Ignorancia para todos I.

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/Escrito por Lucía Melgar Palacios*/

Los regímenes dictatoriales se instituyen mediante la fuerza, la censura y la represión. Intervenir las comunicaciones, prohibir opiniones y libros, ocupar las universidades, eliminar carreras, transformar los programas escolares; perseguir después a quienes perseveran en la lectura o difusión de libros prohibidos, en la enseñanza de “ideologías perversas” o posturas y creencias contrarias a la doctrina oficial son medidas básicas en el manual de la dominación autoritaria.

Las dictaduras latinoamericanas del siglo XX justificaban sus acciones en nombre del “orden”, la “salvación” del país o de la civilización occidental, según su megalomanía. Hoy, sin llamarse aún dictadura, se despliega en Estados Unidos una peligrosa mezcla de manipulación del lenguaje, censura, y adoctrinamiento que va desmantelando la educación y promoviendo la ignorancia, una forma de “des-educación”, favorable al control social.

El control de las conciencias o del intelecto a través de la manipulación del lenguaje y la representación del mundo, el “double speak” y la falsificación de la realidad en películas y discursos, son herramientas sustanciales del régimen en 1984 de Orwell, novela que los autoritarios de 2025 parecen haber convertido en hoja de ruta.

Los cambios de nombre de regiones enteras, la prohibición de libros, la purga de palabras “peligrosas” e información execrable de bibliotecas escolares y portales oficiales de internet no son, en efecto, meras ocurrencias de un político demente. Son algunos de los componentes más tradicionales de las maquinarias represivas, previstos en el Proyecto 2025 y dinamizados hoy por una tecnología que, si nos facilita la vida, nos atrapa en una red de comunicación y vigilancia para muchos inescapable.

¿Cuál es por ejemplo el sentido de llamar “Golfo de América” al Golfo de México? Además de ampliar la apropiación unilateral del nombre del continente al de un mar con una larga historia compartida, y así corroborar sus aspiraciones imperialistas, la orden ejecutiva de Trump pretende imponer su propia visión del mundo.

Que casi todos los medios hayan aceptado esta arbitrariedad y que Google y luego Apple hayan modificado sus mapas para el público estadounidense no es sólo abyecta sumisión a la voluntad del jefe, es también complicidad en la cruzada de desinformación y promoción de la ignorancia.

Como bien lo plantea el profesor William Nericcio, autor del libro Mextasy, sobre sentimiento antimexicano en EU, cuando los estudiantes, como suelen hacerlo, busquen en internet las respuestas a su examen de geografía, confirmarán que “Golfo de América” es correcta. Así, sugiere, aprenderán (y reproducirán) una imagen de su país y del mundo acorde con la versión oficial ( citado en entrevista en la columna de Gustavo Arellano, LA Times 19.II.).

Si, por otra parte, esos mismos estudiantes buscan en sitios oficiales información sobre el cambio climático, no encontrarán ya las referencias usuales a estudios gubernamentales o independientes porque “de eso no se habla”, en beneficio de quienes lucran con combustibles fósiles.

Si usan Google, ya no verán ningún recordatorio del mes de la historia afroamericana, de la mujer o ninguna otra “minoría”. Si asisten a escuelas primarias para familias militares estadounidenses alrededor del mundo, tampoco encontrarán nada que reconozca o realce las aportaciones de afroamericanos, mujeres y demás “minorías” a la historia de su país o a las fuerzas armadas.

La “diversidad”, según las autoridades, ha sido sólo un pretexto para discriminar a la población anglo-blanca y promover una “ideología de género” que daña a las mujeres, argumentos que no les impiden invisibilizar también a sufragistas y defensoras de derechos civiles (“The Whitewashing of Military Schools”, Popular Information, 18.II).

Ningún discurso es inocente; los discursos reflejan la realidad, también la representan y configuran. La apuesta del gobierno autocrático de EU no es sólo difundir una imagen distorsionada del mundo, con la fantasía de situar a su país en el centro de todo mapa. Es también someter a su población, y luego a otras, a un dogma sostenido en la incapacidad de discernir y criticar, en la ignorancia.

Empezaron censurando libros, ahora purgan palabras.

*Ensayista y crítica cultural, feminista.

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