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Por: Marisol Escárcega
Una vez, un amigo muy querido me dijo: “Nadie se casa o se va a vivir en pareja pensando en que se va a divorciar o separar”. Concuerdo. Una no lleva su mundo a un lugar de donde cree que se irá en dos semanas, sin embargo, ¿ustedes sabían que, en México, uno de cada tres matrimonios termina en divorcio?
Inegi, 40% de éstos termina por infidelidad, algo que no nos sorprende. Otra causa es la violencia familiar que, por desgracia, tampoco nos asombra, pero a mí me llamó la atención que las diferencias irreconciliables, la falta de comunicación y problemas económicos lideran las razones de una separación.
¿A qué voy con esto?, ¿Por qué una pareja se separaría si cada uno tiene una ideología religiosa diferente, si simpatizan con causas políticas diversas o conciben de forma distinta el amor o la honestidad?, ¿por qué se dejarían si un@ gana más dinero?
O, quizá, la pregunta debería ser: ¿por qué sabiendo esas abismales diferencias se casaron o decidieron vivir en pareja? o, peor aún, ¿por qué nunca hablaron de ello?
El amor es extraordinario, sobre todo cuando nos corresponden, sí; nos hace sentir felices la mayoría del tiempo, sí; consideramos que con esa persona todo es perfecto, sí, pero antes de avanzar a un matrimonio o a una vida en pareja (sin atadura legal) deberíamos detenernos a responder o platicar sobre los temas arriba mencionados.
¿Por qué me iría a vivir con alguien que no es católico cuando para mí es fundamental que comparta mi fe?, ¿por qué unir mi vida con alguien que no desea ser madre/padre cuando ése es mi sueño?
El amor no basta, lo hemos dicho incansablemente en este espacio. El amor es uno de los ingredientes para formar un hogar con otra persona, pero no es ni el más importante ni el único.
Así que antes de casarnos o vivir en pareja deberíamos saber lo más posible de la otra persona, preguntar, debatir y cabildear TODO, por que como lo leía en redes: “Una relación no se sostiene sólo de amor. El sexo importa, la economía de la pareja, las relaciones familiares, lo académico, lo laboral, los proyectos y proyecciones”.
Si podemos consensuar qué marca de pasta dental preferimos usar, ¿por qué no hablar de quién lava los platos o el baño?
Antes de dar ese paso ante un juez debemos sentarnos con nuestra pareja para hablar de cuánto ganamos y con base en eso decidir cómo vamos a dividir los gastos, quién va a pagar qué, ¿quién hará la despensa?, ¿quién los quehaceres de la casa?, ¿quién cocina? o ¿quién lava la ropa?
De hecho, antes de siquiera pensar en casarnos hay que platicar de l@s hij@s, si queremos y cuánt@s?, de eso no se habla cuando ya se vive en pareja, es un enorme error.
¿Cuánt@s de nosotr@s hicimos este ejercicio antes de casarnos o vivir en pareja?, ¿cuántos nos detuvimos a platicar de qué color pintar la cocina o qué régimen escogeríamos al casarnos, a nombre de quién estaría la casa/departamento, autos, etcétera?
Es más, ¿cuántos de l@s que estamos casad@s o viviendo con alguien sabíamos qué tipo de sangre era nuestra pareja, si era alérgic@ a algún alimento o medicina o sus predisposiciones genéticas?
Todos son elementos importantes que no nos detenemos a analizar y nos dejamos llevar por el amor romántico, pero resulta que éste ni lava ni plancha ni paga el predial.
Porque todo es muy bonito hasta que te das cuenta que pese a que ganas menos, pagas más servicios; que eres la única persona que siempre cocina, lava y barre o, que jamás irás a la playa de vacaciones porque tu pareja odia el sol.
Así que, si no se han casado o aún no viven en pareja, l@s exhorto a que hablen de todo esto, créanme, se evitarán muchísimos problemas en el futuro, y su relación de pareja estará basada, sí en el amor, pero sobre todo en convenios, límites y cabildeos sanos que ya acordaron.












