Juanitos.

/Carlos Elizondo Mayer-Serra/

Una de las primeras muestras del poder de AMLO sobre su electorado se dio en 2009, cuando tras sus pleitos con el PRD, promovió el voto por el candidato del PT, el impresentable Juanito, quien ganó sin problemas. Luego declinó en favor de Clara Brugada, la favorita de AMLO.

Ahora se utiliza una encuesta para decidir las candidaturas. Más allá de lo absurdo que es preguntar a población abierta sobre las preferencias por alguna candidatura de un partido político, que debería concernir solo a sus militantes, lo interesante del fenómeno es cómo se están intentando dar a conocer los aspirantes.

Se dicen democráticos, pero no ha habido ni un debate entre los interesados. La ley electoral no ha sido una restricción para hacer campaña, así que tampoco lo sería si quisieran contrastar sus visiones. Todo el esfuerzo está en posicionar en la población el reconocimiento de nombre de los interesados, gastando fortunas en el camino. Incluso se promocionan en forma de instrucción: “En la encuesta, es #Fulana la respuesta”. No hay argumento de por qué lo es. Es el mismo principio que estuvo detrás del llamado de AMLO a votar por Juanito.

AMLO ya no suele dar instrucciones directamente. Es mucho más ambiguo que en el pasado. Hace 6 años podía nominar sin problema a quien quisiera a casi cualquier cargo de elección popular. En muchas partes del país las probabilidades de triunfo en las elecciones de muchos cargos parecían ser muy bajas. Había pocos pleitos para ser candidatos y todo giraba en torno a un gran objetivo: impulsar a AMLO en la elección presidencial.

Ahora es distinto. El éxito de Morena en elección tras elección ha ido creando mayores expectativas de triunfo y por ello muchas más personas interesadas en sus candidaturas. Muchos tienen ya posiciones de poder pero quieren más. Por ejemplo, en Puebla hay dos primos buscando la gubernatura: uno, Ignacio Mier Velazco, el líder de Morena y de la Jucopo en la Cámara de Diputados; el otro, Alejandro Armenta Mier, ex presidente del Senado.

Por ello, el electorado está recibiendo instrucciones encontradas. En la campaña de Sheinbaum para ganar la encuesta y con ello la candidatura presidencial, se aprovechó para mandar la señal de que la buena para la CDMX era Clara Brugada. Sin embargo, ya con el bastón de mando, Sheinbaum optó por promover a García Harfuch. El 10 de noviembre veremos cuánto poder tiene realmente Sheinbaum, cuando Morena defina quiénes serán sus candidatos a las gubernaturas.

La equidad de género le ha dado a la dirigencia de Morena, y a final de cuentas a AMLO, cierta discrecionalidad. El INE decidió que para promover la equidad de género deben quedar cinco mujeres y cuatro hombres en las nueve entidades donde se elegirá gobernador. Por ello, en el proceso de selección de Morena ya no basta estar en primer lugar en la encuesta. La cuota de género puede darle a Morena la justificación para postular a Clara Brugada en la CDMX, quien se encuentra en segundo lugar en todas las encuestas confiables. La decisión es discrecional porque se puede optar por bajar del primer lugar a un hombre en otro estado, en uno donde es casi seguro el triunfo, como Tabasco. Si optan por hacerlo en la CDMX, habrán mandado una clara señal sobre quién sigue dando las instrucciones.

¿Aquellos bajados de la contienda habiendo estado por arriba en sus encuestas aceptarán ser un disciplinado Juanito? ¿O buscarán espacios en las candidaturas en entidades donde la oposición es débil? ¿O simplemente dejarán de movilizar a las bases?

El PRI fue derrotado por sus múltiples divisiones, aunque en el ’88 había diferencias ideológicas tras la ruptura. Ahora sólo parece importar el poder, dado que no conocemos las posturas de quienes contienden por un cargo. Lo único relevante es mostrar la cercanía con AMLO.

@carloselizondom

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