Javier Coello Trejo

CON SINGULAR ALEGRÍA.

POR GILDA MONTAÑO.

Un día, como todo lo que me pasa en la vida, por pura serendipia, era un 9 de abril, fecha de mi cumpleaños. Y pasó hace ya muchos, muchos años. En mi casa, estaban dos gigantes del periodismo: Miguel Reyes Razo y Miguel Ángel Granados Chapa. Además de varias amigas mías. Así, como si nada, llegó el primo hermano de mi madre, José Lazcano Berinstain. Muy joven él, unos cinco años mayor que yo. Era ministerio público. El vivía en Ciudad Satélite.

Con él, llegó un hombre de nuestra edad, enorme: era corpulento y muy alto. Y cuál fue mi sorpresa, de que todos los que estaban allí, querían platicar con él de mil cosas. Era Javier Coello Trejo. Y así comenzó una noche llena de sorpresas. Por supuesto que nadie se quería ir. Y así pasó toda la noche. Recuerdo desde entonces, su famosa frase: “Con la delincuencia, debes ser frontal. Nunca meterte con ellos. Nunca engañarlos. Si te metes, nunca sales”.

Muchos años después, con el gran Julio Camelo Martínez, lo volví a ver, en el despacho de su jefe, Oscar Flores Sánchez, procurador general de la República. Era un hombre muy disciplinado y leal. A Julio, yo lo quise mucho. Y el quería mucho a Javier.

Ya en el PADEP, del INAP, que es el Programa Avanzado de Entidades Públicas, pude ver un caso: el mero caso era saber cómo, el Fiscal de Hierro, se las había ingeniado, para poner en orden a la delincuencia organizada. Muy difícil y complicado.

Hace unos días, presentó su libro, con el auditorio de Pepe Cárdenas. Y fue el de siempre: sencillo, inteligente, valiente. Esto fue lo que dijo, que me ha parecido enorme:

“Tomé la decisión de escribir mis memorias en momentos en los que mi país —al que amo sin falsos patriotismos— atraviesa la situación más grave de su historia reciente. Los mexicanos estamos viviendo algo que es inexplicable; una absoluta impunidad, una terrible inseguridad, una ausencia del Estado de derecho y un gobierno encabezado por un presidente del que no pongo en duda sus buenas intenciones, pero sí cuestiono su capacidad para entender, para conocer a fondo lo que es México, porque México no es un país con 32 estados, México es su historia, su cultura, su gastronomía, su orografía. México en sí es la patria que muchos quisieran tener, y que muchos estamos decepcionados al ver cómo, sexenio tras sexenio, quienes nos han gobernado, se han olvidado que a México hay que servirlo y no servirse de él.

“Siempre he afirmado que yo no fui político. Yo fui funcionario público, apasionado de la justicia, con un sentido muy especial de lo que es la honestidad, con una convicción profunda de que el ser humano que no es leal es una piltrafa, con el conocimiento pleno de que para ser algo en la vida se necesitan, en mi opinión, cuatro virtudes fundamentales: la lealtad, no solamente a los demás sino a uno mismo, porque confirmo que podemos hacer tontos a muchos, pero no nos podemos hacer tontos a nosotros mismos; la honestidad, porque tengo que decirlo: no hay gente honrada, hay gente honesta. Para ser honrado, cuando menos, debemos de cumplir con los mandamientos de la ley de Dios, y que no venga a decir un ser humano que los cumple a carta cabal, porque quien lo afirme es un hipócrita.

“Tercero, hablar siempre con la verdad. Mentir es algo que no solamente daña al entorno en el que uno vive, sino que envilece al ser humano; y cuarto, no permitir la corrupción. En este tema existe un falso concepto de la corrupción, toda vez que corrupto no solo es quien da o recibe dinero. Corrupto es el que acepta un cargo con el pleno conocimiento de que no tiene la capacidad de desarrollarlo, corrupto es aquel padre o madre que le hace un regalo al maestro para que pase de año a su hijo, corrupto es el que engaña a los demás, y así puedo seguir dando ejemplos.

“Quien viola la ley debe ser castigado, tal y como lo prevé la misma ley, sin distingos. No puede existir en un país progreso, desarrollo y riqueza si no existe seguridad y un verdadero Estado de derecho”.

Muy recomendable autobiografía, de 120 cuartillas, que se leen de corrido. Parte importante, de la historia de este país.

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