/ Guadalupe Loaeza /
Cuando conocí a Lupe Rivera Marín, de inmediato advertí a una mujer inteligente, con mucha personalidad, que no tenía pelos en la lengua y muy libre, de allí que nunca imaginara que le hubiera sido tan difícil, a lo largo de toda su vida de 98 años, haber sido hija de Diego Rivera. Esto lo confesó de una forma muy transparente en el programa de De Tavira, Los Despachos del Poder, porque para ella, siempre había sido “un verdadero problema muy grande haber podido tener mi propia personalidad”. Cuando murió su padre, en sus brazos, entonces para su hija a quien llamaba “Piquito” (porque el muralista le decía que su madre era como 100 pesos y ella, como “el piquito” de su mamá), fue como una liberación. Imagino que también le sucedió lo mismo cuando murió su mamá, Guadalupe Marín.
La madre de Lupe: en su maravilloso libro Dos veces única, Elena Poniatowska escribió acerca de su relación: “Con sus dos hijas y su único hijo, Lupe Marín no era mala, era malísima. Cuántas veces les pegó tremendas cachetadas a Lupe y a Ruth Rivera, cuando apenas eran unas niñas. Cuántas veces no les daba de escobazos porque los peldaños de las escaleras de la casa no brillaban. Cuántas veces no las insultaba delante de todo el mundo… Para ella, educar es castigar”.
El padre de Lupe: afortunadamente, Diego Rivera fue un padre tierno y amoroso lo cual compensó la rudeza de la madre, de allí que le dijera Lupe Rivera a su entrevistador, cuando le preguntó qué objeto se llevaría al morir: “Un retrato de mi papá, para estarlo viendo y estar cerca de él. Lo quise muchísimo y lo sigo queriendo muchísimo. El amor verdadero se lleva en el corazón”, contestó conmovida.
La adolescencia de Lupe: era la hija rebelde. Fue gracias a la biblioteca de Frida Kahlo en la cual descubrió en la Casa Azul, donde vivió junto con su padre y la pintora, la obra completa de Thomas Mann, de Edgar Allan Poe y de Freud, fue en ese momento, que se interesó en la literatura, pero sobre todo en el psicoanálisis. En la única materia en la que la reprobaron en la secundaria fue en dibujo. (Los Despachos del Poder).
Los amores de Lupe: en primer lugar está Luis Echeverría, pero apareció Esther Zuno y el destino hizo que se casara con ella y no con Lupe. No obstante, ella tuvo la suerte de conocer “el amor de su vida”, Juan Manuel Gómez Morin, hijo de don Manuel, fundador del PAN. Mucho se dijo que había sido un “amor prohibido”, porque ella, hija de un hombre de izquierda, muy estalinista y él, hijo de un hombre muy de derecha, muy guadalupano.
La ideología de Lupe: desde que era muy niña le llamaba la atención la política, no obstante, ideológicamente, era completamente contraria a la de su padre. Muy alejada del comunismo. Nunca estuvo de acuerdo con el Partido Comunista mexicano. Abogada. Tres veces diputada, senadora por el PRI. Premio Nacional de Economía. Embajadora de México ante la FAO, durante tres años. Autora de cuatro libros, entre ellos, Los círculos de los Dioses, cuya teoría consistía y estaba completamente segura en que los olmecas son una creación de los extraterrestres. (Los Despachos del Poder).
La cocina de Lupe: una de sus tantas especialidades era una ensalada de frijoles negros, heredada de su abuela. Es una receta muy fácil, una vez que los frijoles estén previamente cocidos, se les agregan los rábanos cortados en cubitos, el queso panela también en cuadritos y abundante cilantro. Una vez que está todo, se revuelve con un tenedor y se hace la mezcla, con aceite de oliva y vinagre. (Sabores y saberes).
Frida y Lupe: dice Lupe que Frida era muy inteligente, hablaba tres idiomas y muy culta, tenía la Casa Azul de Coyoacán bellamente decorada. Lupe no tenía permiso de ir a su estudio. Sin embargo, un día fue y cuál no fue su sorpresa de ver a su padre terminar algunas pinturas de Frida. (Sabores y amores). En dos ocasiones Lupe vivió en la Casa Azul, junto con Diego Rivera y Frida Kahlo, en la última decidió mudarse. “¿Por qué?”, le pregunta su entrevistador. “No me gustaba el ambiente de homosexualidad que se respiraba en esa casa”. (Los Despachos del Poder).
La amistad y Lupe: si en algo creía Lupe Rivera fue en la amistad. Era una amiga leal, solidaria y siempre con ganas de aprender de ellas, y de sostener un diálogo inteligente y divertido a la vez. Lupe hizo en su vida lo que le dio su regalada gana. Se fue en paz mientras dormía, en tanto seguramente soñaba, con la mirada tierna de su padre, Diego Rivera.