La infodemia de las encuestas .

** El Ágora .

/ Octavio Campos Ortiz /

Los mexicanos no entendemos y a pesar de que desde el 2000 los ejercicios demoscópicos han fallado en materia electoral, como opinión pública nos gusta distraernos con la infodemia que generan las encuestas serias y las patito. En los primeros comicios presidenciales de esta centuria, todas las casas encuestadoras vaticinaban el triunfo, casi natural, del candidato priista Francisco Labastida Ochoa; solo la empresa de María de las Heras, Demotecnia, acertó con sus sondeos en que el presidente sería Vicente Fox, con lo que ganó la antipatía de todos sus colegas, pero incrementó el prestigio de su negocio y rescató momentáneamente la credibilidad en los ejercicios estadísticos.

Desde entonces ha sido evidente el enorme margen de error de las encuestas y se hacen cada vez más impredecibles las preferencias ciudadanas. En cada estudio de mercado que se realiza durante los procesos electorales el porcentaje de indecisos y de la gente que no quiere decir por quién va a votar es muy alto y eso inclina la balanza para cualquier candidato. En los comicios de 2018 nadie pensó en el arrollador triunfo de la 4T ni que tendrían más de 30 millones de votos, aunque no pudieron vencer tampoco al abstencionismo -hoy los presidentes son legitimados con el 20 por ciento del electorado-, como tampoco se predijo que la alianza opositora iba a quedarse con la mitad de la CDMX, histórico bastión de la supuesta izquierda mexicana.

Pero la infodemia que provoca el boom de los pronósticos estadísticos creó un nuevo fenómeno de comunicación que se llama posverdad, que es la información o afirmación en la que los datos objetivos tienen menos importancia para el público que las opiniones o emociones que suscita esa afirmación. Esa posverdad es la que más alimenta el abstencionismo, porque los distorsionados resultados de las encuestas, aunque no tengan un sustento real, alientan la apatía ciudadana, ya que creen innecesario el ejercicio cívico de ejercer el sufragio. Lo vimos en las pasadas elecciones en el EDOMEX, en donde casas encuestadoras poco serias o no conocidas y los voceros de la 4T propiciaron la infodemia, con la saturación de cifras de sondeos donde se afirmaba que el día de las elecciones Delfina sería la triunfadora con hasta un 25 por ciento de diferencia. La gente, entonces, no salió a votar. La 4T solo obtuvo un ocho por ciento más que su contrincante. Si realmente esperaban esos números, es claro que el partido del presidente ha perdido base electoral.

Pero sigue la encuestitis, y ahora se presentan infinidad de análisis demoscópicos, serios y pagados, para medir la preferencia ciudadana, tanto entre las corcholatas del oficialismo, como entre aspirantes aliancistas y los suspirantes del Movimiento Ciudadano. La mayoría de esas encuestas semanales son trajes a la medida y los resultados favorecen al mejor postor. ¿Realmente a un año de las próximas elecciones se medirá con certeza el humor social, el hartazgo ciudadano? Lo veo difícil, sobre todo ahora que ha surgido otro fenómeno de comunicación -muy temprano para saber si será pasajero o afectará el comportamiento de los votantes-, que es Xóchitl Gálvez, caballo negro de la oposición que puede hacer la chica y desmentir las consultas que vaticinan, desde ya, el triunfo de Morena, independientemente de quién sea el candidato. La infodemia vuelve a ocultar la terca realidad. Faltan muchos meses para la jornada electoral del 2024 y no sabemos qué eventos políticos, sociales o económicos afecten ese humor ciudadano ni conocemos si los ciudadanos tienen la voluntad de ir a sufragar o revelar su intención de votar por algún candidato. Así que, como opinión pública, no seamos víctimas de la infodemia y la posverdad. La única encuesta seria será la del día de la elección.

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