- El Ágora –
/ Octavio Campos Ortiz /
Este régimen se ha caracterizado por evadir su responsabilidad en la solución a los problemas de la vida nacional y culpa al pasado de todos los males que afectan a la ciudadanía. Para ello tiene a sus villanos favoritos, los cuales van desde los gobiernos priistas y panistas, incubadores de la corrupción y las desigualdades sociales, hasta los fastidiosos organismos autónomos y los molestos “aspiracionistas” clasemedieros. Desde hace cinco años, la narrativa oficial se ha encargado de dividir al país y polarizar a los mexicanos mediante la estigmatización, descalificación y denostación de todo sector que se oponga al proyecto político de la 4T. La inquina del Ejecutivo se ha enfocado en los gobiernos neoliberales; los políticos corruptos, pero no han sancionado a ninguno y son permisivos con su propia gente; los empresarios, expoliadores del pueblo; la industria farmacéutica, satanizada por voraz, aunque se haya provocado el desabasto de medicamentos; los padres de niños con cáncer por exigir tratamientos para sus hijos; las manipuladas feministas; la burocracia dorada, empleados a quienes se despidió o rebajó el salario; los científicos e investigadores que reclaman recursos y rechazan la educación mediocre; los contrapesos constitucionales como la Suprema Corte y la oposición en el Congreso, la que se resiste a convertirse en oficialía de partes de las iniciativas presidenciales; el árbitro electoral, cuya imparcialidad es cuestionada para justificar el control gubernamental de los comicios, y otras instituciones a las que se pretende desaparecer como el IFAI, el IFETEL, la CRE, ya que la rendición de cuentas incomoda en este sexenio.
La lista del desmantelamiento institucional es interminable en virtud de que el Ejecutivo Federal requiere de mucho dinero para subsidiar la pobreza y legitimar la desaparición de organismos con el argumento de que no sirven para nada o son onerosos, cuando en realidad busca la opacidad gubernamental ante el evidente fracaso de las políticas públicas. Un ejemplo es la estrategia de seguridad; en cinco años, México se convirtió en el país más violento de la historia reciente con cerca de 180 mil homicidios dolosos y contando; la connivencia oficial solapó la pérdida de gobernabilidad en buena parte del territorio nacional y la impunidad en los actos ilícitos del crimen organizado; hay miles de desapariciones forzadas, aunque ahora maquillen las cifras; cientos de comunidades fueron desplazadas, despojadas de sus tierras y amenazadas de muerte. Una de las promesas de campaña incumplidas es que los narcotraficantes iban a deponer las armas para trabajar los tractores y que las masacres serían cosa del pasado. “Tengan sus masacres”. Todos los días hay asesinatos múltiples en Guerrero, Zacatecas, Michoacán, Jalisco, Colima, Tamaulipas, Veracruz, Guanajuato, San Luis Potosí, Estado de México, Oaxaca y Chipas, entre otras entidades. Ahora la inquina es con las víctimas. En la masacre de jóvenes en Lagos de Moreno, Celaya y Salvatierra, el inquilino de Palacio Nacional se aprestó a encontrar -sin pruebas-, el origen de las tragedias que enlutaron a más de una veintena de familias mexicanas en la venta de estupefacientes. Más aún, en el enfrentamiento de Texcaltitlán, también desde la mañanera se habló de drogas y cárteles, cuando en realidad fue el linchamiento de sicarios a manos de los pobladores ante el hartazgo provocado por el cobro de piso y decidieron hacer justicia por propia mano. Eso demuestra el fracaso de la estrategia del gobierno. El discurso presidencial revictimiza a los jóvenes asesinados por criminales y politiza el tema cuando se trata de estados gobernados por la oposición.
Las autoridades de la 4T no reconocen la falta de resultados en materia de seguridad y buscan culpables en administraciones pasadas o en otros actores políticos. La inquina de Palacio Nacional solo ahonda la polarización social.
Apostilla: La fiscal Ernestina Godoy dijo en un foro de mujeres que su objetivo no era reducir la violencia sino eliminarla, falaz argumento porque el delito es consustancial al ser humano y ni en los países nórdicos existe la tasa cero. Mejor que abatan la impunidad que es superior al 94 por ciento.