/ Germán Martínez Cázares/
¿Encuerados? La República debe declararle la guerra, sin titubeos, al cinismo antidemocrático de la frivolidad en el mundo de la política. La palabra se devalúa y la argumentación política degenera. Al día más grande de la oposición obradorista en México, el Presidente lo califica como “estriptís”. ¿Quería decir que nos desnudamos los miles que marchamos en las decenas de ciudades del país? ¿Acaso nos acusó de impudicia el padre de la transformación de la política en espectáculo? Sabemos que no se muerde la lengua.
El Presidente, como pocos, ha convertido en espectáculo político-digital la discusión pública. En nuestros ojos se quiere construir un candidato a la presidencial sólo con estriptís digital pagado. Alguien paga o mejor dicho “invierte” un gasto, con la expectativa (corrupta) de recuperarlo. Algunos compran su cachito de lotería con uno; otros, listillos, reparten suerte y van a la trifecta: Claudia-Marcelo-Adán.
Ya vimos cómo el secretario de Gobernación se disfraza de porro electoral; la jefa de Gobierno, como chica Timbiriche, “corre, vuela y se acelera” por salir en la foto con el Presidente, el canciller pinta su calaverita, y hasta Monreal con su espada luminosa se cree Luke Skywalker, porque el Imperio de Campeche lo contraataca; y por si fuera poco, en el año de su 150 aniversario luctuoso, Benito Juárez comparte escena en Palacio Nacional con Chico Che. En el show político hemos pasado del “Entre los individuos, como entre las Naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”, al “Uy qué miedo, mira cómo estoy temblando”. ¿La oposición se encuera? ¿De verdad?
El espectáculo circense siempre ha existido; por ejemplo, Porfirio Díaz aplaudía al payaso inglés Richard Bell, pero el gobernante no tomaba el papel del saltimbanqui. La carpa merece mayor respeto, diría don Jesús Martínez “Palillo”. Pero al ver las muecas simuladas y el nudismo de los prospectos con tal de que los señale el dedo de López Obrador, sólo nos queda gritar ¡Viva el Teatro Fru Fru mañanero! ¡Que regresen los héroes que nos dieron patria e hilaridad: Cantinflas, Tin Tan, Clavillazo!
Esa política degenera el “ser” y abre paso triunfante al “parecer”. Nuestro gobierno es una boca que produce sonidos e imágenes, conduce a sus feligreses y acólitos, y sólo es guía de los suyos. Gobierna una gesticulación, una apariencia. “Parece” que se combate a la delincuencia y tras una masacre solamente arman un irigote en Guerrero, Michoacán o Zacatecas con todo el gabinete; “parece” austeridad pero en realidad es captura del presupuesto para prioridades electorales; “parece” que no hay deuda pública, pero en realidad se está dejando a la clase media a merced de agiotistas privados; “parece” nacionalista, pero la verdad se le toma dictado a Estados Unidos, sobre todo en el trato a migrantes; “parece” democrática la reforma electoral al INE pero es demagógica, porque no toca el corazón de la corrupción partidaria: el dinero en efectivo. “Parece” por el bien de los pobres, pero los más ricos mexicanos están en jauja, contentos en el peor capitalismo salvaje. ¿Cuál igualdad social, si hay más pobres que cuando empezó el sexenio?
El ruido del “parecer” triunfa sobre el “hacer”. Palabrería todos los días, para tapar la ineficiencia gubernamental. “Post y pre-verdad presidencial”, para condenar al que piensa distinto a Palacio Nacional, y evaporar aquello de que “por el bien de todos (de todos, dijo) primero los pobres”. ¡Bravo! La dizque izquierda mexicana colocó al país en el triunfo del espectáculo político y del individualismo más salvaje. Circo neoliberal.
Posdata. Pensándolo bien. Estriptís es desnudarse. Si el Presidente nos dijo desnudos a los que marchamos. Nos dijo “descalzonados”. Exacto: los descalzonados en Francia se manifestaron en las calles y acabaron con la monarquía. Eso somos. En francés, se llaman “san-culottes” y ganaron. Hicieron vivir la República y tumbaron al rey, porque como en el cuento, de Hans Christian Andersen, el rey va desnudo.
El autor es senador de la República.
