La Casa Veracruz

Sin tacto

Por Sergio González Levet.

Fue comprada y remodelada por don Fernando Gutiérrez Barrios y ahí vivió junto con su esposa, doña Divina Morales, los dos años que gobernó al estado, en los que dio cátedra de conocimiento político, de educación, de nivel.
La Casa de Gobierno tuvo sus altibajos durante los sexenios priistas, y cada gobernante le imprimió su estilo:
Don Fernando y doña Divina acudieron personalmente a cada casa de sus vecinos en la Colonia 2 de Abril, para avisarles de su llegada y ponerse a sus órdenes, en uno de los gestos de urbanidad que acostumbraba el Hombre Leyenda y que lo hizo tan querido y respetado en Veracruz. La decoración inicial de la casa fue, como decía don Fer, “decorosa”, con una elegancia sobria y republicana.
Dante Delgado llegó a vivir ahí los cuatro años que tuvo como Gobernador y su esposa, Tere Morales, hacia verbenas populares a las que invitaba a los vecinos.
Patricio Chirinos Calero y doña Sonia Sánchez la habitaron de manera discreta, como era el ex mandatario, y nunca ocasionaron problemas a los vecinos.
El licenciado Miguel Alemán Velasco la utilizó como residencia alterna (vivió realmente en sus sendas casas de Xalapa y el Puerto de Veracruz), le hizo remodelaciones y ampliaciones (construyó el auditorio y un salón de recepciones, cargó las paredes de obras de arte del acervo del Gobierno del Estado, impuso sedas y gobelinos) y le dio el nombre definitivo de casa Veracruz.
Fidel Herrera Beltrán, ¡ah Fidel!, la popularizó. Metió a la gente con él a la casa para que todos la disfrutaran. En diciembre había posadas para que los veracruzanos que quisieran fueran a comer tamales y a tomar ponche de frutas; durante el Mundial de Futbol, invitaba a sus amigos periodistas a ver los juegos en la pantalla gigante del auditorio. Era un goce para todos… sobre todo para él.
Javier Duarte la convirtió en un búnker. Compró un terreno aledaño e hizo lujosas oficinas; convirtió el auditorio en una sala de cine -su pasión, al que invitaba muy seguido a su amigo el delegado del CEN PRI Chuy Medellín, del mero Aguascalientes-, y puso también un gimnasio.
Miguel Ángel Yunes Linares la usó poco o casi nada, sobre todo por congruencia con su discurso. Era el símbolo de los excesos priistas y como tal la trató.
Y Cuitláhuac, ¡ay, Cuitla!, dijo primero que era un derroche y una ostentación que ofendía al pueblo pobre de Veracruz, y que por tanto no la iba a utilizar. Por eso, en los primeros meses de su ¿gobierno? siguió viviendo en la modesta casa de sus padres.
Pero algo sucedió (¿tal vez un desaguisado familiar con el hijo que no quería abandonar el hogar, aunque ya estaba bastante grandecito como para dejar a sus padres vivir en paz?), porque de un día para otro el joven Gobernador llegó a ocupar la Casa Veracruz. Desde entonces ha sido su búnker -como lo fue para aquel- en donde se refugia del esfuerzo que le cuesta tratar con el pueblo de manera personal (la sana distancia fue para él una bendición).
Y, como sucede tantas veces con los candidatos, empezó como mandatario a olvidar sus promesas de campaña, sus dichos contra la ostentación de los anteriores.
Ahora, la Casa Veracruz es más decorosa que con don Fernando, más lujosa que con el licenciado Alemán, más inexpugnable que con Javier Duarte.
Hoy Cuitla vive ahí a todo vapor, y sin dar explicaciones.

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