¿La esperanza de México? .

TRES EN RAYA

Verónica Malo Guzmán

Las personas inoculadas desde que llegó a México la primera dosis no son ni siquiera el monto de quienes se vacunan en un día en Estados Unidos.

En alguna —no muy lejana— campaña se vendió a López Obrador como “la esperanza de México”.

Ahora a dos años y meses de desgobierno del perenne candidato, la nueva esperanza de este país se centra en una algarabía sobre la próxima llegada de las vacunas; la compra, la autorización, el padrón y un número tan esquicio de ciudadanos vacunados que más parece una burla que una política pública encaminada a salvar vidas.

Las expectativas se nutren de la palabra que profesan las autoridades gubernamentales y se desinflan ante cada nuevo descalabro. Y aunque tiene razón Marcelo Ebrard al espetar: “de que vamos a tener vacunas, las vamos a tener”, el problema radica en que, como en el Son de la Negra, no dice ‘pa cuando’…

El gobierno de la 4T siempre podrá culpar a las empresas extranjeras de no hacer sus entregas a tiempo, o a la ONU de que re canaliza dotaciones a los países más pobres (pretexto ya desmentido por dicho organismo). O a que la materia prima y la infraestructura de producción no es suficiente, como ocurre con las vacunas Sputnik V.

Pero todo se vuelve poco creíble cuando los contratos para la compra de las vacunas para nuestra nación se encuentran reservados por parte de la Cuarta Transformación para que se abran hasta dentro de algunos años. Y es que tanta opacidad solo hace pensar que no se compraron las vacunas suficientes…

Como sea, ya lo sabremos cuando toque el turno de distribuir y administrar las dosis que lleguen al país. Entonces ya no habrá excusas para disimular incompetencias.

Así, las falsas expectativas quizá aún no empiezan a cobrar factura, y en muchos rubros pueden ser adosadas a los regímenes pasados. Pero las esperanzas creadas en el tema de la salud, máxime tratándose de una pandemia que no existió en los sexenios anteriores, pueden —debieran— tener costos altos para la presente administración.

Ya se empiezan a notar: las innecesarias fanfarrias y recibimiento de jefe de Estado a los cargamentos de vacunas sin vacunas; una página de registro que anota su caída; la promesa de vacunación para todo el personal hospitalario para pasar a vacunar primero a los siervos de la nación y a los maestros en Campeche; una editorial del diario La Jornada anunciando una victoria anticipada; etcétera. Todo genera un ánimo que podría explotar en el momento menos pensado.

Hasta ahora el gobierno federal se ha ufanado de ‘cacarear el huevo antes de ponerlo’. Todo se basa en mucha saliva y en muy pocos hechos. Las personas inoculadas desde que llegó a México la primera dosis no son ni siquiera el monto de quienes se vacunan en un día en los Estados Unidos. A lo anterior se agrega que quienes fueron vacunados a principio de enero ya deberían estar recibiendo la segunda dosis y ello no ocurre.

El pánico generado al no saber si recibirán la parte complementaria, y de no hacerlo qué sucederá, tiene a muchas personas estresadas innecesariamente. Su necesidad del refuerzo supera con creces las dudas de quienes aún no se han inyectado (que obviamente es la mayoría).

Tenía razón Nietzche al decir que “la esperanza es el peor de los males, pues prolonga el sufrimiento del hombre”; más cuando la misma se torna en un engaño. El que un pueblo se sienta o se sepa burlado se vuelve un peligro latente para todos.

Las autoridades deben moderar su exacerbado optimismo. Se pide que solo si tienen las pruebas fehacientes para sostenerlo, lo publiciten. De otra forma, cada grito de júbilo gubernamental se torna en un nuevo fiasco para la ciudadanía. Eso además de generar posibles relajaciones de las medidas de prevención contra el covid por parte de la ciudadanía mientras se concretan las vacunaciones.

¿La esperanza de México? Ni las vacunas por faltantes, ni el gobierno de la 4T en los hechos.