*Astrolabio Político .
/ Por: Luis Ramírez Baqueiro /
“La maldad no necesita razones, le basta con un pretexto”. – Johann W. Goethe.
En México se habla mucho del “huachicol” vinculado a los hidrocarburos, pero poco del robo sistemático de agua, un fenómeno que crece en silencio y que ya representa un negocio millonario. Consultoras como Connectas estiman que en la región centro del país esta actividad ilícita puede generar hasta 162 mil pesos mensuales —unos 8 mil 200 dólares— tan solo entre los atracadores locales de la región centro del país. Si esa cifra se multiplica por el volumen de operadores y por el contexto de abundancia hídrica en estados como Veracruz, el tamaño del problema resulta alarmante.
El reciente reportaje de Connectas y El Economista pone en relieve una verdad incómoda: el robo de agua ha sido poco atendido, y las instituciones encargadas de vigilar el uso del recurso apenas reaccionan. Veracruz, con su enorme riqueza hídrica, no está exento de este saqueo. Por el contrario, se ha convertido en terreno fértil para el huachicol hídrico.
La corresponsal de Excélsior, Lourdes López, documentó a finales de agosto cómo la capital del estado enfrenta ya una crisis por la escasez agravada por el robo indiscriminado del vital líquido. Los tandeos implementados en Xalapa —una medida de emergencia que debería ser temporal— se han convertido en la normalidad para miles de familias que sufren cortes constantes, mientras las tomas clandestinas florecen a plena luz del día.
El maestro Manuel Rosete lo sintetizó en su columna: más de 300 tomas ilegales detectadas en Xalapa no podrían existir sin la complicidad de trabajadores de la Comisión Municipal de Agua Potable y Saneamiento (CMAS), protegidos por un sindicato que se ha vuelto un escudo de impunidad. El resultado: pérdidas de más de 21 millones de metros cúbicos de agua al año y la consolidación de un jugoso negocio de pipas que alimenta la especulación con el recurso más básico para la vida.
El caso de la congregación El Castillo es un ejemplo de la descomposición institucional. Durante meses, hasta 40 pipas diarias extrajeron agua de manantiales locales, equivalentes a 400 mil litros al día. El impacto fue devastador: reducción de caudales en los ríos, nacimientos disminuidos a la mitad y una crisis ambiental que dañó la fauna y rompió el vínculo ancestral de la comunidad con su territorio.
Estamos frente a un robo institucionalizado que combina negligencia, corrupción y complicidad social. En Xalapa incluso se han detectado más de 90 tomas ilegales en una sola colonia irregular, lo que muestra que el fenómeno no es marginal, sino estructural.
Mientras las hampas enquistadas encuentran este nuevo nicho para generar ganancias multimillonarias que de cuantificarse puntualmente los resultados serán de negocios de millones de dólares, mientras la complicidad engañosa de la autoridad hace como que la virgen le habla. El huachicol hídrico es, quizá, la más peligrosa de las mafias porque atenta contra la vida misma. Veracruz necesita un plan urgente de vigilancia, sanción y cultura de uso racional del agua. Si no se enfrenta ahora, la riqueza hídrica que distingue al estado se convertirá en su mayor tragedia.
Al tiempo.
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