/ Por Inocencio Yáñez Vicencio. /
Me apena mucho contrariar a algunos amigos que teniendo los más altos grados académicos que otorgan las instituciones educativas, insisten en errores que empañan la historiografía, que no la historia, por lo cual pienso que son pertinentes algunas precisiones, amen de que el más elevado galardón universitario no es un techo del conocimiento, por lo que el aprendizaje no tiene fin.
Para empezar nuestras tierras fueron colonizadas por la espada y la cruz, como lo documenta Robert Ricard, en su libro La conquista espiritual de México, cuya primera edición es de Jus- Polis.1947. De matriz confesional.
Para 1796 la propiedad territorial de la Iglesia Católica era muy superior a la de los particulares y gobierno juntos, revelan los archivos eclesiásticos, conforme a la investigación que realizó el eminente maestro Alfonso Toro, en su obra La Iglesia y el Estado en México( 1927 ); lo que prueba que de palabra seguían a Jesucristo pero en los hechos estos si querían un reino en la tierra y se asociaban con los mercaderes que el hijo de Dios echó del Templo. Valiéndose de una falsa donación de Constantino se proclamó la Iglesia heredera del Imperio Romano y el saqueo perpetrado aquí no fue más un eslabón de su plan de dominio universal tanto espiritual como material.
Es cierto que en lugar de matar a nuestros nativos con las armas convencionales, utilizan las encomiendas, minas, obrajes, latifundios, haciendas, mayorazgos y la esclavitud doméstica para que se consuman lentamente. Los españoles abren cárceles y hospitales, para explorar la ruta del Mar de las Tinieblas. Se unen Estado patrimonial e Iglesia para la conquista. Vienen desahuciados y convictos. Es tan brutal el maltrato que entre sus mismos frailes se alzan voces de protesta contra los métodos de explotación. Fueron tres siglos de evangelización, donde la blasfemia era un delito civil. Estado e Iglesia castigaban dudar o cuestionar la doctrina cristiana. Los indígenas estaban excluidos de propiedades, cargos, derechos. Sólo dónde el gobierno virreinal no podía llegar, reconocía o nombraba un cacique, que mediaba para la tributación y el control.
Lo que hoy son los Estados Unidos fue objeto de una colonización prácticamente privada. Hubo cartas de compañias de indias y cartas reales. Emigró de Inglaterra lo mejor, lo más emprendedor, los que huían del feudalismo. Desde 1620, los puritanos al llegar al Continente Americano, nombraban a su pastor y a su gobierno en cada plantación. Según Alexis de Tocqueville se asociaban para todo. Para un puente o camino, nombraban un comité de construcción, otro de finanzas, otro de vigilancia… pero nunca esperaban nada del gobierno. Esta cultura les venía que su madre patria tuvo un desarrollo sin que el Estado tuviera el papel protagonista que tuvo en el continente europeo. Es válido decir que de 1620 a 1776 los ingleses asentados en el Norte de América tuvieron y disfrutaron de libertad y que su independencia se circunscribe a reclamar representación. No hay impuesto sin representación. En esas tierras, los mismos colonizadores reclaman y hacen la independencia, que no implicaba descolonización, porque extinguieron a los indios que la habían sufrido y únicamente quedaban los verdugos y éstos sólo pedían que los dejarán tener su representación.
La diferencia entre la conquista española aquí y la conquista inglesa en América del Norte, como puede verse, es enorme. Los ingleses en esas tierras tuvieron la más completa libertad, no sufrieron saqueo, nadie les impuso sobre sus creencias otras, ellos elegían sus propias autoridades, tenían derechos, en lugar del derecho natural traspolaron el derecho común, desarrollaron la autogestión…
Los trescientos años de dominación española fueron de saqueo, explotación y de feroz y despiadada persecución de sus creencias y cultos, en el que el Santo Oficio de la Santa Inquisición, llevó a la tortura y muerte a muchos que se resistían al evangelio. La Colonia significó para nuestro pueblo negación de los derechos más elementales, derechos de propiedad, de tránsito, de expresión..exclusión de cargos públicos, pesadas cargas tributarias, para el clero, militares, peninsulares, privilegios y fueros.
Cuando Napoleón Bonaparte invade España, la monarquía salta en pedazos , repercutiendo en sus colonias americanas. Por eso Hidalgo, creyendo, atraer un sector importante de peninsulares a su causa, en su arega está el nombre del heredero legítimo Fernando Vll ( recuérdese que por esos momentos la corriente legitimista es dominante en el principio monárquico), porque lo que reina es la confusión. Sin escudriñar los sucesos que en esa época se están dando en España es imposible comprender lo que sucede en nuestras tierras. Napoleón debe en principio sus éxitos militares a que va liberando los señoríos y es apoyado y se apoya en los siervos. Tan aboya las monarquías absolutas que nunca vuelven a ser iguales. Su final en 1814 no trae ni formal ni material la plena restauración. En Francia Luis XVIII, con su constitución otorgada, no puede ni pensar en restituir la soberanía fragmentada, la estructura estamental.
En 1812 la Constitución de Cádiz, abre un abanico de medidas liberales para la Metrópoli y sus provincias, que la reacción del 14 impide que lleguen y se materialicen en América. Fue precisamente en 1820, cuando se restaura la Constitución gaditana, que la lucha por la independencia cobra fuerza.
