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/ Laura Lucía Romero Mireles /
En México, así como en otras regiones del mundo, existe una crisis en el sistema de cuidados de las personas dependientes y, especialmente, de las personas adultas mayores, que se acentúa con los problemas de desigualdad y exclusión social, afirmó María del Rocío Enríquez Rosas, profesora e investigadora del Departamento de Psicología del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente.
El cuidado se ha vuelto un problema social de frontera que demanda estudios interdisciplinarios que aborden las dimensiones subjetivas y simbólicas que favorecen sus procesos de colectivización, así como las condiciones estructurales de los regímenes de bienestar / cuidados para una inclusión social que lo coloque como un derecho universal, expuso Enríquez.
Durante su participación en el Tercer Seminario permanente sobre necesidades y problemas sociales en México: Desafíos y oportunidades del cuidado intergeneracional, organizado por la Escuela Nacional de Trabajo Social de la UNAM, expuso que el sistema de bienestar centrado en el paradigma familiarista que deposita especialmente en las mujeres el trabajo de cuidado, ha mostrado su insostenibilidad ante el proceso de envejecimiento poblacional y, con ello, la necesidad de buscar nuevas alternativas que impliquen arreglos acordes a estas nuevas realidades.
La coordinadora del libro Cuidado colectivo y personas mayores. Estudios de caso en México, España y Uruguay, editado por ese Instituto, refirió que en nuestro país persiste la reproducción social de estereotipos que estigmatizan la vejez y el proceso de envejecimiento. Además, el sistema nacional integral de cuidados no cuenta aún con el presupuesto necesario para materializarse.
Pero, reconoció, también hay avances importantes en relación con la cantidad y calidad de los centros de día, especialmente en áreas metropolitanas y ciudades medias.
En la sesión a distancia, la experta mencionó que una de las conclusiones centrales de la citada obra de investigación es que el cambio cultural es central para promover las relaciones de cuidado en igualdad entre géneros, en solidaridad intergeneracional y desde un marco ético y moral, que permita la sostenibilidad de la vida para esta y futuras generaciones.
Asimismo, señaló la necesidad de visibilizar el trabajo de cuidados y profesionalizarlo; de remunerarlo, y de que en él participen mujeres y hombres.
En su ponencia “Cuidados, constelaciones emocionales y personas mayores en México”, mencionó que en otro trabajo de investigación analizó el cuidado recíproco en las relaciones de pareja entre personas mayores y desde la dimensión emocional, para distinguir las formas en que la emocionalidad favorece o limita la distribución equitativa de los cuidados entre los miembros de la pareja.
Las parejas con una relación de género tradicionalista buscarán mantener las acciones de cuidado principalmente con la participación de la mujer hacia el hombre. Ahí, las relaciones de reciprocidad en los distintos modos de transferencias simbólicas y materiales estarán desbalanceadas. Se dará cauce a emociones como la abnegación y la resignación en las mujeres, para preservar el vínculo.
En tanto, las parejas con un arreglo de cuidado y relación de género transicional, especialmente las mujeres, muestran incomodidad con las formas tradicionales de distribución de cuidados para con su pareja. En este contexto habrá emociones como enojo e insatisfacción con las formas tradicionales de distribución de cuidados.












