INEPTITUD O MALA FE.

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/Juan José Rodríguez Prats/

En una jerarquía todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia: la nata sube hasta cortarse. Laurence J. Peter

En la reciente reunión de gobernantes en Canadá, Claudia Sheinbaum expresó: “La paz no es solo ausencia de guerra, sino que haya justicia, oportunidades y respeto a los derechos humanos”. Incurre en la monumental incongruencia de casi todos los presidentes de México: en el exterior son exigentes demócratas y defensores de la ley, pero en su desempeño como titulares del Poder Ejecutivo desprecian en forma grosera las leyes, desde la Constitución hasta el más elemental reglamento.

Desde que asumió el cargo, todos los días, la presidente agrede, insulta, pero también afirma su deber de proceder en estricto apego a las normas. Me atrevería a calificar de heroica su defensa de la elección de jueces. A pesar de ser cada vez más evidente el monumental fraude, ella se empeña en decir que es una hazaña mundial en la lucha por la justicia.

Es un verdadero caso de esquizofrenia política. Carlos Septién, el primer panista que habla en la Cámara de Diputados en 1943, en la infructuosa defensa de su elección, expresó, cito de memoria, los gobernantes de México son vegetarianos en el exterior y caníbales en el interior.

Uno de los espectáculos más deprimentes se presenta cuando alguien se pone a hacer algo que no sabe hacer y, entre más se esmera, más afloran sus fallas y carencias. El desempeño en el sector público actual es un ejemplo que lo comprueba. Si analizamos cuál de los tres poderes (estatales o federal) es el más deficiente (ejercicio sobradamente arduo), señalaría al Ejecutivo en el que recaen, además, las mayores y más importantes tareas. Los usuarios de los servicios públicos son testigos calificados para acreditarlo. El proceso de persistente ineptitud se ha acelerado exponencialmente. La intervención del gobierno en la economía, como empresario y rector, ha sido nefasta. Las cifras lo constatan.

Paradójicamente, se critica al neoliberalismo por querer privatizar muchas obligaciones que le corresponden a la administración pública, sin reconocer que la llamada 4T, en sus siete años, ha sido el detonador más eficaz de las profesiones independientes. En seguridad, salud, educación y pronto, a través de la figura del “amicus curiae” (amigo de la corte), de llegar a culminar la primitiva reforma al Poder Judicial que sustituirá al Estado, lo será también en la impartición de justicia.

En el viejo régimen se respetaba la trayectoria. Desde luego, con fallas enormes, pero había cierto profesionalismo. Un caso es la designación de gobernadores. Los actuales, con escasas excepciones, no se aproximan ni remotamente a muchos que, postulados por el PRI, tuvieron un desempeño aceptable. Es pertinente señalar que, si alguno fallaba, había un mecanismo metaconstitucional para sustituirlo. De 1929 al 2000“renunciaron” 49 gobernadores.

Es patético que en el proceso de registro de los jueces para participar en la “contienda” ni siquiera hubo la comprobación de los requisitos señalados por las leyes.

Ignacio Burgoa escribió: “El principio de juridicidad es el más importante de todo régimen democrático y hasta puede decirse que sin él, éste no podría existir ni operar en la realidad (…) Sin la subordinación de todos los actos del poder público a las normas jurídicas, bien sean constitucionales o legales, se destruiría la democracia entronizándose, en cambio, la autocracia, la dictadura o la tiranía, incluso por aquellos funcionarios que hubiesen sido electos por la voluntad mayoritaria del pueblo”.

Dos grandes luminarias del pensamiento, Kant y Goethe, que además fueron contemporáneos, son de obligada referencia. El primero expresó: “Pueblo: conjunto de hombres sometidos a los preceptos del derecho”. El segundo escribe: “Constitución es forma salida de la vida”.

Hemos elucubrado en exceso sobre el derecho, la política y la ética, cuando la solución está en lo sencillo y elemental. Por ahí debemos empezar.