La fuerza del voto.

*Paralaje.

/Liébano Sáenz./

El asunto con el porvenir no es que algunos lo vean mal y otros lo hagan en términos positivos. En el discurso, el régimen político pondera logros discutibles y, a veces, incluso inexistentes. Parte de lo dicho tiene que ver con el pasado: conforme más negativo se le presenta y así se le crea, mayor es la complacencia con el presente. Hoy es claro que, ante el dilema planteado sobre quienes gobiernan ahora y quienes gobernaban antes, la mayoría, a merced de la narrativa oficial, acepta como bueno lo que existe actualmente.

Sin embargo, la situación está cambiando gradualmente, no porque el pasado recupere prestigio, sino por el desgaste de una retórica que prometía mucho y cumple poco. Los problemas van en aumento; a pesar del encomiable esfuerzo de las autoridades para abatir la violencia y el delito, los resultados son insuficientes. Es indiscutible que la impunidad persiste generando un enojo creciente.

Queda claro, como lo señala el último Informe de pobreza y equidad en México del Banco Mundial, que si México no crece de manera incluyente no existe posibilidad alguna de abatir la pobreza, incluso bajo métricas tan imprecisas como el ingreso de las personas medido en dólares. Las cifras de la economía no son satisfactorias para el próximo año, a pesar del triunfalismo de las autoridades. Además, la deuda, el impacto de las pensiones contributivas y no contributivas, el tamaño de la informalidad y el peso de la extorsión anticipan que las dificultades serán mayores y que la narrativa del régimen encontrará crecientes reservas.

Ante la incertidumbre, deberá estar presente la voluntad para resistir y, en su momento, para revertir con la fuerza del voto, el deterioro de la calidad del gobierno, de la judicatura y de la representación política. Es largo el camino por delante, pero siempre habrá espacio para contener y, en su momento, avanzar. El fatalismo a nada conduce; el cambio sí es posible y depende de cada uno hacerlo realidad.

A últimas fechas, el país ha sido testigo de expresiones colectivas de descontento. Por el bien de todos, a pesar del deterioro de las instituciones democráticas, lo que corresponde es que la movilización ciudadana tenga lugar de manera pacífica y civilizada. Nada mejor para ello que el ejercicio del voto