La cultura de la violación, un concepto patriarcal que impide avanzar en el derecho de las mujeres #25N

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01/11/2022/España.- La cultura es el conjunto de conocimientos y rasgos característicos que distinguen a una sociedad, una determinada época o un grupo social. El término cultura conforme ha ido evolucionando en la sociedad, está asociado a progreso y a valores, sin embargo los conceptos vinculados con el sometimiento de los hombres sobre las mujeres, como lo es la cultura de la violacion no cambia, e incluso hay retrocesos.

La categoría de la cultura de la violación viene de un término acuñado en los años 70 y se refiere a la manera en la que las sociedades han normalizado las agresiones sexuales y culpabilizado a las víctimas por ellas.

¿Qué es la cultura de la violación y cuál es el origen del concepto?

Aitana Villegasaivilzu comenta que a propósito de la convocatoria a una manifestación de mujeres contra las violencias machistas en el distrito de Vallecas, en Madrid (España). Protesta que ha sido convocada por la Comisión 8M Vallecas bajo el lema ‘Frente a la cultura de la violencia, los feminismos son nuestra respuesta’, el tema es un imperativo para explicar un problema que no ha sido erradicado sino que crece contra niñas y mujeres.

Esta es una de las manifestaciones convocada en España para conmemorar el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer declarado por la Asamblea General de Naciones Unidas para sensibilizar a los ciudadanos respecto al problema.

El día 25 fue elegido en 1999 por la ONU para rememorar el asesinato en República Dominicana en 1960 de las hermanas Mirabal, activistas políticas que se opusieron a la dictadura del entonces dictador de ese país Rafael Leónidas Trujillo.

Tras la última sesión de control del Gobierno en el Congreso de los Diputados, hay un concepto que está en boca de todos: “cultura de la violación”. No es una terminología que se acabe de acuñar, sino que tiene medio siglo de historia. Para comprenderlo, nos debemos trasladar al Nueva York de los años 70, donde los grupos de feministas comenzaron a tomar conciencia de la violencia que se venía ejerciendo contra las mujeres a lo largo de la Historia.

El primer registro del término “cultura de la violación” data de 1974, en el libro: Rape. The first Sourcebook for Women (Violación: El Primer Libro de Consulta para la Mujer), del grupo Feministas Radicales de Nueva York. Este es una denuncia de la glorificación de la violencia sexual contra las mujeres y del refuerzo del estigma contra las mismas. Es decir, cómo las sociedades han culpabilizado de este tipo de agresiones a las víctimas y han normalizado las agresiones sexuales.

Al igual que estas, fueron varias las literatas que se sumaron a hablar de este tipo de problemáticas estructurales. Es el caso de Susan Brownmiller, Susan Griffin o Kate Millet, que entienden la violación como una forma de poder político, control y opresión sobre las mujeres. Millet, por ejemplo, defendió el “dominio sexual” como la “ideología más profundamente arraigada en nuestra cultura, por cristalizar en ella el concepto más elemental de poder”.

“El dominio sexual es tal vez la ideología más profundamente arraigada en nuestra cultura, por cristalizar en ella el concepto más elemental de poder”
Kate Millet

A partir de entonces, las asociaciones feministas comenzaron a organizarse en grupos en los que fomentaban el apoyo mutuo y la toma de conciencia de una problemática que va más allá de los actos de violencia en sí, de acuerdo a la filósofa Raquel Mirallés. Estos grupos estaban compuestos únicamente por mujeres de determinada posición social. Pero, con el tiempo, se ha adoptado una manera de entenderlo más transversal.

Concepto actual, con un enfoque interseccional.

A día de hoy, es una cuestión que también aborda la ONU Mujeres, que apunta que es “omnipresente”, puesto que está ” grabada en nuestra forma de pensar, de hablar y de movernos por el mundo”. Y, si bien es cierto que los “contextos pueden diferir”, la cultura de la violación “siempre está arraigada en un conjunto de creencias, poder y control patriarcales”, recoge la organización mundial.

