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/ Por Marisol Escárcega /
El abuso sexual del cual fue víctima la Presidenta de México no sólo reveló lo expuesta que está la figura política más importante del país, sino además la normalización de la violencia hacia las mujeres.
El video en sí es indignante, así como los comentarios llenos de misoginia y machismo que hicieron hombres (en su mayoría) y mujeres.
Tan naturalizada está la violencia sexual en nuestro país que vemos con normalidad que ataquen a las mujeres sin importar qué vistan, si tienen cuerpos hegemónicos o no, o el lugar y la hora del día.
Para hombres como el que agredió a la Presidenta, los cuerpos de las mujeres son simples objetos de los cuales opinan y/o usan cuando quieren y porque PUEDEN.
La cultura patriarcal está tan arraigada en nuestro país que minimiza este tipo de violencia sexual, “porque nomás fue una nalgada” y, peor aún, responsabiliza a las mujeres.
La Presidenta no fue la excepción, los comentarios giraban en el sentido de “Por qué no tenía seguridad”, “Eso le pasa por irse caminando”, “A quién se le ocurre detenerse a saludar a la gente”.
Como ya hemos dicho en este espacio, para una sociedad como la nuestra es más fácil culpar a la víctima, no creer o dudar de su testimonio (aunque lo estemos viendo en un video), que señalar al hombre que cometió el delito.
Al reflexionar sobre lo que pasó, me llamó la atención que la gente se quejaba que la Presidenta no actuó conforme a lo que le sucedió.
Seré muy clara: las mujeres no esperamos ser atacadas sexualmente. No reaccionamos homogéneamente ante tal o cual hecho. En una situación así muchas nos paralizamos, algunas lloramos, otras gritamos y unas más, golpeamos. Ahora resulta que todas debemos responder de cierta forma, como si existiera un “Manual para reaccionar debidamente ante una agresión sexual para que después nadie dude de mí”.
Otro elemento que se repitió es la culpa de la víctima. Si a una chica la violan en un callejón se lamentará porque llevaba zapatillas y por eso no pudo correr más rápido. La Presidenta dijo: “La SEP está a cinco minutos de Palacio Nacional y por eso me fui caminando” y “No me di cuenta de lo que pasó hasta que me enseñaron el video”.
Que se haya dicho que el tipo venía alcoholizado es justificar lo que hizo, y subrayemos: nada justifica un abuso sexual. Nadie merece vivir algo así.
Por otro lado, debido a la posición política con la que cuenta la Presidenta tuvo el privilegio de que no la hicieron esperar siete horas para tomarle la declaración ni que el agente del MP dudara de su testimonio ni tuvo que estar llamando para saber cómo iba su caso porque el agresor fue detenido. Ella sí tuvo justicia rápida y expedita, un anhelo que seguimos esperando. Esto nos recuerda que la justicia no debe ser un privilegio político, sino un derecho para todas.
Nos dicen que aumentarán las penas, que el abuso sexual será un delito grave, como si eso desalentara a no cometerlo. Nos dicen que acelerarán el proceso de las denuncias, pero así no se erradicará la violencia, sólo la paliarán. De hecho, siguen dejando en manos de las mujeres su acceso a la justicia, porque sólo se están concentrando en las denuncias y sanciones, y no en prevenir y erradicar el delito.
Repito, si algo se evidenció es que, con todo ese privilegio y poder que tiene la Presidenta aun así fue atacada, ¿se imaginan lo que viven las mujeres de a pie? Y no me malinterpreten, mi sororidad no es selectiva: si una mujer es agredida, mi empatía y rabia estarán con ella; sin embargo, sí es válido señalar que las autoridades no deben “agarrarse” de un caso mediático, horrible, sin duda, para ahora sí, tomar cartas en un delito que se comete todos los días, a todas horas y que siempre hemos señalado.












