*En su juventud fue baterista en una banda de heavy metal, una faceta que contrasta con su imagen actual de “dama de hierro” japonesa.
06.10.2025 Tokio, Japón se aproxima a un hito político sin precedentes. En medio de una reconfiguración interna del Partido Liberal Democrático (PLD), la figura de una mujer con trayectoria consolidada ha emergido como favorita para encabezar el Ejecutivo, lo que la convertiría en la primera mujer en ocupar el cargo de primera ministra en la historia del país.
La candidatura, respaldada por una creciente base parlamentaria y sectores empresariales, ha ganado fuerza tras la renuncia del actual líder del PLD, quien enfrentaba presiones internas por su manejo de la política económica y la relación con aliados internacionales.
En este contexto, la aspirante —cuyo nombre ha sido mencionado con respeto tanto por medios locales como por analistas internacionales— representa una alternativa de renovación en un sistema político tradicionalmente dominado por hombres.
La candidata en cuestión ha ocupado cargos clave en el gabinete, incluyendo ministerios estratégicos como Defensa y Asuntos Internos. Su perfil combina experiencia administrativa, firmeza en temas de seguridad nacional y una postura moderada en política exterior, lo que ha generado confianza entre votantes urbanos y sectores diplomáticos.
Además, su ascenso se da en un momento en que la sociedad japonesa exige mayor equidad de género en la representación política. Aunque las mujeres constituyen más del 50% de la población, su presencia en el Parlamento apenas supera el 10%, y nunca antes una mujer ha liderado el gobierno central.
De concretarse su nombramiento, Japón se sumaría a la lista de potencias asiáticas que han tenido mujeres en el poder, como India, Corea del Sur y Filipinas. Analistas señalan que su liderazgo podría influir en la agenda regional, especialmente en temas como derechos laborales, políticas de cuidado y relaciones con China y Estados Unidos.
En el plano interno, se espera que su eventual gestión impulse reformas en materia de igualdad salarial, conciliación laboral y participación política femenina, temas que han sido parte de su discurso público desde hace años.
Japón está a punto de romper un techo de cristal que ha persistido por décadas. Si el proceso de sucesión se confirma en los próximos días, el país no solo tendrá una nueva líder, sino también una oportunidad para redefinir su democracia con perspectiva de género.
Tras siete décadas de gobiernos masculinos, Japón podría tener por primera vez a una mujer al frente del Ejecutivo. Sanae Takaichi, de 64 años, líder del Partido Liberal Democrático (PLD), está a punto de ser investida como primera ministra. Su perfil nacionalista, su cercanía con Shinzo Abe y su postura crítica frente a China marcan una trayectoria que desafía el techo de cristal japonés, pero no necesariamente sus estructuras patriarcales.*
Un país rezagado en paridad política
Desde su fundación en 1955, el PLD ha gobernado Japón casi sin interrupciones. En ese lapso, ninguna mujer ha ocupado la jefatura de gobierno, y la representación femenina en el Parlamento sigue siendo de las más bajas entre países industrializados: Japón ocupa el lugar 118 de 146 en el índice de igualdad de género del Foro Económico Mundial.
La llegada de Takaichi, aunque histórica, ocurre en un contexto de crisis interna del partido, tras la renuncia del primer ministro Shigeru Ishiba por derrotas electorales y pérdida de mayoría parlamentaria.
¿Quién es Sanae Takaichi?
Nacida en 1961, Sanae Takaichi estudió en la Universidad de Kobe y posteriormente se trasladó a Estados Unidos, donde trabajó en la oficina de la congresista demócrata Patricia Schroeder. Esta experiencia marcó su visión sobre la defensa nacional japonesa. En 1993 logró su primer escaño parlamentario, y desde entonces ha sido diputada en diez ocasiones. No está casada ni tiene hijos, y ha declarado que sus propuestas sobre cuidado infantil están influenciadas por haber sido cuidadora en tres etapas de su vida.
En su juventud fue baterista en una banda de heavy metal, una faceta que contrasta con su imagen actual de “dama de hierro” japonesa. Es admiradora de Margaret Thatcher y discípula política del fallecido Shinzo Abe, con quien comparte la visión económica del “Abenomics”: gasto público elevado y tasas de interés bajas para estimular el crecimiento.
Takaichi ha ocupado cargos clave como ministra de Seguridad Económica y ministra del Interior. Su perfil es nacionalista y conservador, con posturas duras frente a China y Corea del Norte. Es conocida por sus visitas al Santuario Yasukuni, donde se honra a soldados japoneses caídos, incluidos criminales de guerra, lo que ha generado tensiones diplomáticas.
En temas de género, se opone a modificar leyes que obligan a las parejas casadas a compartir apellido, lo que en la práctica obliga a muchas mujeres a renunciar al suyo. También ha rechazado el matrimonio igualitario. Sin embargo, en campaña prometió que su gabinete tendría una proporción de mujeres comparable a países nórdicos.
La votación parlamentaria para su investidura está prevista para el 13 de octubre. Aunque su partido y el aliado Komeito han perdido mayoría, se espera que sea confirmada sin obstáculos. Su llegada al poder podría redefinir el papel de Japón en Asia, pero también pondrá a prueba su capacidad para reconstruir la confianza ciudadana, enfrentar el envejecimiento poblacional y responder a las demandas de equidad.
Sanae Takaichi no solo rompe una barrera histórica en Japón, sino que encarna las tensiones entre renovación simbólica y continuidad ideológica. Su liderazgo será observado con lupa, dentro y fuera del país.