Para combatirla, “el primer paso” es ponerle nombre. Pero, además, desde Naciones Unidas proponen una lista de maneras que contribuyen a acabar con estas diferencias estructurales de las sociedades. Estas pasan por crear una cultura del esfuerzo consentido (en la que sólo sí sea sí) dejar de culpar a las víctimas, mostrar tolerancia cero contra cualquier tipo de agresión, acabar con la impunidad o pasar a ser un testigo activo.

Otras de estas sugerencias buscan un análisis más profundo de cómo nos condiciona a la hora de actuar ante casos de abuso. Por ejemplo, redefinir el concepto que se ha asumido socialmente de la masculinidad. En este sentido, la ONU Mujeres propone pensar “de manera crítica qué significa la masculinidad para ti y cómo la representas”.

También apuesta por adoptar un enfoque interseccional a la hora de afrontar esta problemática, dado que “afecta a toda la población, independientemente de la identidad de género, la sexualidad, el nivel económico, la raza, la religión o la edad”. Por lo tanto, “erradicarla significa desterrar definiciones restrictivas del género y de la sexualidad que limitan el derecho de una persona a definirse y a expresarse”, concluye la organización.

Hace tres años la ONU mujeres propuso 16 medidas para combatir la Cultura de la Violación:

“Con los hombres ya se sabe…”.

“Estaba borracha”.

“Las mujeres dicen ‘no’ cuando quieren decir ‘sí’”.

La cultura de la violación es omnipresente. Está grabada en nuestra forma de pensar, de hablar y de movernos por el mundo. Y aunque los contextos pueden diferir, la cultura de la violación siempre está arraigada en un conjunto de creencias, poder y control patriarcales.

La cultura de la violación se da en entornos sociales que permiten que se normalice y justifique la violencia sexual, y en estos entornos se alimenta de las persistentes desigualdades de género y las actitudes sobre el género y la sexualidad. Poner nombre a la cultura de la violación es el primer paso para desterrarla.

Cada día tenemos la oportunidad de examinar nuestros comportamientos y creencias en busca de los sesgos que permiten que siga existiendo la cultura de la violación. Desde nuestra actitud acerca de las identidades de género hasta las políticas que apoyamos en nuestras comunidades, todo el mundo puede tomar medidas para luchar contra la cultura de la violación.

He aquí 16 maneras en las que puedes contribuir:

Crear una cultura del consentimiento convencido.
El consentimiento dado libremente es imprescindible, en todo momento. En lugar de oír un “no”, asegúrate de oír un “sí” activo, que haya sido expresado por todas las personas involucradas. Integra el consentimiento convencido en tu vida y habla de él.

Denunciar las causas profundas.
Permitimos que continúe la cultura de la violación cuando aceptamos una masculinidad en la que la violencia y la dominación están asociadas a conceptos como “fuerte” y “masculino”, y cuando a las mujeres y las niñas se las valora menos.

También la amparamos cuando se culpa a las víctimas: una actitud que sugiere que es la víctima y no el agresor quien es responsable de un ataque.

Cuando se habla de casos de violencia sexual, la sobriedad, la vestimenta y la sexualidad de la víctima son irrelevantes. En lugar de ello hay que cuestionar la idea de que los hombres y los niños deben obtener el poder mediante la violencia y cuestionar la noción del sexo como un derecho.

Redefinir la masculinidad.
Piensa de manera crítica qué significa la masculinidad para ti, y cómo la representas. La autorreflexión, las conversaciones en la comunidad y la expresión artística son sólo algunas de las herramientas de las que disponen hombres y niños (así como mujeres y niñas) para examinar y redefinir la masculinidad según principios feministas.

Dejar de culpar a las víctimas.

Debido a que el lenguaje está profundamente arraigado en la cultura, podemos llegar a olvidar que las palabras y frases que utilizamos cada día dan forma a nuestra realidad.

