La elección judicial bajo escrutinio.

Por Dulce María Sauri Riancho.

El 1 de junio, primer domingo del mes, se llevarán al cabo las elecciones del Poder Judicial. Cien millones de mexicanas y mexicanos están llamados a votar por nueve ministras y ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), cinco magistradas y magistrados del nuevo Tribunal de Disciplina Judicial (TDJ), y dos magistradas y magistrados de la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (Tepjf). En estos tres casos, las boletas serán iguales para todo el país.

También se elegirá a tres nuevos integrantes de la Sala Regional del Tepjf correspondiente a la III Circunscripción, con sede en Xalapa, Veracruz; es decir, los mismos nombres aparecerán en las boletas que se utilizarán en los tres estados peninsulares, así como en Chiapas, Tabasco y Veracruz.

En el Circuito Judicial 14, que abarca Yucatán, se pondrán a consideración 8 magistraturas (5 para mujeres y tres para hombres), en materias Mixta, Administrativa y Civil, Administrativa y Trabajo, y Penal.

La sexteta federal se completa con las candidaturas a jueces de Distrito. Para quienes residimos en Mérida, por ejemplo, corresponden ocho cargos (cinco mujeres y tres hombres), en materias Laboral, Mixta y Penal. Estos juzgadores son los más cercanos a los problemas de la ciudadanía: resuelven amparos, dictan suspensiones provisionales y, eventualmente, definitivas frente a actos de autoridad.

En resumen: seis boletas federales distintas. Si le sumamos las dos correspondientes a la elección local (nueve magistrad@s del Tribunal Superior de Justicia del Estado y cinco del nuevo Tribunal de Disciplina Judicial estatal), cada persona votante en Yucatán recibirá ocho boletas y deberá elegir a 49 personas.

Estoy segura que a estas alturas, amigas y amigos lectores, se encontrarán abrumadas y abrumados por el aluvión de cifras. Y eso que no he introducido nombre alguno. Muy difícilmente, a dos semanas de la elección, habrán escuchado de alguna candidatura; quizá solamente de quienes se han publicitado en redes con ruidosos apodos como “la Transformadora” o “ministro Chicharrón”, por citar dos casos notorios.

Tal parece que ir a votar el 1 de junio se vuelve un acto de fe que, como sabemos, es ciega. Pero me estoy anticipando a la pregunta central: ¿votar o no votar en la elección judicial?

Argumentos para no votar.

Para muchas personas, la mejor forma de defender la democracia será abstenerse. Estos son sus principales argumentos:

1. Participar es legitimar una simulación democrática. La elección, afirman, no garantiza independencia judicial, ya que surge de una imposición presidencial, sin fundamento constitucional claro. Ir a votar sería convalidar un retroceso en la división de poderes.

2. Los resultados están definidos de antemano. Las candidaturas fueron seleccionadas por su lealtad al régimen. No hay competencia real; la disputa ocurre al interior del partido gobernante. El voto, en este contexto, sería una formalidad vacía.

3. El sistema electoral se debilita con este proceso. Las reglas cambian: la ciudadanía no contará los votos, las boletas no utilizadas no se anularán, y el conteo será centralizado y opaco. La transparencia electoral se reduce drásticamente. Ni siquiera podremos votar en la casilla acostumbrada cercana a nuestro domicilio.

4. El INE será el chivo expiatorio. Pase lo que pase, se culpará al INE, lo que servirá para justificar su desaparición a través de la reforma político-electoral anunciada por la presidenta Sheinbaum.

5. La abstención puede ser una forma de resistencia. Para quienes sostienen esta postura, no votar no es apatía, sino un acto consciente frente a un proceso que consideran ilegítimo y manipulado.

Argumentos para sí votar.

En contraste, hay quienes sostienen que la mejor forma de defender la democracia es ejercer el derecho al voto, incluso en condiciones adversas. Sus razones principales son:

1. Votar es un derecho duramente conquistado. La democracia mexicana no fue regalo de nadie: fue construida a base de luchas sociales. Renunciar al voto hoy es dejar el terreno libre a quienes buscan concentrar el poder.

2. El voto puede respaldar trayectorias legítimas. No todas las candidaturas son iguales. Muchas personas de carrera judicial se han visto forzadas a participar. Votar por ellas es reconocer su mérito y dignidad frente al descrédito generalizado.

3. Anular es mejor que callar. Quienes temen que su boleta en blanco pueda ser manipulada, prefieren acudir y anular conscientemente. Es una forma de protesta activa, registrada y visible.

4. El voto es una herramienta para dejar constancia. Aun sin alterar el resultado, un alto porcentaje de votos nulos o de rechazo puede enviar un mensaje político potente y difícil de ignorar.

5. No ceder el espacio público. En tiempos de regresión democrática, toda participación cuenta. Votar, incluso críticamente, es negarse a ser borrado/a del proceso político.

¿Y entonces?

Ambas posturas parten de una conciencia ciudadana legítima. Ambas rechazan el proceso judicial en curso, aunque difieren en la manera de afrontarlo: unos eligen resistir desde fuera del sistema, otros prefieren dar la batalla desde dentro. El dilema no es entre buen@s y mal@s ciudadan@s, sino entre dos formas de entender la defensa de la democracia.

En lo personal, creo que es necesario acudir a las urnas. No porque este proceso sea impecable —claramente no lo es—, sino porque el silencio y la inacción son el terreno fértil del autoritarismo. Votar con crítica, con reservas, incluso anulando, sigue siendo una manera de decir: yo no renuncio.

Me propongo desarrollar un “acordeón”, una especie de Melate Judicial que llevaré conmigo el día de la elección. Son muchos nombres y números. No me quiero confundir. La próxima semana les presentaré mi propuesta. Solo les adelanto que en ella privilegio a quienes están en funciones de magistradas, magistrados y juezas y jueces, así como las candidaturas procedentes del Comité de Evaluación del Poder Judicial (a ellos no se les “colaron” narco-candidaturas como a los otros dos poderes). Si coinciden con la idea del “acordeón”, escribanme. En el resto de la semana afinamos.

P.D. Para los observadores, actuó una maquinaria política perfectamente aceitada por el papa Francisco. Para las y los creyentes, el Espíritu Santo inspiró y encontró receptores sabios que votaron por León XIV. Como su antecesor, León XIII, esperamos que surja de él la pastoral social de la Iglesia del siglo XXI.— Mérida, Yucatán.