Julio Scherer y una salida muy desaseada

/ Verónica Malo Guzmán /

El que mucho presume de conocer la historia trató de repetir una jugada salomónica ya probada antes. Sin embargo, le salió fatal. José López Portillo impuso disciplina en su gabinete cuando cesó al titular de la entonces Secretaría de Programación y Presupuesto, Carlos Tello Macías, y al de Hacienda, Julio Rodolfo Moctezuma Cid, quienes tenían enconado pleito. La mejor solución fue despedir a ambos personajes.

Más de 30 años después, el émulo de aquel otro populista quiso replicar la movida y resultó en una burla de los dos personajes en cuestión, pues se filtró la renuncia de Julio Scherer antes de tiempo y ello se convirtió en un día entero de desmentidos y desaseos. Ni siquiera el vocero Jesús Ramírez Cuéllar atajó los rumores, antes bien coadyuvó a los mismos.

Andrés Manuel López Obrador trató de diferenciar la salida de Olga Sánchez Cordero de la de Scherer, dando a este último un trato preferencial por ser su amigo. Pero al filtrarse la información y tratar de negar la salida de su abogado, todo se tornó en un galimatías para el consejero, a quien terminó separando de una manera que poco merecía.

En lugar de esperar a que pasara el informe presidencial, las redes sociales se tornaron a discutir la información dada por periodistas y negada por el vocero presidencial. De hecho, un Tercer Informe de Gobierno que fue mucho muy sonado —bajo todos los estándares de comunicación— a lo largo y ancho del país, podía haber sido un éxito aún más descomunal de no haberse visto opacado por el batidillo que desde el ejecutivo federal se hizo acerca de la separación del “amigo Scherer”.

López Obrador, tratando de subsanar el maltrato a Scherer, le dio una cálida despedida en la mañanera del jueves, diciendo que “es como mi hermano”. Esto último sabiendo que los comportamientos de sus hermanos, manejando sobres de color manila, levantan más dudas que certezas.

En la despedida se olvidó la formalidad y el respeto a la investidura del presidente, pero sobre todo de la Consejería Jurídica. Ruido por una renuncia aceptada —que siempre no, que luego sí—; el cese o despido a horas del informe únicamente demostró que se debían haber evitado los rumores y con ellos la confusión.

El cero cuidado en las formas dejó al descubierto también los fondos de la Consejería y muchas dudas por resolver. Iniciando con la promesa de Julio Scherer de reincorporarse a sus actividades como abogado. Habrá que recordarle la ley que la propia Cuarta Transformación modificó recientemente: no puede trabajar en el sector privado por los próximos diez años. Lo dice la Ley de Austeridad, el tiempo que un exfuncionario público de alto nivel pueda trabajar en empresas privadas —propias o ajenas— luego de dejar su cargo, por la información que puede utilizar. No importa que se trate de una notaria o de un despacho legal.

Y también para quienes consideran que la Suprema Corte de Justicia de la Nación podría ser entonces el destino de Scherer, como reemplazo del ministro José Fernando Franco González Salas, valdría la pena recordarles otra de las normatividades. Esa que estipula que, para ser ministro de la SC, se necesita no haber sido secretario de Estado durante el año previo al nombramiento (Art. 95 de la Constitución), y el puesto de consejero jurídico posee el mismo rango que un secretario (Art. 2 RICEF).

López Obrador quiso hacer una deferencia hacia su amigo, en el pleito encarnizado que había ya entre Sánchez Cordero y Scherer; uno que había hecho inoperante varias e importantes funciones de la Presidencia, pero la estrategia al final resultó tan desaseada como mucho de lo que lleva el sello de la 4T.

Hace algunos meses Scherer dijo que lo habían sacado de contexto cuando la prensa consignó: “hay que tapar la boca a los reporteros”. A la vuelta del tiempo, los reporteros fueron quienes dijeron la verdad sobre su dimisión. Por callar y endulzar su renuncia, su salida resultó amarga y muy desaseada.