La MUJER que cuidaba perros.

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/ Víctor Hal Díaz /

Jacqueline Durand era una joven universitaria de Texas, tenía 22 años y una vida por delante. Amaba a los animales, especialmente a los perros. Su sueño era convertirse en entrenadora o trabajar en el mundo del cuidado animal. Con frecuencia se ofrecía como paseadora de perros, una labor que hacía con cariño y responsabilidad.

El 21 de diciembre de 2021, justo un día antes de su cumpleaños, Jacqueline acudió a una casa en Coppell, un suburbio tranquilo cerca de Dallas. Allí vivía una pareja que la había contratado para pasear a sus dos perros: un boxer mezcla y un pastor alemán. Según los informes, los dueños aseguraron que los animales eran sociables, aunque uno de ellos tenía antecedentes de comportamiento agresivo.

Jacqueline ya había conocido a los perros brevemente en una visita previa, sin problemas. Por eso, aquel día no imaginó el horror que estaba por desatarse cuando abrió la puerta.

En cuanto ingresó al hogar, los perros se abalanzaron sobre ella. No hubo tiempo para defenderse. El ataque fue brutal, salvaje, imparable.

Le arrancaron ambas orejas. Le desgarraron la nariz. Le destrozaron los labios y casi toda la piel de su rostro debajo de los ojos.

Durante varios minutos —eternos—, Jacqueline fue atacada sin piedad por los animales que pensaba cuidar. Estaba sola, sin poder gritar. Su rostro, irreconocible. Su cuerpo, cubierto de más de 800 mordeduras.

Fue el sistema de seguridad de la casa lo que finalmente alertó a las autoridades. Cuando los paramédicos llegaron, pensaron que no sobreviviría. La trasladaron de emergencia en estado crítico. Pasó semanas en coma inducido. Cuando despertó, su vida ya no era la misma. Su rostro tampoco.

Jacqueline sobrevivió. Milagrosamente. Pero quedó con una desfiguración permanente.
Desde entonces ha pasado por más de una docena de cirugías reconstructivas. Y muchas más le esperan.
Pero lo más impresionante no es solo lo físico… es su fortaleza.

En lugar de esconderse, Jacqueline decidió alzar la voz. Denunció. Contó su historia al mundo. No para dar lástima, sino para crear conciencia. Sobre el peligro de los animales mal entrenados. Sobre la importancia de la prevención. Y sobre cómo se puede seguir adelante… incluso con cicatrices tan profundas.

Hoy, su rostro cuenta una historia.
Una historia de dolor.
Pero también de valentía.
Y de amor por la vida.