentan algunos jóvenes que ya pueden votar y, a cambio de un programa social, servir como esquiroles para falsificar la participación y simular que sus comunidades fueron consultadas, así son usados para imponer los megaproyectos del capitalismo extractivista.
Las niñas, niños, adolescentes y jóvenes indígenas en todo el país están bajo la agresión de una guerra de exterminio: desde los yaquis en el norte hasta las comunidades de desplazados en Chiapas o las comunidades del CIPOG en Guerrero. Atacados por la violencia organizada para quitarles, territorio, agua, recursos naturales.
Y qué decir de las niñas, niños, adolescentes y jóvenes haitianos y centroamericanos, reprimidos por el Instituto Nacional de Migración y la Guardia Nacional. Probablemente si sus procesos revolucionarios no hubieran sido destruidos por los Estados Unidos, si hubieran construido una economía para la autonomía, hoy no estarían buscando refugio y asilo en dos países que los tratan con desprecio racista: México y los Estados Unidos.
Por eso los zapatistas, como otras organizaciones indígenas defienden su territorio: porque si los despojan terminarán siendo expulsados, proletarizados, desplazados, desarraigados y reprimidos.
Para las comunidades en el planeta que quieren defender su vida y su futuro, los Caracoles zapatistas son el mejor referente mundial en construcción de autonomía, al lado, quizá, de la autonomía kurda. No hay muchos casos así. Y esto se sabe en el mundo, excepto en México, donde la contrainsurgencia ha desinformado a los mexicanos sobre quiénes son los actuales zapatistas. Incluso en eso la sociedad mexicana va muy a la zaga: en información veraz.