La mentira necesita ayuda .

/ Rosa Marta Abascal Olascoaga /

El siglo XXI nos trajo un cambio que muchos veíamos imposible, gracias al trabajo denodado de las clases medias: la alternancia en el poder después de 70 años de “dictablanda”. Tres partidos han gobernado gracias a la garantía de orden y transparencia del INE, cuya fuerza y base somos los ciudadanos.

Sin embargo, hoy nos encontramos ante una tentación regresiva. La ideología impuesta desde el poder está siendo un instrumento de comunicación interna que pretende garantizar la cohesión de un grupo para “asegurar” su continuidad. Esta ideología pretende ser la razón de la estabilidad del sistema y está encabezada al estilo del cesaropapismo bizantino, en el que la máxima autoridad laica es a la vez la máxima autoridad espiritual. Lo más grave de esta ideología es que su base es por demás inestable, su base es la mentira.

Hoy en México estamos viviendo, como señala Moisés Naím, en la posverdad. Todos los días nos vemos obligados a vivir en la mentira, todos los días el reinado de los “otros datos” nos abruma y cuestiona por evidentemente descarados. Nos vemos obligados a vivir en la apariencia, en la mentira.

En este sentido, el sistema y su ideología que tiene su base en la mentira no solo aliena al ciudadano, sino que a la vez el ciudadano alienado apoya ese sistema como un proyecto automático, adormecido quizás por contradicciones y datos que no comprende pero que, dada la obsesión por pintar un mundo inexistente, ideal y aparente, se aferra a él con esperanza de que la repetición de la mentira eventualmente se convierta en verdad.

La posverdad lleva al extremo de llamar al poder de la burocracia, poder del pueblo y citando a Václav Havel “al aislamiento de las informaciones se le llama divulgación; a la manipulación autoritaria, control público del poder y a la arbitrariedad aplicación del ordenamiento jurídico; a la asfixia de la cultura, desarrollo; a la práctica cada vez más difundida de la política imperialista se la difunde como la forma más alta de la libertad; a la farsa electoral como la forma más alta de democracia…”.

Así, el poder mismo se ve obligado a reinterpretar el pasado con falsedades flagrantes y ofensivas, a explicar el presente con “otros datos” y a predecir el futuro con una construcción surrealista de lo que pueda convencer-adormecer al ciudadano para asegurar su continuidad en el poder y la prevalencia de la ideología y del sistema.

Esto lleva a absurdos tan inhumanos como no dar el pésame por la muerte provocada por las ineficiencias de un aliado que forma parte del sistema, porque sería reconocer lo que no se quiere reconocer; lleva a mentir asegurando que no se tienen enemigos ni se persigue a nadie; mentir aseverando que se respetan los derechos humanos y la libertad de expresión; mentir diciendo que no se miente, que los que mienten son otros… Vivir en la mentira y obligarnos a vivir en la mentira.

La pregunta es: ¿Qué tanto estamos dispuestos a seguir viviendo en la mentira, qué tanto estamos dispuestos a asimilarnos a esta vivencia de la posverdad que pretende imponer verdades-realidades inexistentes, para mantener el poder a pesar de las consecuencias sociales y políticas, qué tanto estamos dispuestos a seguir esta crisis que nos lleva a cuestionar incluso nuestra identidad?

Hoy las clases medias, esos aspiracionistas que trabajamos a diario con toda la fuerza y el amor de que somos capaces por nuestras familias, por nuestra sociedad, por nuestro México, tenemos que alzar la voz mostrando la verdad-realidad, que no defendiéndola, porque como decía Antonio Escohotado, famoso filósofo español, “la verdad se defiende sola, la mentira necesita ayuda del gobierno”.

Hoy es el momento de mostrar y hacer valer el poder de los sin poder: la esperanza somos los ciudadanos. #PorUnMéxicoDeVerdad #OpiniónCoparmex *La autora es vicepresidenta nacional de Comunicación de Coparmex.