/ Yamiri Rodríguez Madrid /
La elección del 2 de junio dejó una serie de reflexiones, entre éstas el papel que jugaron los dirigentes de los partidos políticos: una gran simulación en la mayoría de los casos. Las estructuras partidistas, que según movilizarían el voto, fueron costosas en términos económicos, de tiempo, y puro atole con el dedo para los candidatos. En el pasado proceso electoral la alianza opositora había logrado dos diputaciones federales, las de Marijose Gamboa por el PAN y de Pepe Yunes por el PRI. Ahora, solo Marijose logró la hazaña e Indira Rosales fue la única que ganó una local para la oposición. Deprimente el tema.
En el caso de Sergio Cadena Martínez, del Partido de la Revolución Democrática (PRD), pasará a la historia como el sepulturero del Sol Azteca en Veracruz. Claro, la tragedia nacional y tampoco fue iniciada por él, pero es al que le tocó cerrar la puerta con los peores resultados que tuvieron en sus más de 30 años de historia. En su lugar, ya hubiese renunciado y no esperarse a cobrar los últimos sueldos que den las raquíticas prerrogativas.
Si revisamos la situación del PRI, es como el libro de García Márquez, Crónica de una muerte anunciada. Desde que Adolfo Ramírez Arana y Lorena Piñón asumieron las riendas del partido, se sabía que esto pasaría: los peores resultados para el priismo veracruzano. Eso sí, ambos aseguraron tanto posición para la esposa, como para ella misma. La misma historia de cada proceso y luego se sorprenden por qué están como están. Al igual, deberían de renunciar.
Y los panistas están por las mismas, repartiendo candidaturas y plurinominales entre la misma camarilla. No se pueden decir sorprendidos de los resultados que obtuvieron ni del desencanto generado entre los veracruzanos. Federico Salomón fue tan gris que por eso salieron de esa manera.
Las tres dirigencias actuales, por vergüenza, deberían renunciar, pero a la voz de ya si un poco de amor le tienen a sus partidos.
@YamiriRodriguez