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/Yamiri Rodríguez Madrid/
Desde la pasada administración estatal se sabe que Manuel Huerta no es la monedita de oro de Morena; por el contrario, la lleva mal con muchos de sus compañeros de partido. Pero en este nuevo sexenio, la historia para él se repite.
De todos es sabido que, en su anhelo de ser gobernador del estado, se peleó con varios personajes, lo que le provocó que le atizaran a sus errores y hasta campañas negras le soltaran, pero no aprendió la lección.
Ahora, como senador por Veracruz, parece más opositor a su partido que los del PAN, los PRI y Movimiento Ciudadano juntos, lo que obviamente ha caído como plomo dentro de las filas morenistas. Envalentonado porque nadie le ha parado el carro, creyendo ser poseedor de un liderazgo moral, en una de sus más recientes críticas ha acusado nepotismo en la designación de las candidaturas a las presidencias municipales veracruzanas.
Por eso salió el coordinador de las y los diputados federales de Morena, Zenyazen Escobar García, a decirle que deje de llorar como Magdalena mientras traiciona al partido. Incluso, afirmó que Huerta se victimiza al decir que lo crucifican “como Jesucristo”, pero que en los hechos está operando candidaturas a favor de partidos ajenos a Morena, como Movimiento Ciudadano, moviendo sus piezas a nivel estatal y haciendo su propio juego político.
A Huerta se le olvida que en política dicen que los enemigos de mi enemigo son mis amigos y que necesita transitar entre los diferentes grupos políticos, no ir contra ellos. Sus diferencias con sus compañeros de partido se han vuelto irreconciliables; sigue pensando que, desde ahora, va a construir su candidatura al 2030, pero la hiel no suma.
Después de los resultados electorales del domingo 1 de julio vendrá un reacomodo en todos los partidos políticos sin excepción. Y aunque Huerta no está a gusto con los personajes estatales, se ve difícil, casi imposible, que renuncie o, peor aún, que lo expulsen. Mientras tanto, seguirán las patadas por abajo y por encima de la mesa.
@Yamirirodriguez
