*El Ágora .
/ Octavio Campos Ortiz /
El proyecto político de la 4T no busca el desarrollo nacional, mantener a México como una de las 15 economías más grandes del orbe, preparar a mejores y competitivos profesionistas para enfrentar los retos de un mundo más globalizado o alentar talentos para destacar en la ciencia, la técnica o las artes. El populismo setentero que sustenta el “segundo piso de la transformación” está basado en la administración de la miseria, la pobreza como destino manifiesto, la supresión de la clase media “aspiracionista”, la formación de mano de obra barata para el proceso productivo, mantener el estatus de los “ninis” y “educar” a una sociedad conformista y adicta a la subvención asistencialista de los programas sociales con fines electoreros.
Por ello lo que menos importa es contar con un sistema educativo que construya la divulgación del conocimiento científico de calidad. El objetivo de la instrucción pública es expulsar el mayor número de alumnos mediocres que puedan ser obreros o trabajadores en fábricas y empresas donde ganen lo suficiente para sobrevivir, siempre al filo de la pobreza laboral -gente con trabajo formal que no puede comprar dos canastas básicas al mes-, o alentar las filas del comercio informal -sin sueldo fijo ni prestaciones-, pero que hoy es quien más ocupación ofrece, ya que representa casi el 60 por ciento de nuestra economía.
La crisis educativa no solo es en los niveles básicos de la academia, también está en la educación superior, ya que las universidades públicas son aniquiladas por la anemia presupuestal; mientras otras naciones, incluso latinas, destinan un alto porcentaje de su PIB a la educación y a la investigación científica o tecnológica, en México se restringe el flujo de recursos económicos a los institutos de educación superior, mientras que se amplia la estructura burocrática de inexistentes preparatorias y universidades de la 4T como la de la Salud. Pocos egresados sin títulos ni conocimientos, pero ávidos de aplicar remedios de la herbolaria tradicional, tan admirada por la 4T y por ese contradictorio amor por las raíces prehispánicas a pesar de sus apellidos tan extranjerizantes. Mientas Harvard -hoy amenazada por las políticas persecutorias del republicano- cuenta con más de 160 Premios Nobel, por mucho tiempo México, a pesar de tener una de las 100 universidades más importantes del mundo, se tendrá que conformar con poseer solo tres: Alfonso García Robles, Octavio Paz y Mario Molina.
El secretario de Gobernación Enrique Olivares Santana decía que el problema de México es que los gobiernos inventan al país cada seis años. Tenía razón, en cada administración se impone una nueva reforma educativa -unas menos malas que otras-, pero las peores han sido las instrumentadas por la 4T. Nada se le puede reclamar a los modelos de José Vasconcelos, al mismo porfirista Justo Sierra, a Jaime Torres Bodet, a Agustín Yáñez o a Jesús Reyes Heroles, entre otros, pero los arribistas secretarios que han llegado en los últimos siete años demostraron que no son iguales a los del pasado, resultaron peores. Analfabetas funcionales que solo ambicionan el poder por el poder mismo, a los cuales no les preocupa la educación de calidad ni preparar a mejores alumnos que puedan tener un mejor futuro que sus padres. Resultado de su supina ignorancia son los actuales planes de estudios, los cuales están plagados de error de contenido, redacción y de ortografía, además de narrativas ideológicas que pretender la historia, forjar ficticios héroes nacionales, justificar proyectos políticos o minimizar las ciencias exactas; el ábaco está bien para los escolapios de párvulos, pero no se puede negar el avance de la era digital. No es malo enseñar la lengua náhuatl en las primarias, ¿pero los hijos de nuestros actuales políticos que estudian en el extranjero serán obligados a cursarla? La prueba PISA es la mejor evidencia del fracaso del “sistema educativo” de la 4T, solo quieren capacitar a los futuros dependientes que atiendan los puestos del ambulantaje o a obreros en las pequeñas empresas, porque difícilmente tendrán oportunidad de ocuparse en las grandes corporaciones transnacionales. La India entiende bien que debe preparar a mejores ingenieros que conquisten los puestos laborales en los Estados Unidos o alimenten las empresas de la industria farmacéutica o espacial en su propio país.
Después de la pandemia, la deserción escolar se incrementó; muchos niños y jóvenes fueron arrojados al trabajo y la explotación infantil, pero miles de padres de familia de escasos recursos tuvieron más visión que las “autoridades educativas” del país y se esforzaron por no condenar a sus hijos a una educación mediocre. La matrícula de las escuelas privadas aumentó considerablemente a partir de 2022.
México es más grande que un gobierno populista.