/Escrito por Diana Hernández Gómez /
Una calle para tu nombre no repararía el daño en este país de sombras. Tendría que ser una calle donde una mujer pudiera caminar segura.
—Mirtha Luz Pérez Robledo, madre de Nadia Vera
15.12.2022. Cimac Noticias.com. – Ciudad de México.- A siete años del asesinato múltiple en la colonia Narvarte, las y los familiares de las víctimas siguen buscando justicia. Sin embargo, esta búsqueda no puede estar completa mientras las autoridades no incluyan la perspectiva de género en la investigación del caso. Tampoco, mientras el estigma en contra de Mile y Yesenia siga nublando la mirada social en torno a este delito que corre el riesgo de permanecer impune.
El 31 de julio de 2015, Nadia Vera Pérez, Mile Virginia Martín, Yesenia Quiroz Alfaro y Olivia Alejandra Negrete fueron asesinadas junto con el fotoperiodista Rubén Espinosa en un departamento de la colonia Narvarte en la Ciudad de México. Seis años después, en 2021, el director Alberto Arnaut y su equipo de investigadoras e investigadores se encargaron de volver a tejer las pruebas y extenderlas frente a la mirada de todos en el documental A plena luz: el caso Narvarte.
Además de mostrar la complejidad del caso, el director y su equipo dan voz a las víctimas y las familias que han permanecido ocultas desde que se perpetró el delito. Aquí habla, por ejemplo, Gabriela Mejía, hija de Alejandra Negrete. Los medios se han limitado a referirse a ella como “la señora de la limpieza”, la víctima incidental, sin ponerle un nombre propio ni mostrar todo lo que sus tres hijas han tenido que enfrentar tras el asesinato de su madre.
A lo largo de los más de cien minutos que dura este documental, la psicóloga forense Samantha Olivares Canales, la abogada Karla Micheel Salas y el abogado Hector Pérez Rivera exponen la necesidad de voltear de nuevo al Caso Narvarte y analizar cómo la violencia de género jugó un papel central para que las autoridades pudieran configurar su versión oficial de los hechos.
Tal como ha ocurrido en otros casos como Ayotzinapa, esta versión reconocida por las autoridades ha obstaculizado las investigaciones para dar con los autores intelectuales del delito.
Mile y Yesenia: el rostro del estigma y la discriminación
Yesenia Quiroz Alfaro era una joven de 18 años originaria de Morelia, Michoacán. Ella se mudó con Mile Virginia Martín (también conocida como Nicole, una mujer originaria de Colombia) al departamento 404 en el edificio 1909 de la calle Luz Saviñón.
Yesenia y Mile compartían departamento con Nadia Vera, una productora cultural, estudiante y activista que participó activamente en diversas manifestaciones contra el exgobernador de Veracruz Javier Duarte. Tal como se explica en A plena luz, las tres jóvenes fueron estigmatizadas por su nacionalidad (en el caso de Mile), su ocupación y el supuesto consumo de sustancias.
Esto es especialmente evidente en el caso de Mile, a quien —como declararon sus hermanos frente al lente de Arnaut— los medios mexicanos se limitaron a nombrar como “la colombiana”. Una etiqueta que, en sí, reviste a la víctima de un imaginario construído alrededor de las drogas, el narcotráfico y la violencia.
De acuerdo con la defensora Micheel Salas, este imaginario es reforzado por el apodo utilizado por Mile. El uso de apodos, afirma la abogada, suele ir ligado a actividades ilícitas en las narrativas mediáticas y de las autoridades.
Por si fuera poco, tanto Mile como Yesenia fueron señaladas por su ocupación*. Para la psicóloga forense Samantha Olivares Canales, cuando esta información salió a la luz, las investigaciones sobre el Caso Narvarte volcaron todas sus hipótesis hacia asuntos relacionados con trata de mujeres. Sin embargo, tal como expone Patricia Espinosa —hermana del fotoperiodista Rubén Espinosa—, incluso si esta era la línea principal de investigación, las autoridades nunca se preocuparon por agotarla.