En el territorio que hoy es México no sólo los hombres y mujeres que secundaron a Miguel Hidalgo, se vieron alentados pese a lo diezmado de sus fuerzas, por el triunfo de las ideas liberales en la Península sino también los grupos clericales, los terratenientes, hacendados, los militares, los privilegiados de toda índole, que desde hacía años atrás venían reuniéndose en un local conocido como la Profesa, con el propósito de conspirar contra cualquier medida del gobierno que consideraran para flexibilizar el régimen colonial. El director de la casa de ejercicios era Matías Monteagudo, quien era el cabecilla . En esa conspiración figuraban dos personajes que había sido inquisidores. Fue Monteagudo quien recomendó a don Agustín de Iturbide, seguramente por sus antecedentes de ser hombre de rapiñas y crueldades, famoso por no conocer de moralidad, para encabezar las maniobras militares que culminarán con la farsa independentista.
Después de varios intentos de intentar vencer a Vicente Guerrero, optó por negociar con él.
El Plan de Iguala, proclamado el 24 de febrero de 1821, establece en su artículo primero la religión católica como única. El dos, declara la absoluta independencia de España. El 3 y 4 instituía un gobierno monárquico constitucional con Fernando Vll como rey, en su defecto algún miembro de la casa reinante. El artículo 12, la igualdad de razas. Artículo 13, respeto a todas las propiedades. Artículo 14, que se conservan fueron del clero y militares asi como sus propiedades. Artículo 15, se mantiene a todos los empleados en sus puestos públicos. Artículo 17, conserva en sus cargos jefes y oficiales del ejército. Los artículos 14, 15 y 17 ligan los intereses militares, jerarquía eclesiástica y burocracia virreinal.
Con esto queda claro que el Plan de Iguala, es la más grande falsificación de la causa de los insurgentes. Por esa razón dice don Agustín Rivera que: El Plan de Iguala fue el hijo espurio de la Revolución de independencia…no fue… sino la falsificación del Grito de Dolores y de la Revolución. El Plan de Iguala salió de la celda de los inquisidores de la Profesa, Monteagudo y Tirado, de quienes Iturbide fue el instrumento.
Al mismo Apodaca, virrey, lo hizo figurar en la lista de los individuos que debían componer la Junta Gubernativa, propuesta en el mismo plan, para que la presidiera. En esta lista incluyó a Bataller, regente de la Audiencia de México, como vicepresidente, y entre los vocales están Monteagudo y otros.
En la villa de Córdoba, el 24 de agosto de 1821, firman El Tratado de Córdoba ( NO LOS TEATADOS DE CÓRDOBA, PORQUE NO HUBO VARIOS, SOLO UNO, UNO ), Iturbide, como representante del Imperio mexicano y don Juan O’Donojú, con el cargo ya no de virrey sino de capitán general que le habían otorgado las Cortes de España. Ya sabemos que como ni Fernando Vll ni ningún integrante de la casa real aceptó el trono, se modificó el Plan, para despejarle el camino al soldado realista que se había puesto ahora la chaqueta independentista. Años más tarde un militante de la reaccion, don Lucas Alamán, escribiría: conformándose aparentemente con los principios que el Plan establecía, dejando para después combatirlos.
Nunca hubiera sido fácil remontar trescientos años de esclavitud y saqueo nacionales, pero la traición de ese soldado realista que se colocó la chaqueta de insurgente para darnos gato por liebre, para simular una independencia, que rompió un lazo administrativo con España, pero que dejó intacta toda la estructura colonial, como le expresa el Plan de Iguala, no es otra cosa que la lápida, cuyas secuelas todavía arrastramos. En la Junta Gubernativa no figuró ni un sólo insurgente. Por si alguien tiene dudas, fue coronado en la Catedral y ungido por la Iglesia Católica.
Con el Plan de Iguala y el Tratado de Córdoba, recepcionamos formalmente y legalizados las instituciones y la ideología colonialista, que todavía nos mantiene en el atrazo y la enajenación.
El primer gran golpe contra las instituciones coloniales, lo dio Benito Juárez, que en buena lid debía ser venerado por los barones del dinero, porque como liberal consecuente, sabía que sin mercado nacional, no podía desarrollarse el capital, que se necesitaba poner a circular los bienes del clero y los bienes comunales y sobre todo, liberar la servidumbre. El otro gran golpe al sistema latifundista, hacendario , de mayorazgo y semifeudal, se los dio la Revolución mexicana, destruyendo la dominación doméstica y promoviendo la relación contractual, para el despegue capitalista. Si los países que llegaron tarde al reparto del mundo, sufren de contradicciones, mucho más países como el nuestro que su independencia fue respecto del exterior pero dejar intactas sus relaciones coloniales, lo sumió en una guerra interna que lo desangró y lo tiene todavía a merced de aventureros y oportunistas.
Nosotros celebramos el inicio de nuestra independencia, el Grito de Dolores, porque la consumación fue obra de un oportunista, que dejó intacta la estructura colonial y los privilegios de clérigos y hacendados y ya no podemos seguir lamiendo cadenas, como lo quieren los fundamentalistas. La reacción puede estar moralmente derrotada, pero a nadie se vence para siempre. Lo importante es levantar el velo que hoy usa la reacción . Si nos dejamos nos engaña. No más mentiras. Pongamos las cosas en su lugar.