La guerra tibia .

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/Azul Etcheverry/

La Organización del Tratado del Atlántico Norte, mejor conocida como la OTAN, de la que todos hemos escuchado hablar en las noticias alguna vez, celebró su reunión anual en esta semana. Ante el escenario político internacional actual, resulta muy interesante analizar los resultados de este encuentro, pues algunos momentos reflejan muy bien la realidad global y más que una reunión protocolaria es un juego de posturas políticas e intereses que convergen (o no).

Para decirlo en palabras simples, la OTAN es la organización que, por iniciativa de Estados Unidos, se creó para tener una sensación de seguridad militar y defensa colectiva después de la Segunda Guerra Mundial y durante la Guerra Fría.

La OTAN es la intención de occidente por mostrarse amalgamado y como un frente unido, es un escenario fabricado por los estadunidenses para solidificar su mismo liderazgo y seguir teniendo influencia en su zona.

A pesar de que estamos a 75 años desde su origen, los desafíos de ahora para la organización se parecen mucho a los de aquel entonces.

En primer lugar, la rivalidad y esfuerzo por frenar la influencia rusa (soviética en 1949), objetivo esencial, hoy se vuelve a hacer presente. Sin Rusia no hay OTAN, gran parte de su identidad está sustentada en ser quien “combate” con el “villano” y sin el no le queda mucho que hacer. Ahora el grupo occidental se aprovecha de esto para reforzar sus afinidades y crear cierta cohesión.

Sin embargo, aun con esto, el desafío también es mantener al grupo unido ante la tendencia actual hacia la polarización y la división. Altos contrastes se observan, por ejemplo, cuando en la declaración conjunta se mencionó que “el futuro de Ucrania está en la OTAN”, pero después no pudieron lograr un consenso en lo referente al porcentaje del PIB que destinan sus miembros para gasto de defensa.

La alianza también, más allá de pensar en Ucrania, se mostró nerviosa por las elecciones de noviembre en Estados Unidos.

Era de esperarse que el escenario de incertidumbre en el territorio del líder inquiete a sus seguidores, sobre todo cuando el “archienemigo” del otro lado ha mostrado posturas consistentes y sólidas.

Lejos de definir el futuro de Ucrania, las elecciones estadunidenses marcaran el ritmo en que occidente responderá a esta y otras crisis.

Además, no podemos dejar de ver que, el contexto en que se creó la OTAN era solamente bipolar, ahora, ante la nueva realidad internacional tan compleja y multipolar, la alianza ya no tiene sólo un actor por el cual preocuparse, ahora se suma, por ejemplo, China, como este aliado de oriente incómodo y que pisa fuerte en la arista política, económica y de seguridad.

Esta reunión deja más preguntas que respuestas, pero nos deja entrever los puntos clave, no aquellos que resolverán o desenlazarán el complejo entramado, sino en los que incluso se generará más tensión. ¿Cómo será una segunda administración de Trump y que consecuencias traerá para la política internacional?

¿Podrá Estados Unidos mantener el liderazgo o saldrá un nuevo cabecilla occidental? ¿Hasta dónde llegará Rusia? La incertidumbre, el ir y venir de los escenarios y actores y de sus intereses nos pone en medio de una guerra tibia donde no se sabe cual será el siguiente paso.

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