La Arvide…

De memoria

Coincidí con Isabel Arvide en El Sol de México, yo jefe de Información y ella pretendida y nunca lograda reportera estrella. Fue a la salida de Benjamín Wong y la llegada a la dirección de Mario Moya Palencia y Enrique Mendoza como segundo de a bordo.

La que luego se revelaría como poeta y novelista, tuvo un paso breve por Excélsior donde fueron mas las justificaciones que las órdenes de trabajo cumplidas. Elemental su argumento para explicar la pérdida de una información importante: “es que me dijeron que no querían tratos con Regino (Diaz Redondo, el golpista contra Scherer)”.

Algo así, no es textual ni presencié el incidente que, me fue referido por la periodista, con quien llegué a tener gran amistad y por qué no decirlo, afecto.

Cada año Isabel convocaba a una gran celebración por el día de su santo, reunía a incontables periodistas, infinidad de hombres públicos, secretarios de Estado, legisladores de toda laya y también jerarcas financieros y empresarios.

Era verdaderamente monstruoso el festejo, pero también acostumbrábamos reunirnos en restaurantes de la Zona Rosa. Convivios simples, entre colegas intercambiando chismes, datos sobre temas de interés de alguno y naturalmente bromas.

Un día Isabel compró la casa vecina a la suya en la Roma. Las unió e hizo una modesta y atractiva alberca entre ambas edificaciones. Fue el primer aviso que algunos de sus amigos entendimos. La casa se la apropió Sasha Montenegro, pero es otra historia.

Editaba y repartía en oficinas públicas un boletín en el que hacía cera y pabilo de famas y prestigios profesionales de los servidores públicos. El costo de la suscripción importaba varios miles de pesos y no había quien se negara a esa extorsión disfrazada.

Un día cometió su mayor error. Se afilió a las causas militares. Primero fueron amigos de ocasión y mucho después se convirtió en pareja estable de algún jefe militar que cometió cierta infidencia, que la escritora aprovechó para escribir un libro destapando el vil asesinato de la compañera de un alto jefe castrense.

Como reacción de los uniformados, Isabel acompañó a su pareja a “hacer la República”, término con el que describen el castigo de cambiar de sede cada cuantos días, sin lograr establecer vínculos afectivos o amistosos con nadie.

La relación se acabó, pero siempre festiva y deseosa de notoriedad, Isabel solía bromear, con expresiones castizas, que para cog… nada como los militares; para disfrutar, reír y gozar la existencia, los periodistas, y los políticos para beneficiarse, tener un futuro tranquilo y sin agobios.

Isabel no es capaz de permanecer en un rincón oscuro. Siempre se hace notar y hoy no podría ser distinto. Creo que todos recordamos cómo, en pleno programa matutino de variedades en la televisión nacional, pidió, casi exigió que se le incluyera en los chayos destinados generosamente a los miembros del coro organizado para festinar las patochadas del hombre espectáculo, el show man.

Lo que siguió no lo supimos sino cuando la nombraron cónsul en Estambul. Se supo, eso desde luego, que en contra de las disposiciones declarativas de López, viajaba en primera clase y visitaba la zona de Cancún con regularidad.

Nuevamente apareció denunciada por los empleados consulares a quienes trataba como sirvientes particulares y a los que despidió sin mediar motivo y mucho menos la indemnización prevista por las leyes turca y mexicana.

Los repletó de ofensas y acusaciones. La libró, no sabemos cómo. Y de allí vuelve a asomarse al escándalo público como funcionaria del Gobierno de la República, concepto que en su eterno deambular en pos de riqueza, no entra en su idioma y menos en su cabecita.

Sin duda su idea de responsabilidad comienza y termina con Lopez, a quien confundió, mezcló con los héroes que nos dieron Patria y Libertad

El Día del Grito de Independencia, que en las legaciones diplomáticas siempre es a cargo del embajador, Isabel simplemente se lo apropió. Hizo su ceremonia y decidió encabezarla.

Triste imagen de la mujer que con voz ebria lanza vivas a México y le intercala vivas a López Obrador, quien por su lado y en México tartajea loas a la moral y otras de las zarandajas de uso habitual. Lo mencionamos porque ante tal desparpajo y falta de decoro, puede asegurarse que ni siquiera un regaño le aplicarán a la señora cónsul.

Durante la triste y deslucida ceremonia turca, ya sea por su estado de euforia y no precisamente patriótica, Isabel arrastró el pendón tricolor lo que le valió la protesta de una concurrente que recibió amenazas de la fina dama encargada de velar por la seguridad y bienestar de los mexicanos residentes en esos confines.

A condición, claro, que no molesten a la diplomática no de carrera sino a la carrera, ni se opongan a los honores públicos al líder morenista, encarnación de la Patria, vemos ahora…

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