De haberlo hecho, hubieran investigado por qué en el auto de Mile había felicitaciones firmadas por funcionarios del Instituto Nacional de Migración (INM). A las autoridades, sin embargo, no les interesó indagar al respecto.
Micheel Salas, Samantha Olivares y Héctor Pérez coinciden en que, por el contrario, la entonces Procuraduría de Justicia de la Ciudad de México (PGJCDMX) se encargó de recabar estas pruebas y utilizarlas para desviar el foco del asesinato relacionado con las actividades de Rubén Espinosa y Nadia Vera.
Nadia, por su parte, fue señalada luego de que en su habitación se encontraran restos de marihuana en un cenicero. Esto (y una serie de filtraciones de información sobre una supuesta maleta llena de cocaína) provocó que los medios de comunicación llegaran a una conclusión anticipada: se reforzaba la hipótesis de que el asesinato se debió a un ajuste de cuentas.
Todo fue dispuesto para que las autoridades cuadraran esta versión: una mujer colombiana (cuyos documentos personales estaban montados perfectamente en la escena del delito), restos de drogas y elementos que apuntaban a trata de mujeres. No cabía duda: el caso estaba resuelto y no había más por investigar. Pero, ¿y la violencia con la que se realizó el delito?, ¿y el estigma sobre los cuerpos de Mile y Yesenia?
Es como una manera de las autoridades de decir que se merecían el crimen, que las asesinaran, que las torturaran. Eso no podemos aceptarlo. Que las autoridades digan: por esto te pasó lo que te pasó.
Indira Alfaro, madre de Yesenia Quiroz Alfaro
Para el gobierno de Miguel Ángel Mancera —entonces jefe de gobierno de la Ciudad de México— todo esto quedó completamente descartado.
La necesidad de investigar las muertes como feminicidios
A plena luz hace uso de un recurso aparentemente neutral para representar el delito cometido en la colonia Narvarte: un montaje teatral donde las víctimas son representadas por actores envueltos en trajes completamente blancos. Este recurso, sin embargo, tiene un mensaje importante: ni en este ni en otros casos de violencia debe haber espacio para el morbo.
En esta escena se esquematiza cómo es que el cuerpo de Mile quedó marcado por golpes propinados con violencia excesiva en su rostro. Esta violencia, afirma el abogado Héctor Pérez, transmite un mensaje de odio hacia las mujeres, una demostración de poder característica en los feminicidios. No obstante, al revisar las carpetas del caso, tanto él como los otros defensores y peritos no encuentran un solo indicio de esta línea de investigación.
Desde la perspectiva de Samantha Olivares, esto desdibuja las violencias ejercidas contra las cuatro mujeres víctimas del delito. Además, en el caso específico de Mile, se les niega su calidad de víctima y el acceso a la justicia y la empatía social.
Para las autoridades, afirma Olivares Canales, es más fácil ignorar todas las pruebas que apuntan a un feminicidio. Así se evitan complicaciones y tratan el caso como otro más de los tantos supuestos ajustes de cuentas en el territorio mexicano.
Mientras tanto, las y los familiares siguen en espera de investigaciones eficaces que —desafortunadamente— no han sucedido en estos últimos siete años. Los autores intelectuales siguen sin localizarse pese a que muchos elementos apuntan al exgobernador Javier Duarte. Un personaje que, por otro lado, no oculta su despreciable cinismo en sus breves apariciones en el documental.
“Yo no sé cómo escribo sin dar un grito”, lee la madre de Nadia en una voz en off que cierra esta crónica audiovisual. Su grito, sin embargo, permanece congelado en el tiempo y en las exigencias de justicia para Yesenia, Mile, Alejandra, Nadia y Rubén.
*Por cuestiones editoriales, y para evitar caer en la estigmatización, Cimacnoticias prefiere omitir información innecesaria sobre la ocupación de ambas víctimas. Esta información no aporta datos relevantes sobre ellas y desvía el foco del amplio contexto en el que sucedió su asesinato.