Las creencias que fomentan la violación están grabadas en nuestro idioma: “Iba vestida como una puta. Lo estaba pidiendo”.

Forman parte de la letra de canciones conocidas: “Sé que lo quieres”.

En la cultura popular y en los medios de comunicación se ha normalizado el hecho de cosificar e insultar a las mujeres.

Puedes optar por dejar de lado el lenguaje y las letras que culpan a las víctimas, cosifican a las mujeres y excusan el acoso sexual. Cómo viste una mujer, qué y cuánto ha bebido y dónde se encontraba en un momento determinado no son invitaciones para violarla.

Mostrar tolerancia cero.

Aplica políticas de tolerancia cero ante la violencia y el acoso sexual en los espacios donde vives, trabajas y te diviertes. Las y los dirigentes deben dejar claro su compromiso con una política de tolerancia cero e insistir en que esta se debe aplicar cada día.

Como punto de partida, echa un vistazo a lo que puedes hacer para erradicar el acoso en el lugar de trabajo.

Profundizar en lo que significa la cultura de la violación.

La cultura de la violación ha adoptado muchas formas en todas las épocas y contextos. Es importante reconocer que la cultura de la violación va más allá de la idea limitada de una agresión de un hombre a una mujer mientras esta camina sola por la noche.

Por ejemplo, la cultura de la violación abarca una amplia variedad de prácticas nocivas que restan autonomía y derechos a las mujeres y las niñas, tales como el matrimonio infantil y la mutilación genital femenina.

Conoce los factores que sustentan la cultura de la violación y los mitos que la rodean.

Si bien prácticamente todo el mundo coincide en que la violación es algo detestable, la violencia sexual y el acoso sexual se normalizan y trivializan con palabras, acciones e inacciones que nos arrastran peligrosamente hacia la cultura de la violación.

Adoptar un enfoque interseccional.

La cultura de la violación afecta a toda la población, independientemente de la identidad de género, la sexualidad, el nivel económico, la raza, la religión o la edad. Erradicarla significa desterrar definiciones restrictivas del género y de la sexualidad que limitan el derecho de una persona a definirse y a expresarse.

Ciertas características como la orientación sexual, el grado de discapacidad o la etnia, y algunos factores contextuales, aumentan la vulnerabilidad de la mujer ante la violencia. Las personas LGBTQI pueden ser objeto de una “violación correctiva”, en la cual el autor pretende obligar a la víctima a ajustarse a estereotipos de género y sexuales. Durante las crisis humanitarias, la frecuente discriminación contra mujeres y niñas exacerba a menudo la violencia sexual.

Gulzada Serzhan es miembro activo de Feminista, una iniciativa feminista de Kazajstán que protege y defiende los derechos de los miembros de la comunidad LGBTQI. Mientras trabajaba como directora de proyectos de TI, un compañero empezó a acosarla sexualmente en sus viajes de negocios. Cuando ella le dijo que era lesbiana, el acoso se intensificó.

“Creía que podía ‘corregirme’”, dice Serzhan. “Me dijo que necesitaba un hombre fuerte… En Kazajstán, la sociedad acepta y valora a los hombres que se comportan de manera despiadada y violenta. Se considera normal que los hombres hagan insinuaciones sexuales a las mujeres”.

“Si eres invisible en la vida diaria, tus necesidades no serán tenidas en cuenta —y mucho menos atendidas— en una situación de crisis”, explica Matcha Phorn-in, que trabaja gestionando las necesidades concretas de las personas LGBTIA en situaciones de crisis.

Conocer la historia de la cultura de la violación.

A lo largo de la historia, la violación ha sido utilizada como arma de guerra y opresión. Se ha utilizado para degradar a las mujeres y a sus comunidades, y en la limpieza étnica y el genocidio.

