Ramón Ojeda Mestre
“Malhaya quien dijo miedo si para morir nací”
Se puso de moda la muerte. Siempre lo estuvo, es cierto, pero ahora más. Todos hablamos de ella, todos la oímos, la invocamos, le negamos, la resistimos. La esperamos. Lleva mucho tiempo entre nosotros. Tanto, que antes de nacer morimos y antes de morir presentimos. Para nosotros esa señora es bien conocida y, me atrevo a decir, poco temida. Allí está la música, por allá las calaveras, por doquier las guerras y en todo lugar las enfermedades o las tonterías letales. Está a todas horas en la tele, en el radio, en las redes sociales, en la prensa y en todo lugar. El más alto grado del amor es la muerte. Morir de amor.
Non omnis moriat, nos jactamos, pero ahora, como nunca, la vemos cuantitativamente, al mayoreo, la oímos de cerca en decenas, más allá en cientos, nacionalmente en miles y así hasta llegar a millones en el mundo y eso, a nosotros, no nos aterra. Nuestro Mictlantecuhtli interior está saturado de esa palabra, de ese concepto inasible, de ese tránsito disfrazable. Toda religión es una oferta de muertes alternativas. Toda ciencia esconde el secreto de sustituir a la muerte y toda tecnología tiende a retrasarla. Frente a los tanatólogos, los tenatólogos.
Sabios, nuestros padres y nuestros abuelos, nos enseñaron a jugar con la muerte desde muy chicos. Desde la resortera, desde el anzuelo o la flecha, desde la lanza o el Rifle 22, el cebollero o la honda. Ya en el Internado Federal Número 3 de Segunda Enseñanza para Hijos de Trabajadores, el inolvidable maestro Rogerio Fentanes Lavalle, de Cosamaloapan, nos troquelaba con las coplas de Jorge Manrique a la muerte de su padre, escritas quince años antes del descubrimiento de América:
“Recuerde el alma dormida
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida
cómo se viene la muerte,
tan callando;
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer,
cualquiera tiempo pasado,
fue mejor.
Sí, hoy gracias al virus, entendemos que las más antiguas pinturas rupestres de lo que hoy es México, tratan de la muerte. Los grandes pictogramas en ocre y negro de Baja California Sur, de hace más de ocho mil años, dejaron en claro que esas mujeres flechadas al igual que los hombres saeteados habían ido con honor y gloria al inframundo. Esa primera muestra de la cultura es anterior en ocho mil años a la Olmeca, como lo han explicado bien el maestro Enrique Hambleton y la Dra. Tamara Montalvo Arce y en verdad os digo que Veracruz está lleno de pinturas rupestres o arte parietal y petroglifos, pero las pinturas rupestres de BCS son las de más grande formato mural de todo el Continente americano y las más antiguas de nuestro país.
La muerte tiene permiso. Desde las barajas de la lotería. Ahora nos damos cuenta cuántas canciones, cuántas óperas, cuántos conciertos se refieren o aluden a la muerte. Quizá de las más impresionantes obras que nos ha legado la cultura universal sea el Réquiem de Mozart, muy superior, creo, al Vom Tode de Ludwig Van Beethoven. El hecho es que la vida y la muerte son las dos caras de la misma moneda y hoy nos percatamos de que todos somos candidatos a la “muerte súbita” y que tenemos poco tiempo para decirle a nuestros seres queridos cuánto los queremos y a nuestros seres aborrecidos, cuán repulsivos nos resulta. Aproveche ahora, o deje una carta para que se abra después de su muerte.
Después de la Suave Patria de Ramón López Velarde, Ricardo López Méndez lo describió muy bien en su famoso poema “Credo” o “México, creo en ti”
México, creo en ti,
porque escribes tu nombre con la equis,
que algo tiene de cruz y de calvario;
porque el águila brava de tu escudo
se divierte jugando a los volados
con la vida y, a veces, con la muerte.
Quizá porque la revolución no nada más la hicimos con muertos a riflazos sino con Calaveras de Posadas el hidrocálido, tal vez porque después vimos dos guerras mundiales, o conocimos de cerca cuanta plaga y epidemia zoológica y humana podía presentarse, o cuando decidimos hacer una nueva geografía de cárteles y en medio esa necrofilia violenta nos ha sorprendido el Covídeo aguacero letal o porque nos gustaban las corridas de toros o las peleas de gallos o los duelos estilo Salvador Díaz Mirón, este 2 de noviembre, día de los “Fieles Difuntos” sí vamos a tener qué celebrar a lo bestia, con el Luto Humano de José Revueltas, con La muerte del Mayor Sabines de su homónimo, o al Pedro Páramo de Rulfo o el capítulo Paceño del Laberinto de la Soledad relacionado con la muerte, pero me quedo y hasta aquí me quedo, quedo, muy quedo, con el inmortal poema de Nezahualcóyotl: Aunque sea de jade se quiebra / aunque sea de oro se rompe / aunque sea de plumaje de quetzal se desgarra, enunció. Y agrega: No para siempre en la tierra / sólo un poco aquí.
rojedamestre@yahoo.com