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/ Escrito por Yoloxóchitl Casas Chousal ./
Se llamaba Isabel y vino muy niña de su natal España, junto con sus padres, en la década de los 40 del siglo pasado “escupida como fui de la guerra fascista” -como se define en la contraportada de su libro La Eva Disidente. Página periodística (Editorial Katún, 1991).
Tenía una sonrisa amplia y brillante, unos ojazos verdes y una melena rubia de leona aguerrida. Era una mujer alta, muy segura de sí misma y enigmática. Nunca quiso decir su edad –“nací a final de los treinta”, alcanzó a compartir-, pero sus comentarios y opiniones daban cuenta de una persona sabia, educada, inteligente y culta. “Tengo -dice en la misma cita-, la inteligencia genética y la cultura familiar. Un cierto sentido del humor y por qué no decirlo, de imaginación desbordada (…). Para ser franca, un genio de los mil demonios”, sentencia.
Fue escritora, feminista e historiadora. La conocí en mi adolescencia, a través de su columna La Eva Disidente que se publicaba en un diario nacional, de la mano de mi padre, quien disfrutaba compartirme sus colaboraciones.
En una época en que las mujeres no éramos sujetas de noticia, mucho menos de ser protagónicas de una historia, Isabel Custodio dedicó durante décadas ese espacio en el diario para hablar de ellas, de nosotras, de las condiciones políticas, económicas, sociales y culturales que nos apartaban de la vida pública, silenciaban avatares diarios e invisibilizaban nuestros aportes.
Entre otros títulos, Isabel es autora también de El cuchillo con miel, Baile de dos gallinas sobre su cascarón, La Tiznada y, tras 50 años de silencio, “tres hijos estupendos, muchos amigos, y varios maridos en brazos de los cuales atravesé diferentes mares”, irrumpe con la revelación de que estuvo a punto del matrimonio con Fidel Castro, lo que cuenta en su libro El amor me absolverá, a quien conoció en 1956, antes de que zarpara El Granma para protagonizar uno de los momentos más decisivos en la historia cubana.
Lo conoció, según notas consultadas de AFP y Animal Político, en la cárcel, y quien, tras ser liberado la buscó para vivir “un tórrido romance” -dice Beto Tavira- que duró nueve meses.
Custodio, cuando la conocí en la Asociación Mundial de Mujeres Periodistas y Escritoras (AMMPE) Capítulo México, me contó que estaba escribiendo esa historia, que no hay ninguna prueba física que la confirme, salvo su memoria y sus vivencias, como también le comentó a Tavira. “Fue tan apasionado el amor que viví con Fidel que estuvimos a punto de casarnos”, le dijo en la entrevista, pero llegado el tiempo, Isabel le dio el no. El periodista afirma que lo primero que escribe en su libro es: “Esta es una historia verdadera, aunque me cueste creer que realmente sucedió. Es también una historia con persecución”.
Se negó también a confesar si volvió a verlo, según la nota de AFP, “tengo algo que sólo yo sé. Pero los seres humanos les ponemos lo que nosotros queremos”, le declaró.
Esta “castellana y morisca rayada de azteca”, como lo sentencia en La Eva Disidente, “un poco árabe, un poco judía, un poco fenicia, un poco visigoda, un poco loca”, falleció el pasado 24 de julio de 2025.
Con ella se van, por supuesto, sus secretos, pero también la disruptiva periodista que se atrevió a hablar de las mujeres en un mundo androcéntrico y heteropatriarcal.