Esta es una cuestión que merece un estudio profundo. Puedes empezar por aprender acerca del uso de la violencia sexual durante conflictos pasados y recientes, como el de la República Democrática del Congo, la guerra civil de Guatemala o el conflicto de Kosovo.

Invertir en las mujeres.

Haz donaciones a organizaciones que ayudan a las mujeres, amplifica sus voces, apoya a las sobrevivientes, y promueve la aceptación de todas las identidades de género y sexualidades.

ONU Mujeres trabaja para poner fin a la violencia contra las mujeres, ayudar a las sobrevivientes, y asegurar la igualdad de derechos para las mujeres y las niñas de todo el mundo.

Escuchar a las sobrevivientes.

En la época de #MeToo, #TimesUp, #NiUnaMenos, #BalanceTonPorc y otros movimientos en línea, las sobrevivientes de la violencia son más visibles que nunca.

Escucha sus experiencias, lee los relatos de las sobrevivientes y activistas de todo el mundo, y sigue las etiquetas #pintaelmundodenaranja y #GeneraciónIgualdad en las redes sociales.

No digas “¿por qué no se fue de allí?”.

Di: “Te escuchamos. Te vemos. Te creemos”.

No reírse de la violación.

La violación nunca es un chiste. Los chistes sobre la violación legitiman la violencia sexual, haciendo más difícil que las víctimas puedan denunciar que no se ha contado con su consentimiento.

El humor que normaliza y justifica la violencia sexual no es aceptable. Recházalo.

Implicarse.

La cultura de la violación se sostiene en la ausencia o la falta de aplicación de leyes sobre violencia contra las mujeres y leyes discriminatorias sobre la propiedad privada, el matrimonio, el divorcio y la custodia de hijas e hijos.

Consulta la Base de datos mundial sobre la violencia contra las mujeres y las niñas para ver qué está haciendo tu país para proteger a las mujeres y las niñas. Exige a tus representantes políticos que garanticen la aplicación de leyes que promueven la igualdad de género.

Poner fin a la impunidad.

Para poner fin a la cultura de la violación, los agresores deben rendir cuentas. Con el enjuiciamiento de los casos de violencia sexual, se reconocen estos actos como crímenes y se lanza un firme mensaje de tolerancia cero.

Dondequiera que veas un retroceso en cuanto a las consecuencias legales para los agresores, lucha por la justicia y la rendición de cuentas.

Ser un testigo activo.

Una de cada tres mujeres en todo el mundo sufre maltrato. La violencia contra las mujeres es sorprendentemente habitual y, en ocasiones, podemos presenciar comportamientos no consensuados o violentos. Si intervienes como testigo activo indicas al agresor que su comportamiento es inaceptable, y puedes ayudar a proteger a alguien.

En primer lugar, valora la situación para determinar qué tipo de ayuda, en su caso, podría ser apropiada. Puedes ayudar a la víctima del acoso sexual preguntándole cómo está o si necesita ayuda, documentando el incidente, creando distracciones para calmar la situación, o dirigiéndote de forma breve y clara al agresor, diciendo “me incomoda lo que estás haciendo”.

Educar a la próxima generación.

Está en nuestras manos inspirar a futuras y futuros feministas del mundo. Desafía los estereotipos de género e ideales violentos a los que se enfrentan niñas y niños en los medios de comunicación, en la calle y en la escuela. Explica a tus hijas e hijos que su familia es un espacio seguro donde pueden expresarse tal y como son. Respalda sus decisiones y explícales la importancia del consentimiento a una edad temprana.

Iniciar la conversación, o unirse a ella.

Habla con familiares y amistades acerca de cómo puedes colaborar para poner fin a la cultura de la violación en tu comunidad.

Ya sea organizando un club de debate para interpretar el significado de la masculinidad, recaudando fondos para una organización a favor de los derechos de las mujeres, o uniendo fuerzas para protestar contra decisiones y políticas que amparan la violación, todas y todos somos necesarios para hacer frente a la cultura de la violación.