/ Carlos Elizondo Mayer-Serra/
“Cuando esté entregando la banda presidencial diré a los cuatro vientos ‘¡misión cumplida!'”, dijo AMLO el pasado 1o. de septiembre. La corrupción ya está desterrada, declaró en la ONU. Sus grandes obras, nos presume, van bien.
Pero la realidad es distinta. De la seguridad, mejor ni hablar: los homicidios y las desapariciones siguen en niveles históricamente altos. La economía casi no va a crecer en todo el sexenio.
Pero ahí están las grandes gestas: por el rescate de la soberanía, es el lema de Pemex. Lástima que no aumente la producción de crudo y muchos consumidores han optado por no comprar en estaciones de servicio Pemex.
Envolverse en la bandera nacional es común en gobiernos como el actual. Basta con alguna acción imperialista, en donde sea, para salir a la calle a defender la soberanía de los pueblos del mundo. AMLO, quien estudió en la UNAM en los años setenta, donde predominaba el espíritu antiyanqui, no tiene esa opción. Debe irse a tomar la foto con Biden y Trudeau.
Coqueteó con arremeter contra los españoles como el enemigo histórico de nuestro país. Sin embargo, a pocos les importa qué sucedió en la Conquista y muchos tienen ancestros de aquel país, o aspiraciones de haberlos tenido.
La bandera ahora será la “soberanía eléctrica”. Todos somos clientes cautivos de la CFE y vivimos años de propaganda bajo el lema “CFE, una empresa de clase mundial”.
No habrá contingentes de consumidores marchando a favor de su reforma constitucional, pero las encuestas muestran que la gente la apoya. Las personas no saben muy bien de qué se trata, pero eso es lo de menos. Basta el principio general de que los empresarios son fifís abusivos y pagan menos por la energía eléctrica que un hogar.
El gobierno parece creer que esta batalla puede ser suficiente para mantener la llama encendida y seguir polarizando. Por un lado, el gobierno que defiende la soberanía y a los pobres; por el otro, los vendepatrias y los ricos.
Los funcionarios que defienden la reforma eléctrica han entendido que, montados en la credibilidad de AMLO, pueden repetir cualquier mentira. La secretaria de Energía puede decir que la reforma no implica expropiar los paneles solares, cuando lo dice literal un transitorio de la reforma propuesta. La CFE puede afirmar no estar subsidiada, cuando hay una partida específica en el presupuesto justo para subsidiar al consumidor. Si no fuera por ello, los consumidores enfrentaríamos directamente los altos costos operativos de la CFE.
Los funcionarios de la CFE les mienten a los mexicanos y engañan a AMLO. Le hicieron escribir en una carta enviada a Biden que harán inversiones para renovar las 14 hidroeléctricas del país por 10 mil millones de dólares, cuando la cifra es desproporcionada para el aumento marginal propuesto en capacidad de generación. Ya Bartlett tuvo que confesar su mentira, al anunciar que el ganador para renovar 9 de las 14 hidroeléctricas cobrará 893 millones de dólares.
AMLO quiere triunfar en esta cruzada para pasar a la historia como López Mateos. Sin embargo, también gana si no lograra la aprobación de la reforma constitucional. En ese caso, tendrá esta bandera de cara a la elección presidencial del 2024.
La gran ventaja que tiene, como en casi todas las batallas que ha emprendido, es que los afectados hablan bajito. La oposición, aunque se ha mantenido firme, no tiene una voz unificada, fuerte y clara, que tenga suficientes reflectores como para poder construir una narrativa alterna.
En Washington, afirmó con vehemencia sobre la necesidad de, como región, competir con China. Sin embargo, en casa opta por poner obstáculos a los inversionistas. AMLO está dispuesto a pagar el costo económico que implica la incertidumbre en el sector eléctrico. Tampoco le importa que la manufactura exportadora necesite energía eléctrica limpia. Todo sea por tener una bandera que defender.
