De memoria.
/ Carlos Ferreyra Carrasco /
No imagino a nadie con mayor capacidad de manipulación, más desapego a los seres humanos y mejor promotor del odio popular a las que gustan llamarse “las clases altas”.
Ricardo Salinas Pliego, heredero de una familia que entre ellos mismos se agreden, se despojan, se roban . Con la sabida excepción de Irma Salinas Rocha, escritora que en añejo libro dejó asentando lo anterior.
El plutócrata, que ha encontrado o inventado rutas fáciles y atractivas para sacarle en fáciles —aunque eternos— abonitos los magros salarios de la bolsa a los marginados, muestra en las redes la cola de su helicóptero.
Le agrega lo que parece haber dicho en un suspiro de tranquilidad. Anuncia que ya esta en casa y que va a descansar; comenta de paso, que no había tráfico.
Para recordar, éste señor fue exhibido, mostrado por una periodista con un adeudo fiscal de más de veinte mil millones de pesos que, al paso del tiempo ya no se trata de un olvido, un manejo ineficiente sino de abierto fraude a la Hacienda pública.
El ricardito se encarga del reparto de limosnas que dispone la Cuarta Transformación, pero a su conveniencia. Cada asignación que se hace, la retiene seis meses antes de entregarla.
Lo mismo sucede con otros trámites, por ejemplo cuando inexplicablemente un cajero automático se traga la tarjeta del beneficiario al que, por cierto, se le dio por concluida su operación. Esto es: si pidió dinero, el aparato dice que ya lo entregó y a renglón seguido, adiós tarjeta mía.
Y para enterarse qué pasó y si se perdió el dinero, bueno seis meses de paciencia a un sector que mucho depende de ese apoyo, no parecen mucho a quienes en ese lapso encuentran maneras para sacarle jugo a esa lana.
Del episodio de la periodista, una dama muy respetada en el oficio y en la academia, Salinas Pliego publicó un comentario diciendo que la señora no debería preocuparse por lo que el debía.
Y la conminó a liquidar los abonos de una licuadora adquirida diez años antes. Falso, desde luego, pero imposible de comprobar. Lo evidente es que fue un golpe bajo, sin sustento, para desviar la atención.
Y lo logró, nadie se preocupó por los 20,000,000,000.00 veinte mil millones robados a usted, a mi, a todos los ciudadanos.
La inefable perrada, debemos suponer esa masa acrítica que votó por Lopez, se lanzó contra la presunta defraudadora del honesto comerciante al que causó una delicada herida en sus finanzas.
Del gobierno, pese a la solidez de la denuncia con documentación al canto, no hubo reacción; Santiago Nieto, el verdugo fiscal hoy en la cuerda floja por riqueza que todos, menos las autoridades razonan, no movió el rabo para nada, dedicado a exigir a Rosario Robles el pago de cinco mil millones para tramitarle la libertad.
En un país de seres racionales, la muestra de insensibilidad del dueño del helicóptero habría despertado gestos de repulsión, manifestaciones de desagrado y hasta exigencias para investigarle sus prácticas comerciales fuera de los límites de la legalidad.
Pero esto es México lindo y querido…